Bloomberg Línea — El Gobierno boliviano aumentó el salario mínimo del país un 10% hasta los Bs2.750 (unos US$397,4), ignorando las advertencias de los gremios respecto a las implicaciones económicas de esta medida en medio de las presiones financieras que atraviesa.
La administración de Luis Arce decidió subir el salario mínimo del país luego de una reunión con la Central Obrera Boliviana (COB) en el edificio de gobierno Casa Grande del Pueblo.
Asimismo, el Gobierno boliviano anunció un aumento del 5% al haber básico, beneficiando a los sectores de la salud, educación, Policía y Fuerzas Armadas.
Con el incremento, el salario mínimo nacional en Bolivia a partir del 1 de mayo pasará de Bs2.500 (US361) a B.s2.750 bolivianos, siendo uno de los más altos de la región.
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“Este aumento es una señal inequívoca de que el deterioro macroeconómico se está profundizando. No es un movimiento proactivo. Es una respuesta tardía a una dinámica que ya se ha salido de control”, dijo a Bloomberg Línea el economista del Instituto Internacional de Finanzas, Jonathan Fortun.
Entre los argumentos, se refiere a un contexto en el que la inflación interanual ya supera los dos dígitos, las reservas internacionales apenas cubren semanas de importaciones y el déficit fiscal sigue clavado por encima del 7% del PIB.
Explica que para el sector privado, la situación es especialmente crítica, ya que según Fortun “las empresas enfrentan ya un cóctel de presión de costos, caída de la demanda interna, encarecimiento del financiamiento y restricciones crecientes al acceso de divisas”.
Ahora, deberán absorber también un aumento salarial de dos dígitos, en un entorno donde trasladar mayores costos a precios finales es cada vez más difícil.
En la práctica, muchas pequeñas y medianas empresas verán sus márgenes evaporarse o se verán forzadas a ajustar nóminas. En un país donde la informalidad ya supera el 70% del mercado laboral, el riesgo de una nueva ola de informalización es real y cada vez más inminente.
Jonathan Fortun, economista.
Posibles efectos en la inflación en Bolivia
A comienzos de mes, la Cámara Nacional de Industrias (CNI) planteó incluso “congelar” el aumento salarial en 2025 ante la situación que atravesaba la economía boliviana.
Con esta propuesta, el gremio pretendía evitar “una espiral inflacionaria en Bolivia que impulse aún más la caída de la inversión, la producción, las exportaciones y el empleo formal”.
Bolivia pasó de estar en el club de los países con la menor inflación en la región a padecer por el aumento de los precios en medio de un panorama marcado por la escasez de divisas y de combustible, con el trasfondo del declive de las exportaciones de gas.
El país andino, otrora considerado un mercado estable gracias al soporte del gas, que le permitió mantener el crecimiento económico junto con una inflación bajo control, ahora está bajo presión.
En 2024, la inflación acumulada llegó a su nivel más alto desde el 2008 y se situó en el 9,97%. En marzo pasado, la inflación se ubicó en el 14,63% interanual, según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
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Las implicaciones de la subida del salario mínimo en Bolivia
Fortun recordó que en 1985 y 1986, el gobierno también intentó contener el deterioro del poder adquisitivo mediante aumentos salariales que “siempre llegaban demasiado tarde”.
Según Fortun, el aumento del haber básico “revela prioridades políticas claras: reforzar el ingreso de grupos estratégicos para la estabilidad social, incluso a costa de deteriorar aún más la ya frágil posición fiscal”.
La receta no solo fracasó, sino que alimentó una espiral de precios y salarios que culminó en episodios de hiperinflación descontrolada. Hoy la situación aún no alcanza esas magnitudes, pero la lógica que subyace a las decisiones actuales sigue el mismo libreto: aumentos reactivos, sin ancla creíble de expectativas, sin disciplina fiscal y sin un plan integral de estabilización.
Jonathan Fortun, economista.
Para el analista, el aumento del haber básico en estos sectores clave ejercerá presión adicional sobre el gasto público, en un momento en el que la pérdida del ancla fiscal es uno de los principales factores de desestabilización de las expectativas económicas.
La advertencia es que si la situación persiste, Bolivia corre el riesgo de quedar atrapada en un ciclo de aumentos salariales sucesivos, en el que el poder adquisitivo seguirá perdiendo terreno.
El impacto sobre el tejido productivo —ya debilitado por la baja confianza empresarial— podría ser profundo y prolongado.
“Se podría calificar como un incremento temerario, nada sensato y muy político”, dijo a este medio Luis Fernando Romero Torrejón, presidente del Colegio Departamental de Economistas de Tarija.
Más allá de la inflación, considera que el aumento generará mayor informalidad, desempleo, caída de inversión y presión sobre el dólar paralelo.
El Gobierno financiará el alza con recortes, deuda o emisión de dinero, mientras que el sector privado, probablemente, con subida de precios y despidos, anticipó Romero Torrejón.