Bloombeg Línea — Un 71 % de los ingresos de una persona está determinado exclusivamente por las circunstancias de su nacimiento sobre las cuales no tiene control, concluyó un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
De ese porcentaje, un 55 % de la diferencia en los ingresos depende únicamente del país en el que nacen.
Y un 16 % adicional dependerá de su sexo, de la educación y ocupación de sus padres, y del color de su piel.
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Si bien el mundo es más próspero, más saludable y tiene un nivel educativo más alto que en 1995, las desigualdades son persistentes y hay factores estructurales complejos de cambiar, según el reporte sobre La situación de la justicia social: Progresos en curso.
Además, la frágil confianza en las instituciones siguen obstaculizando el progreso hacia la justicia social en todo el mundo.
Si no se refuerza el contrato social, la OIT considera que se puede poner en riesgo la legitimidad de los sistemas democráticos y de la cooperación internacional.
La lotería del nacimiento

“La lotería del nacimiento sigue siendo real: una persona nacida en el país con la menor esperanza de vida en 2019 se espera que viva aproximadamente 53 años; una persona nacida en el país con la mayor esperanza de vida vivirá, en promedio, 30 años más”, dice el reporte.
Otro ejemplo se presenta en la formación.
La educación promedio en los países menos desarrollados es de apenas seis años, mientras que en los más avanzados supera los veinte años.
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De acuerdo a la OIT, aunque es más difícil de documentar, también existen diferencias similares definidas por el nacimiento en cuanto al reconocimiento, la voz y el poder político.
“Con unas probabilidades tan desiguales, el esfuerzo, la creatividad, la iniciativa y otras medidas de mérito desempeñan un papel menor del que deberían a la hora de determinar lo que cada uno de nosotros obtiene de la vida”, señala el documento.
En el mundo, el 1 % más rico sigue controlando el 20 % de los ingresos y el 38 % de la riqueza.
Necesidades insatisfechas mundialmente

De acuerdo a la OIT, las distribuciones desiguales de riqueza e ingresos también implican que las necesidades y deseos de miles de millones de personas no se satisfacen, como lo reflejan las cifras de quienes sobreviven con lo mínimo indispensable.
Según el informe, la informalidad apenas ha bajado dos puntos en dos décadas y todavía afecta al 58 % de los trabajadores en el mundo.
Entre tanto, la brecha de participación laboral entre hombres y mujeres se ha reducido solo tres puntos desde 2005 y se mantiene en el 24 %.
La OIT calcula que, al ritmo actual, se necesitará un siglo para cerrar la brecha salarial de género.
En el mundo, 1 de cada 4 personas carece de acceso a agua potable, en tanto que 800 millones viven con menos de US$3 al día.
De otra parte, 138 millones de niños de 5 a 17 años trabajan, 50% de los cuales lo hacen en condiciones peligrosas.
“El mundo ha progresado de manera innegable, pero no podemos ignorar que millones de personas siguen excluidas de la oportunidad y de la dignidad en el trabajo”, afirmó Gilbert F. Houngbo, director general de la OIT. “La justicia social no es solo un imperativo moral: es esencial para la seguridad económica, la cohesión social y la paz”.
Cuatro pilares fundamentales de la justicia social
La OIT plantea avanzar hacia la justicia social sobre cuatro pilares, comenzando por garantizar los derechos humanos fundamentales y capacidades.
El segundo pilar, igualdad de acceso a oportunidades, se centra en eliminar barreras en educación, formación y empleo, ofreciendo a todas las personas la posibilidad de ganarse la vida dignamente.
El tercer pilar, distribución equitativa, tiene como objetivo promover un reparto justo de los beneficios del crecimiento económico, prestando especial atención a quienes se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.
Y el cuarto pilar, transiciones justas, exige adaptar y fortalecer las instituciones para gestionar cambios sociales, ambientales, digitales y demográficos de manera justa, asegurando que nadie quede rezagado.









