Bloomberg — Desde la creación de la Agencia Internacional de la Energía en 1974, tras la primera gran crisis mundial del petróleo, sería quedarse corto decir que la industria energética ha experimentado muchos cambios. Y sin embargo, incluso cuando celebra su 50 aniversario, la AIE ha encontrado la forma de reinventarse para mantener su influencia en los asuntos mundiales.
Esa relevancia quedó patente cuando la AIE organizó un acto la semana pasada para dar comienzo a las celebraciones de su aniversario. Dirigentes de la Unión Europea, Alemania e India estuvieron entre los que elogiaron el trabajo de la institución a lo largo de los años, incluso cuando ha tenido que cambiar su enfoque.
La AIE “ha sido capaz de cambiar profundamente su mandato”, dijo el presidente francés Emmanuel Macron. “De ser una agencia dedicada a gestionar las reservas estratégicas de petróleo, ha pasado a ser un centro mundial de debate y acción colectiva para afrontar el reto de la transición energética”.
La seguridad energética sigue siendo la principal directiva de la AIE. Cuando se fundó, significaba garantizar que los países ricos tuvieran un acceso fiable a los combustibles fósiles y promover la eficiencia energética. Hoy, significa gestionar una transición energética mundial que abandone los combustibles fósiles de la forma más ordenada posible.
No es el único cambio. Hace 50 años, la AIE sólo tenía 17 países miembros. Hoy son 31, incluidas la mayoría de las naciones europeas, y otras cinco en proceso de convertirse en miembros de pleno derecho. Hay otros 13 países asociados, entre los que destacan Brasil, China, India, Indonesia y Sudáfrica. En total, estos países representan más del 80% de la demanda mundial de energía.
Por eso la AIE ya no se centra únicamente en las preocupaciones de los países occidentales, sino también en cuestiones como el acceso a la energía en las economías en desarrollo. Es una de las razones por las que la AIE ha elaborado en los últimos años informes sobre la cocina limpia y la refrigeración energéticamente eficiente, además del hidrógeno y la captura de carbono, que actualmente están más en la mente de las naciones ricas.
A lo largo de su historia, el trabajo de la AIE no siempre ha ocupado las portadas de los periódicos, pero sigue figurando al más alto nivel en los informes gubernamentales y en los programas de inversión. Las Perspectivas Energéticas Mundiales, que se publican anualmente desde 1998, se citan a menudo como razón para el despliegue de determinadas políticas o para ayudar a conformar el sentimiento de los inversores sobre determinadas industrias.
Kate Hampton, CEO de la Children’s Investment Fund Foundation, una dotación multimillonaria que invierte en proyectos de energía limpia en todo el mundo, destacó el “extraordinario papel de liderazgo” de la agencia en los últimos años. “Ha desempeñado un papel internacional a la hora de mostrar el rumbo a seguir”, dijo.
No siempre fue así. A principios de la década de 2000, cuando los gobiernos empezaron a pensar en la transición a las energías renovables, el análisis de la AIE sobre la energía limpia no se tomó en serio. Seguía pasando por alto la escala de despliegue y la rápida reducción del precio de la energía solar y eólica. Es una de las razones por las que las Naciones Unidas crearon en 2009 la Agencia Internacional de Energías Renovables, con sede en Abu Dhabi.
Esa amenaza impulsó a Fatih Birol, economista que fue nombrado CEO de la AIE en 2015, a empujar a la AIE a pensar en grande. Esto es lo que ha llevado a la enorme ampliación del número de miembros de la AIE y a su mayor atención a las energías limpias.
Sin embargo, también se produjo cuando aumentaba la polarización entre las personas que piensan principalmente en la energía y las que piensan principalmente en el clima, según Birol. Ya no es sólo la Organización de Países Exportadores de Petróleo la que critica las previsiones de la AIE. Hay otros críticos como Robert McNally, de Rapidan Energy, que ofrece previsiones energéticas competitivas a la AIE. McNally afirma que doblegarse ante las exigencias climáticas está debilitando la capacidad de la AIE para realizar su primera y principal tarea: garantizar la seguridad energética en el mundo.
Pero la AIE ha podido repeler esas críticas por tres razones clave, según Birol. En primer lugar, recoge datos de alta calidad directamente de los gobiernos sobre la producción y el consumo de energía. En segundo lugar, emplea a un ejército de analistas numéricos, muchos de ellos con doctorados, para analizar esas cifras. Y, por último, sus principales análisis son ampliamente revisados por expertos del mundo académico, gubernamental e industrial, antes de ser publicados. Eso es lo que da a los análisis de la AIE la credibilidad y la influencia de que siguen gozando.
Al final, sin embargo, la responsabilidad recae en los jefes de Birol, que son los ministros de energía de los países miembros de la AIE. Y reafirmaron la semana pasada que la AIE debe centrarse en garantizar la seguridad energética mundial, dirigir la lucha del sector energético contra el cambio climático e impulsar los flujos financieros mundiales para la transición hacia una energía limpia, especialmente en los países en desarrollo. Eso debería mantenerla ocupada al menos unas cuantas décadas más, antes de que tenga que pensar en reinventarse de nuevo.
Akshat Rathi escribe el boletín Zero, que examina la carrera mundial para reducir las emisiones que calientan el planeta. Su libro Climate Capitalism explora la transición de la AIE en la última década y se publicará en EE.UU. y Canadá el 12 de marzo.
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