Bloomberg Línea — Tras un 2024 marcado por precios de energía elevados y presiones climáticas severas, Colombia recorre 2025 con tarifas en descenso. Pero según Esteban Piedrahita, líder financiero de Celsia, el país no puede permitirse bajar la guardia.
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Durante un conversatorio con la líder de acciones de Davivienda Corredores, Katherine Ortiz, Piedrahita dijo que el alivio tarifario responde a factores coyunturales y esconde un problema de fondo: una matriz energética que sigue dependiendo del agua y de decisiones que no llegan.
“Así como decíamos que el año pasado las altas tarifas no eran el reflejo de un problema estructural, tampoco podemos decir que las tarifas bajas significan que ya todo está perfecto”, advierte Piedrahita.
De Niño a Niña, pero sigue el problema
Colombia experimentó en 2024 un fenómeno de El Niño con sequías prolongadas que dispararon los precios en bolsa.
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La razón es simple: ante el agotamiento hídrico, el país tuvo que activar generación térmica y usar gas importado –más costoso y dependiente de la tasa de cambio– para evitar racionamientos.
“Es muy importante rescatar del 2024 que no nos apagamos. Desde 1991, con todo tipo de Niño, este país no se ha apagado”, dijo Piedrahita, quien también recuerda que más del 80% de la energía consumida en días normales proviene de fuentes hidroeléctricas.
Esa estructura dejó a más del 20% de la demanda nacional expuesta a precios en bolsa en 2024.
Explica el ejecutivo que hoy, con La Niña en curso, los embalses se recuperaron, los precios bajaron y la exposición subió incluso al 30%, beneficiando al usuario, pero advierte que eso es, por ahora.
“El precio se deprime, lo que nosotros llamamos el cero: un valor en el que solamente se recaudan los costos”, explica Piedrahita.
Lo estructural: más demanda, menos oferta firme
El problema no está sólo en el clima. Piedrahita señala que la capacidad de generación no ha crecido al ritmo que demanda el país: “Nuestra capacidad de reserva, incluyendo la oferta competitiva de gas, no viene creciendo a las mismas velocidades que necesitamos como demanda”. El resultado es que cada vez más consumo queda expuesto a la volatilidad de la bolsa.
Una parte del problema son los tiempos: una planta solar, que es la más rápida de construir, toma al menos tres años entre medición, licenciamiento, conexión y operación. “Lo que hoy veo no es lo que voy a ver dentro de un año. Por eso hay que actuar antes”, subraya.
Las proyecciones actuales señalan que el próximo evento de El Niño puede ocurrir a finales de 2027. Y si no hay capacidad nueva instalada para ese momento, el riesgo de apagón volverá.
“Cuando yo miro al 2027 y comparo lo que se está construyendo con el crecimiento de la demanda, hay un faltante. Y si llegamos a un Niño y nos faltaba energía, no hay forma de solucionar ese problema en el momento”, advierte.
La energía que llegó tarde
Entre los proyectos clave que no han entrado a tiempo está el parque eólico de La Guajira, prometido para estar listo hace más de dos años, pero aún no operativo. La historia se repite: “Parecido a lo que pasó con Ituango. Cuando entró ya venía tarde. Ya la necesitábamos en el pasado, nos estamos desatrasando”.
Y mientras tanto, la demanda no espera: aumenta con el crecimiento económico, la electrificación del transporte y nuevas cargas en la red.
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A eso se suma una paradoja técnica: aunque la energía solar es clave para diversificar, no entrega la misma firmeza que las térmicas.
“Para tener la misma energía firme que una planta térmica, con solares hay que construir y construir”, aclara Piedrahita.
“Tú, yo y todos los colombianos prendemos el foco con energía, no con potencia”.
Cuello de botella regulatorio
El sector eléctrico también enfrenta una parálisis normativa. La esperada subasta de cargo por confiabilidad no se ha concretado, y la última ventanilla de conexiones aprobó menos del 1% de las solicitudes, en su mayoría renovables. “No me dan conexiones, no me dan cargo, no me dan gas”, resume Piedrahita.
“Para construir una planta se necesita una señal que yo pueda meter en un modelo financiero. Hoy hay tantas incertidumbres que los proyectos no logran pasar de las ideas a ser construibles”.
En paralelo, no se han reactivado subastas de renovables de largo plazo como las de ciclos anteriores. Y sin señales claras de precios, los proyectos enfrentan barreras de bancabilidad.
¿Qué sí se ha hecho?
Pese al contexto, Piedrahita reconoce avances: el país ha logrado instalar cerca de una gigavatio en energías renovables, y algunos proyectos como los 200 megavatios solares recién adjudicados a Celsia están en camino.
Pero reitera: “No tienen el mismo nivel de firmeza para resolver el problema del país de no apagarnos. Muy buena energía, la quiero mucho, va a aportar al portafolio de Celsia, pero no es todo lo que necesitamos”.
Se concluye que Colombia goza hoy de precios bajos por razones climáticas, pero sigue enfrentando una tensión de fondo: una demanda creciente y una oferta que no avanza al mismo ritmo. La solución no será inmediata ni simple. Depende de inversión firme, decisiones regulatorias oportunas y una visión clara hacia 2027.
“No es una alarma de que mañana nos vamos a quedar sin luz. Pero sí es una alerta que debemos atender ahora, no después”, advierte Piedrahita.
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