Bloomberg — Al entrar los delegados sobre el clima en el Centro Mundial de Conferencias de Bonn el primer lunes tras el ataque de Estados Unidos a las instalaciones nucleares iraníes, recibieron una serenata por los altavoces de la canción “Que Sera Sera” de Doris Day.
Resumía perfectamente el estado de ánimo hasta de los negociadores más experimentados, que saben que, a poco menos de cinco meses de las conversaciones de la ONU sobre el clima en Brasil, mantener la atención del planeta en la lucha contra el calentamiento global constituirá una tarea titánica.
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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, retira por segunda vez al mayor emisor del mundo del histórico Acuerdo de París sobre el cambio climático.
El planeta está sumido en numerosos conflictos, que van desde la invasión de Rusia en Ucrania hasta el conflicto entre Israel e Irán. Las prioridades en materia climática han descendido y los pilares multilaterales sobre los que se construyó el Acuerdo de París se tambalean.
Este año la cumbre, que se celebrará en la ciudad amazónica de Belém, coincide con el décimo aniversario de las negociaciones de la ONU en París, en las que los países se comprometieron a mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC, e idealmente por debajo de los 1,5ºC. Pero ahora el mundo se encuentra en una encrucijada.
“Es fácil sucumbir a la destrucción y la desesperación que nos rodea”, declaró Anne Rasmussen, principal negociadora de la Alianza de los Pequeños Estados Insulares. “Es imperativo que amplifiquemos al mundo (lo) real que es esta crisis climática, incluso cuando nos quedamos cada vez más atrás”.
Las conversaciones de dos semanas en Bonn reúnen a miles de tecnócratas del clima, cuyo trabajo es sentar las bases para un resultado exitoso en el principal evento del año: la 30ª Conferencia de las Partes convocada por la ONU, o COP30.
A diferencia del año pasado, que tenía un objetivo claro por mandato, impulsar la financiación climática, aún no está claro qué necesitará Brasil, o qué pretende conseguir.
Para los anfitriones, la ardua batalla comienza ahora.
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Antes de la cumbre, los 193 países tienen que presentar las llamadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, (NDC, por sus siglas en inglés), que detallan cómo piensan cumplir su parte del objetivo del Acuerdo de París. Hasta ahora, menos de 30 lo han hecho y dos de los mayores emisores, la UE y China, no están entre ellos.
Esos planes se recopilarán y presentarán antes de noviembre para mostrar lo lejos que está el mundo del objetivo de 1,5°C. Incluso los expertos más optimistas prevén que siga habiendo una brecha significativa.
Brasil se encuentra bajo presión para presentar un plan que la cierre, pero se arriesga a una lucha entre los países con ambiciones climáticas y los productores de combustibles fósiles, como Arabia Saudita, que podría hacer descarrilar las negociaciones.
“La gran pregunta es cómo afrontará Brasil el problema cuando nos quedemos cortos con las NDC”, dijo Alden Meyer, asociado sénior del think tank (grupo de expertos) E3G y veterano observador de la COP. “¿Vamos a decir: ‘Qué pena, hemos perdido el planeta’ y nos iremos a casa?”.
Las conversaciones en Bonn tuvieron un comienzo agitado.
Brasil había pedido a los países que no presentaran ningún punto adicional en la agenda para evitar la habitual pelea sobre lo que debía discutirse, pero eso no impidió que un bloque negociador conocido como los Países en Desarrollo Afines, entre los que se encuentran India y Arabia Saudita, propusiera debates sobre medidas financieras y comerciales.
Esto significó que las negociaciones no comenzaron hasta 30 horas después de lo previsto.
La complejidad de la situación geopolítica actual quedó al descubierto muy pronto, cuando el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, canceló un discurso que debía pronunciar esta semana sobre la acción climática para ocuparse de las consecuencias de los ataques estadounidenses a Irán.
“Tenemos guerras militares, tenemos guerras comerciales. La atención de nuestros líderes políticos se ha dedicado a otros temas”, declaró Ana Toni, CEO de la COP30, en una entrevista. “Pero en la COP30 también podremos reforzar el sistema multilateral sobre el clima que tanto necesitamos”.
La asistencia de Trump a una cumbre de la OTAN en Holanda también eclipsó las negociaciones en Bonn, ya que los líderes de la OTAN acordaron aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB.
La preocupación es que se haga a expensas de la financiación climática, apenas unos meses después de que los países desarrollados acordaran proporcionar a las naciones más pobres US$300.000 millones para 2035. Brasil y Azerbaiyán deben presentar en la COP30 una hoja de ruta sobre cómo aumentar aún más esa cifra hasta US$1,3 billones.

Se prevé que gran parte del trabajo pesado recaiga en los bancos multilaterales de desarrollo (MDB, por sus siglas en inglés), como el FMI y el Banco Mundial, pero brillaron por su ausencia en Bonn. Según Yalchin Rafiyev, principal negociador de Azerbaiyán en su cumbre COP29, de las casi 120 propuestas para la hoja de ruta de financiación, sólo dos procedían de los MDBs.
“Todo nos dice que debemos estar preparados para el peor de los casos”, declaró Rafiyev en una entrevista. “Espero que aún tengamos margen para presionar a los que se espera que aporten esta financiación para que cumplan sus compromisos”.
Sin embargo, el mayor elefante en la sala era la superpotencia que no estaba allí. EE.UU. no envió una delegación a Bonn por primera vez en décadas, mientras se prepara para abandonar el Acuerdo de París a principios del próximo año. Arabia Saudita ocupó su espacio de oficinas, un momento de simbolismo que podría definir cómo se desarrolla la COP30.
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Menos de dos años después de la COP28 en Dubai, donde los países se comprometieron históricamente a abandonar los combustibles fósiles, los países desarrollados se han quedado sin un aliado clave en la lucha por una mayor reducción de las emisiones. Esto deja envalentonados a los bloqueadores tradicionales de un mayor progreso, como India y Arabia Saudita.
Los países están esperando a ver si China asume un papel de liderazgo climático. Si lo hace, la siguiente pregunta será quién se pone detrás de la segunda mayor economía del mundo a riesgo de enfadar a Trump.
“Cualquiera que quiera un acuerdo comercial con Trump no puede presentarse pregonando sus credenciales climáticas”, dijo Mohamed Adow, director de Power Shift Africa. “¿Hay alguien dispuesto a mostrarse firme con China?”.
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