Bloomberg — Han transcurrido diez años desde que el G-7 expulsó a Rusia. Ahora, el grupo que lidera EE.UU. y que concentra el 44% de la economía global ha reconocido sus limitaciones y al mismo tiempo su capacidad de resistencia.
China y Rusia se están ganando el favor de las economías emergentes del Sur y consideran a EE.UU. y sus aliados como unos agresores que incitan a la guerra y recurren a las sanciones para conseguir sus objetivos geopolíticos.
El G-7 pretende atraer a los mismos países y, durante una cumbre que se celebró esta semana en el sur italiano, ha hallado una solución ingeniosa para usar los intereses procedentes de los activos congelados de Rusia en apoyo de Ucrania.
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Lo que sucede es que varios de los líderes que están desembarcando en Apulia atraviesan graves dificultades en su país.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se encuentra por detrás de Donald Trump en numerosas encuestas de cara a los comicios de noviembre. El primer ministro británico, Rishi Sunak, se encamina a una derrota en julio. El francés Emmanuel Macron desmiente los rumores de que dimitirá en unas elecciones legislativas anticipadas, que no tenía por qué convocar el mes que viene.
Ante dos guerras devastadoras, ¿podrá el G-7 alcanzar el suficiente poder económico, bélico y persuasivo para hacer frente a las mayores amenazas contra el orden mundial democrático que se han producido desde la Segunda Guerra Mundial? Los frentes de batalla en esta nueva era de fragmentación geoeconómica están marcados.
Gasto en defensa
Ningún asunto ilustra mejor el aislamiento del G-7 que Ucrania. El grupo y la Unión Europea han proporcionado la inmensa mayoría de la ayuda y el apoyo militar exterior, mientras que casi todas las demás naciones han evitado la contienda o incluso se han alineado con Rusia.
El conflicto de Ucrania, combinado con la acumulación militar de China, ha suscitado dudas sobre el dominio militar del G-7, incluso sobre si Estados Unidos sería capaz de ayudar a defender Ucrania y, al mismo tiempo, responder a cualquier invasión de Taiwán.
Mientras que el gasto ruso en defensa se ha disparado, el del G-7 se mantiene estable,incluidos varios países que están por debajo del objetivo del 2% del PIB fijado para los miembros de la OTAN, una queja clave de Trump.
Por supuesto, la economía más pequeña de Rusia significa que incluso la duplicación del gasto como proporción del PIB debido a la guerra es aproximadamente la misma cantidad en términos monetarios que el aumento mucho más modesto que Alemania ha planeado, según Bloomberg Economics.
Para el G-7, defender Ucrania es una cuestión de principios y una defensa de la propia democracia. Para muchas otras naciones, no es más que otra señal de un mundo multipolar y del alcance cada vez menor de Occidente.
Las sanciones unieron inicialmente al G-7 en torno a la ruptura de su comercio bilateral con Rusia, pero el desvío de mercancías a través de terceros países sigue permitiendo a Moscú hacer la guerra.
Las exportaciones alemanas a Kazajstán, por ejemplo, se han disparado desde la invasión rusa de febrero de 2022. Además, China ha suplido las carencias de Rusia impulsando su comercio bilateral. Esta semana, Estados Unidos ha tomado medidas para frenar la reventa de productos a Rusia, ampliando la aplicación de la ley a los chips fabricados y vendidos en el extranjero.
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“En ambos aspectos, China y el desvío de comercio a través de terceros países,existe un gran problema”, afirmó Robin Brooks, investigador principal de la Brookings Institution de Washington. “Rusia no está económicamente aislada”.
Vitalidad económica
En los últimos 10 años, el centro de gravedad económico mundial se ha desplazado cada vez más lejos de Occidente y es probable que cambie de bando antes del final de la próxima década.
Las economías del G-7 van camino de ser eclipsadas por el resto del G-20 en términos de producto interior bruto para 2030, según un análisis de Bloomberg de los datos del Banco Mundial.
Parte del problema del G-7: un malestar desde la crisis financiera mundial, marcado por el estancamiento de los niveles de vida, unas ganancias de productividad lamentables y un descenso de las tasas de crecimiento en medio de una deuda pública galopante.
Al mismo tiempo, sus poblaciones envejecen más rápido que las de sus homólogos del G-20: la mitad de los 1.400 millones de habitantes de la India tiene menos de 30 años, mientras que cerca de una quinta parte de la población del G-7 tiene actualmente más de 65 años.
El envejecimiento de la población activa enturbia las perspectivas fiscales a largo plazo y deja a las economías más ricas del mundo con poca capacidad para absorber la próxima sacudida. De los siete, sólo Alemania tiene un nivel de deuda inferior al de hace 10 años, y se espera que la mayoría siga acumulando préstamos en lugar de crear reservas en los próximos años.
Mientras tanto, las economías asiáticas han disfrutado de un rápido crecimiento, impulsado por una población en expansión, la globalización y una clase media emergente.
“Para China en particular, y para otros grandes mercados emergentes de rápido crecimiento como la India, este poder económico en expansión es una condición previa necesaria para su creciente peso geopolítico”, afirmó Ben Bland, director del programa Asia-Pacífico de Chatham House.
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Comercio
Al salir de la Segunda Guerra Mundial, el libre comercio se consideraba el camino hacia la prosperidad. Ahora la atención se centra en el arte de gobernar la economía. Eso implica la intervención en los mercados y unas políticas industriales proteccionistas que se parecen cada vez más a la guerra por otros medios.
Las políticas industriales, ya consistan en subvenciones gubernamentales, desgravaciones fiscales u otros incentivos, han pasado de ser denostadas por Occidente a convertirse en la corriente dominante en Washington, y en objeto de creciente interés en Bruselas.
La Unión Europea, que en su día criticó duramente la Ley de Reducción de la Inflación estadounidense, está debatiendo sus propias protecciones industriales porque, como dijo este año el ex primer ministro italiano Mario Draghi, “otras regiones ya no juegan según las reglas”.
El bloque planea aumentar los gravámenes a los vehículos eléctricos chinos a partir del mes que viene, lo que aumentaría aún más las tensiones comerciales.
Quizás uniéndose en torno a estas preocupaciones, los jefes de finanzas del G-7 que se preparan para la cumbre de líderes de esta semana marcaron el cambio de estrategia señalando a China en su comunicado y prometiendo considerar medidas para garantizar la igualdad de condiciones.
Ya se han tomado muchas medidas de forma unilateral, ya que la reunión del G-7 se celebró poco después del anuncio de la administración Biden de reimponer aranceles a cientos de productos importados de China.
La UE, por su parte, anunció los resultados de una investigación sobre las subvenciones chinas a los vehículos eléctricos que también podría dar lugar a aranceles.
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Aunque exista cierta unidad en el G-7 a la hora de desplegar estas herramientas económicas contra China, a Pekín no se le escapa que el énfasis se pone en castigar a los competidores, no en recompensar a los amigos. Todos son muy conscientes de que habrá que utilizar tanto premios como fuerza para poner de su lado al Sur Global.
A pesar de todos sus retos, el bloque sigue siendo una de las pocas agrupaciones internacionales que puede montar el tipo de respuesta financiera masiva que ha ayudado a Ucrania a luchar contra la invasión rusa o aspirar a establecer la agenda sobre los grandes temas mundiales.
“No hay ninguna agrupación multilateral que haya sido tan eficaz como el G-7 en múltiples frentes”, afirmó Caitlin Welsh, ex funcionaria estadounidense que ahora trabaja en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington.
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