Bloomberg Línea — En un contexto de incertidumbre sobre la transición energética mundial, los gigantes del sector siguen confiando en que la demanda de energía limpia crecerá. Pero existen dudas sobre la velocidad con la que se asignarán las inversiones, lo que podría representar un riesgo para los proyectos ya anunciados.
Según el responsable de comercio y cadenas de suministro de BloombergNEF, Antoine Vagneur-Jones, las condiciones del mercado mundial son más difíciles, con costes de producción más elevados, lo que podría convertirse en un obstáculo para la transición energética.
En un entorno de mayor proteccionismo en todo el mundo y de búsqueda de proveedores que se sitúen más cerca de las fábricas (el llamado “nearshoring”), las empresas intentan adaptarse al nuevo contexto de la industria global.
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“Localizar las fábricas parece una buena decisión, pero cuesta más producir todo localmente”, dijo Vagneur-Jones durante el Foro BloombergNEF, celebrado en São Paulo.
Entre los analistas y ejecutivos presentes en el evento, el consenso es que Brasil está en condiciones de liderar los proyectos de transición energética.
Las inversiones en este mercado alcanzaron su punto máximo en 2022, cuando se destinaron cerca de US$27.000 millones a las energías renovables en el país, destacó BloombergNEF. En 2024, sin embargo, el monto total fue de US$21.000 millones.
La mayor parte de estos recursos se destinaron a la industria del vehículo eléctrico, destacando también el segmento de transportes.
Según la directora de infraestructura, transición energética y cambio climático del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil (BNDES), Luciana Costa, el desafío para ampliar la escala de los proyectos de la llamada industria verde está en la asignación de capital.

“Brasil es un país con tipos de interés estructuralmente altos, que ahora son aún más altos. La industria está sufriendo el aumento de los costes y, al igual que antes la [energía] eólica era más cara, necesitamos políticas públicas que incentiven las nuevas tecnologías. El BNDES tiene que ser un inductor para el desarrollo de esas fuentes”, afirmó.
En ese contexto, estimó que los recursos para financiar esos proyectos deben provenir principalmente del sector privado, entre 60% y 70% del total, mientras que la financiación del sector público, bancos multilaterales y filantropía deben oscilar entre 30% y 40%.
“El BNDES tiene experiencia en la materia y ha ‘escalado’ nuevas tecnologías. Necesitamos aumentar la escala del hidrógeno verde, pero no podremos hacerlo ahora simplemente pasando del hidrógeno gris al verde. Tenemos que ser eficientes desde el punto de vista del precio”, afirma Costa.
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Ventaja competitiva
En opinión del country manager de Fortescue en el país, Luis Viga, Brasil tiene una gran ventaja para la producción de hidrógeno verde.
“Tenemos una matriz eléctrica limpia, conversamos muy bien con la minería, con el agronegocio, y tenemos potencial para agregar valor al producto nacional. El ambiente es casi perfecto para producir hidrógeno verde”, dijo el ejecutivo durante un panel en el Foro BloombergNEF.
El grupo australiano de minería y energía está trabajando para hacer posible la construcción de una planta de hidrógeno verde en el complejo industrial y portuario de Pecém, en Ceará, con capacidad para producir 175.000 toneladas al año.
La inversión estimada en el proyecto es de 20.000 millones de reales (US$3.513), una decisión que deberá tomarse en 2026, tras las negociaciones con los clientes y la normativa, así como la instalación de la infraestructura necesaria, como las líneas de transmisión, por ejemplo. El inicio de la producción está previsto para 2029.
Viga añadió que la empresa – que abrió operaciones en varios países sólo para entender el mercado del hidrógeno verde – tiene una visión holística del segmento y que Brasil reúne todas las condiciones para este tipo de proyecto: infraestructura, financiación y entorno legal.
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Producción de SAF
Para el presidente de Airbus en Brasil, Gilberto Peralta, el país tiene un gran potencial para la producción de combustible de aviación sostenible (SAF, por su sigla en inglés), pero enfrenta desafíos regulatorios y fiscales que aún dificultan el avance del sector.
“Tenemos la iniciativa privada, que está relativamente bien informada y orientada, pero el gobierno aún no se ha puesto las pilas”, dijo Peralta en una entrevista con Bloomberg Línea tras un panel en el Foro BloombergNEF.
En Brasil, las compañías de aviación deben reducir las emisiones a través del consumo de SAF, con objetivos de reducción del 1% para 2027 y del 10% para 2037.
Globalmente, más de cuarenta aerolíneas han fijado algún tipo de objetivo para el uso de SAF.
La agroindustria es uno de los posibles beneficiarios de este movimiento: el SAF es un combustible que puede producirse a partir de caña de azúcar y etanol de maíz.
En términos de costes, Brasil tiene potencial para producir SAF de forma competitiva y, según un estudio de BloombergNEF, el país es el segundo después de Singapur en este aspecto, con un coste de producción de 3,92 reales (US$0,69) por galón.
Sin embargo, sigue siendo un 59% más cara que la parafina de aviación (QAV) basada en combustibles fósiles.
“Este mercado [de SAF] no avanzará a menos que haya un tax break, a menos que haya un tax zero durante un tiempo. Y no sólo en relación con el combustible, sino también con toda la organización del sector. El capex de la industria debe estar exento”, argumentó el ejecutivo de Airbus.
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