Desplazados climáticos: San José, Montevideo y Lima acogen a más migrantes internos

Entre 2020 y 2022 en América Latina y el Caribe hubo 175 desastres, y el 88% se atribuye a factores meteorológicos, climatológicos e hidrológicos

Un agricultor comprueba las plantas de café destruidas por las heladas durante las temperaturas extremadamente bajas cerca de Caconde, estado de Sao Paulo, Brasil, el miércoles 25 de agosto de 2021.
17 de noviembre, 2023 | 01:00 AM

Bloomberg Línea — Hace 25 años, en 1998, el huracán Mitch, un monstruo categoría 5 con vientos máximos sostenidos de 290 km/h, arrasó Centroamérica, con Honduras y Nicaragua llevándose la peor parte de la furia del ciclón. Más de 10.000 personas murieron en deslizamientos de tierra e inundaciones.

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Entre 100.000 y 150.000 personas dejaron sus hogares. La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) calificó a este fenómeno como el segundo huracán más mortífero registrado en el Atlántico, luego del Gran Huracán de 1780 en las Antillas Menores.

En Brasil, entre 1996 y 2010, más de 3 millones de personas de las zonas semiáridas dejaron sus pueblos de origen como respuesta a los shocks climáticos. En 2019, los incendios entre julio y octubre arrasaron 7 millones de hectáreas en el bosque Chiquitano, en Bolivia.

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Estos eventos súbitos no han sido incidentes aislados, pues se prevé que seguirá habiendo impactos relacionados con el clima que desatarán flujos de migración súbitos en toda la región.

Según informes de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, entre 2020 y 2022 en América Latina y el Caribe hubo 175 desastres, y el 88% se atribuye a factores meteorológicos, climatológicos e hidrológicos. Estos peligros han sido responsables del 40% de las muertes relacionadas con desastres y del 71% de las pérdidas económicas.

En las próximas décadas, los fenómenos climáticos, tanto repentinos (huracanes, tornados, inundaciones) como de evolución lenta (sequías, aumento del nivel del mar, desertificación), seguirán aumentando debido al cambio climático, y es probable que los desplazamientos y la migración también se incrementen y agudicen estas dificultades, sostiene el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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El organismo presentó recientemente el informe Repensar la migración urbana: opciones de políticas para las ciudades de América Latina y el Caribe, en el cual plantea sobre cómo la migración ofrece oportunidades a las comunidades receptoras que buscan impulsar el desarrollo económico.

El potencial de impulsar las economías

El estudio sostiene que las ciudades de América Latina y el Caribe tienen el potencial de impulsar sus economías si los responsables políticos locales consiguen una integración exitosa de los migrantes como participantes activos en sus mercados laborales.

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San José, Montevideo y Lima son receptoras importantes de migrantes internos. Este flujo presenta tanto desafíos como oportunidades para estas ciudades, y subraya la necesidad de encontrar estrategias a la medida para gestionar y aprovechar este cambio demográfico.

Migración en Latinoamérica

“Al integrar mejor a los inmigrantes, las ciudades pueden aprovechar una mano de obra dinámica con una gran riqueza de habilidades y perspectivas que pueden impulsar la innovación y la productividad, lo que lleva a una mayor competitividad y prosperidad de las comunidades”, dijo Eric Parrado, economista jefe y gerente general del Departamento de Investigación del BID.

La investigación señala dos áreas clave en que las políticas deben centrarse: promover la contribución de los inmigrantes a la productividad local y aliviar las limitaciones en materia de vivienda.

El análisis constata que los migrantes, que suelen ser más jóvenes y tienen menos dependientes que los residentes, rejuvenecen la fuerza laboral, y a menudo impulsan los ahorros y la inversión.

La edad promedio de los migrantes en América Latina y el Caribe es de 30,4 años, frente a 36,7 años de los residentes locales. También tienden a tener más años de educación que los residentes, con un promedio de 12 años frente a 10,6 años.

Debido a estas características, la migración no sólo rejuvenece la fuerza laboral, sino que también contribuye al capital humano, fomentando el crecimiento de la productividad general de las ciudades.

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Las ciudades desempeñan un papel sustancial en el desarrollo económico de los países, especialmente en América Latina y el Caribe, donde casi el 82% de la población total (frente al 50% en 1960) vive en zonas urbanas que ocupan menos del 0,7% de la superficie terrestre de la región.

La migración urbana: el camino por recorrer

El Banco Mundial predijo que habrá un pico de 3,9 millones de migrantes climáticos en América Latina y el Caribe hacia 2050. Esta cifra representa aproximadamente el 1% de la población de la región.

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También se prevé que el porcentaje de migrantes climáticos sobre la población migrante interna total aumente de un 6,3%– 8,9% en 2020 a un 8,5%–12,6% estimado hacia 2050.

Asimismo, el informe señala posibles puntos críticos de la migración impulsada por los eventos climáticos, lo cual incluye las áreas costeras bajas a lo largo del Golfo de México y la costa del Pacífico de Guatemala. Es probable que ciudades como Monterrey y Guadalajara en México experimenten una migración provocada por eventos climáticos.

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Como resultado, las regiones que dependen de la agricultura de secano (que depende exclusivamente el agua proveniente de la lluvia) pueden sufrir una disminución de la población, mientras que las zonas de pastoreo y de pastizales están sujetas a un incremento.

Los analistas Shuaizhang Feng y Michael Oppenheimer proyectan una tasa de emigración del 2%–10% de la población rural de México hacia Estados Unidos.

En el resto de América Latina y el Caribe, particularmente Brasil y los países de Centroamérica, se enfrentarán a pérdidas tanto de población como de bienestar económico.