Bloomberg Línea — Cuando el vino argentino Terrazas de los Andes fue reconocido por la revista Wine Spectator como uno de los 10 vinos con mejor relación calidad-precio del mundo, las ventas en Brasil se aceleraron rápidamente.
En poco tiempo, las existencias en el país se agotaron, lo que exigió un aumento de las importaciones, según personas con conocimiento del tema consultadas por Bloomberg Línea.
Una puntuación alta en una evaluación importante puede convertir un vino desconocido en un éxito de ventas de la noche a la mañana.
Una medalla de oro estampada en la etiqueta influye directamente en la decisión de compra de miles de consumidores en todo el mundo y se convierte en un argumento comercial para justificar los precios, impulsar las exportaciones y ganar espacio en el comercio electrónico y en las estanterías de las grandes cadenas.
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Pero pocos consumidores saben cómo se realizan realmente estas evaluaciones y cómo se define si una botella merece destacar o no.
“Hay varios criterios. Y tenemos que entender de qué estamos hablando”, dijo Thiago Mendes, fundador de la escuela Eno Cultura y juez del International Wine Challenge (IWC) desde 2010, en una entrevista con Bloomberg Línea.
Según explicó, la aparente simplicidad de una nota numérica esconde un complejo sistema de evaluación que combina técnica, experiencia e, inevitablemente, preferencias personales.
Los principales concursos internacionales, como el IWC y el de la revista británica Decanter, adoptan una escala común: de 80 a 84 puntos equivale a una recomendación honorable; de 85 a 89, medalla de bronce; de 90 a 94, plata; y de 95 a 100, oro. Pero la metodología de atribución varía significativamente entre las instituciones.
“En el IWC, cada mesa juzga vinos de todo el mundo. Entre blancos, tintos, rosados y espumosos”, describió Mendes.
El proceso es deliberadamente democrático: cinco jueces por mesa, incluido un Master of Wine como presidente, catan a ciegas durante dos semanas, evaluando entre 16.000 y 18.000 botellas.
Decanter, por su parte, da prioridad a la divulgación por puntuación en lugar de medallas, aunque los criterios técnicos son similares.
Por su parte, críticos individuales como Robert Parker o James Suckling operan con sistemas propios, marcados por preferencias estilísticas y regionales distintas.
La cata a ciegas es fundamental, pero no significa ausencia de contexto. Los jueces reciben información básica como el país, la región, la variedad, la añada y los niveles de azúcar, cuando es relevante.
“Si sé que estoy juzgando el Burdeos, si sé que estoy juzgando la cosecha de 2015, entiendo que fue una cosecha muy buena”, dijo Mendes.
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Del equilibrio a la complejidad
El análisis técnico sigue el método BLIC: Balance (equilibrio), Length (persistencia), Intensity (intensidad) y Complexity (complejidad).
“La medalla de oro es ese vino que quieres llevar para que todo el mundo lo conozca. Puede ser de cualquier país, de cualquier región, de cualquier variedad. Ese vino del que dices: tienes que probarlo, porque es increíble”, definió.
El rigor proviene del proceso en dos etapas: en la primera semana, los jueces eliminan los vinos que no tienen perfil de medalla; en la segunda, deciden cuáles merecen bronce, plata u oro.
Cuando hay dudas, otros paneles formados por expertos revisan las decisiones, y pueden incluso rebajar etiquetas que hayan recibido medalla de oro.
El factor humano
Incluso con metodologías estructuradas, el factor humano es inevitable.
“Cuando miras a Robert Parker, él tiene ese paladar para vinos más dulces, potentes, con acidez y taninos. Y es por eso que a Parker siempre le han gustado los vinos de Burdeos”, explicó Mendes.
James Suckling prefiere Italia y Estados Unidos, mientras que otros críticos desarrollan afinidades con regiones o estilos específicos.
Esta subjetividad no invalida las puntuaciones, pero exige que el consumidor comprenda quién está detrás de ellas.
Por su parte, la Guía Descorchados, centrada en los vinos de América Latina, tiende a dar prioridad a las bebidas más ligeras y refrescantes, con énfasis en la fruta y la acidez, explicó.
“Si el perfil de vino que le gusta al crítico es similar al suyo, vale la pena escucharlo. Por lo tanto, solo es relevante para usted si conoce la estructura de quien está detrás”, dijo Mendes.
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Impacto en el mercado
Las puntuaciones mueven millones de dólares o euros.
Se utilizan como sello de aprobación, argumento de venta e instrumento de diferenciación. Pero también han creado un mercado de premios que no siempre refleja la calidad real, según los expertos.
“Hay vinos que, cuando miras la etiqueta, tienen 50 millones de puntos. Y tú dices: ‘Tío, una pizzería no puede hacer sushi y ser tan buena en todo’”, ironizó Mendes.
En su opinión, la proliferación de concursos poco exigentes ha creado el riesgo de banalizar el sello de la medalla y ha complicado la vida al consumidor.
Los vinos de menor precio a la venta en algunos de los mayores sitios web de bebidas exhiben una avalancha de premios considerados irrelevantes, mientras que las etiquetas excepcionales pueden no ostentar ninguna medalla en la etiqueta.
En un mercado global competitivo, el consumidor debe estar atento al peso real del sello, según Mendes.
También existen plataformas colaborativas en las que los propios consumidores evalúan las bebidas.
Con el crecimiento de estos sitios web y aplicaciones, especialmente Vivino, cualquiera puede puntuar los vinos. Este proceso democratiza la evaluación, pero también aumenta el “ruido”.
Mendes reconoció el valor de la herramienta para los principiantes, especialmente como punto de partida para descubrir sus propios gustos.
“Puede ser una excelente oportunidad para decir: ‘Bien, he probado este Malbec’. A mucha gente le ha gustado ese otro Cabernet Sauvignon, voy a probarlo”, afirmó. Pero la recomendación principal sigue siendo el desarrollo del paladar.
“El consumidor no nace gustándole el foie gras, desarrolla el paladar”, dijo. Y para ello, es esencial confiar en el propio gusto.
“Si te gusta [la marca] Pérgola, un vino de mesa sencillo, entonces toma Pérgola. No hace falta que te guste otro”.
Las evaluaciones profesionales siguen siendo una herramienta poderosa para descubrir productores, regiones y estilos. Pero deben verse como una brújula, no como un mapa definitivo.
“Nunca compraría todos los vinos sin puntos de la guía, a ciegas, pensando que son los mejores vinos”, dijo Mendes al explicar su punto de vista.
En un mercado saturado de premios y guías, el consumidor bien informado es aquel que aprende a utilizar estas herramientas en su beneficio, sin renunciar a su propia experiencia.
Al fin y al cabo, el verdadero objetivo sigue siendo encontrar vinos que proporcionen placer personal, independientemente de la puntuación que figure en la etiqueta, defendió el juez del International Wine Challenge (IWC).
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