Bloomberg Línea — A un gran grupo de emprendedores de las Islas Galápagos (Ecuador) les une una sola causa: la conservación de este Patrimonio Natural de la Humanidad. Quieren reducir la cantidad de residuos que se generan o llegan a las islas y, en lo posible, minimizar las importaciones desde Ecuador continental.
Estos negocios fueron presentados en el V Encuentro Empresarial Galápagos – Santa Cruz 2025 que se desarrolló del 22 al 24 de octubre en la ciudad más poblada de las islas. Este espacio unió a emprendedores locales con actores del sector turístico y comercial con el fin de fortalecer las cadenas de valor del archipiélago.
“Si continuamos trayendo alimentos u otros insumos del continente contribuimos a traer especies invasoras que son la principal amenaza de las islas”, dijo César Viteri, investigador de la Estación Científica Charles Darwin, institución que fomenta el desarrollo de emprendimientos locales y parte del encuentro empresarial.
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Durante los tres días del encuentro se realizaron talleres de pitch comercial, mesas de trabajo sobre oportunidades de venta y sesiones de mentoría para impulsar los proyectos.
Maggie Crespo, gerente de Comunicación Corporativa y Sostenibilidad de Metropolitan Touring, resaltó el espíritu emprendedor de los galapagueños: “Son negocios que llegan al corazón. No solo enseñan al Ecuador y al mundo sobre conservación, sino también sobre comunidad”.
En este marco, las instituciones participantes destacaron cinco negocios por su innovación, prácticas sostenibles y contribución al desarrollo local. Estas son sus historias:
Galapago Eyewear, de Ecuador a Miami
Este emprendimiento nace hace tres años con el objetivo de crear algo “cool” y que contribuya a reducir los residuos plásticos en Galápagos, cuenta su cofundadora Karla Mosquera. Es así que junto a su socio decidieron fabricar marcos de gafas a partir de envases de champú, detergentes, desinfectantes y redes de pesca recuperadas en el mar.
“Este negocio es como cuidar Galápagos porque nació pensando en la conservación de las islas, más que en hacer dinero”, dice Mosquera.
Desde que nació el negocio, han recolectado más de 100 kg de plástico en limpiezas costeras o que han sido entregados directamente por los pobladores de las islas.

Por ahora, elaboran los marcos y ensamblan las gafas a mano en un taller en Quito, pero apuntan a hacerlo todo en Galápagos. Sus gafas tienen lentes de protección UV400 y su precio varía entre US$69 y US$119. Tienen puntos de venta en Quito, Galápagos y Miami.
Mosquera reconoce que el manejo de los residuos en Galápagos es aún un desafío y lamenta que la mayoría de los desechos que llegan a las islas no sea producida por sus habitantes, sino que vienen de embarcaciones que navegan por la región, por lo que el desafío es más grande.
Fundación Naveducando crea experiencias en el mar
Desde hace cinco años, la Fundación Naveducando, liderada por Noémi d’Ozouville, ha emprendido la misión de lograr que los niños de 11 años de Galápagos conozcan el mar que los rodea. “A pesar de vivir en este laboratorio viviente, muchos no han tenido la oportunidad de explorarlo por barreras geográficas, económicas o regulatorias”, explica d’Ozouville, de nacionalidad francesa, aunque se siente galapagueña de corazón.
Su iniciativa busca convertir embarcaciones en aulas flotantes, donde los estudiantes aprenden sobre la biodiversidad marina mientras hacen snorkel, exploran la zona costera y fortalecen su conexión con la naturaleza.

D’Ozouville considera que los niños de 11 años están en una edad clave para interiorizar el cuidado del medio ambiente. “Queremos que los niños comprendan dónde viven y se sientan parte del océano, no solo espectadores”.
Para garantizar la sostenibilidad del programa, la fundación ha desarrollado talleres de team building para empresas turísticas de las islas, que a la vez colaboran facilitando las embarcaciones.
El proyecto ya ha llegado al 60% de los estudiantes de séptimo año en las cuatro islas habitadas de Galápagos, y su meta es alcanzar al 100% de los 500 niños antes de febrero.
Galapet combate el desperdicio de alimentos
Vinicio Castillo transformó un problema de desperdicio en su propia planta de procesamiento de pescado en una oportunidad para las mascotas locales con Galapet. “Antes se desechaban todos los restos de pescado; ahora se los damos a nuestras mascotitas”, explica Castillo.
Su propuesta comenzó con pruebas de diferentes pescados, descubriendo que la albacora es la favorita de gatos y perros. Ahora producen croquetas y alimentos en otras presentaciones que además son empacados con fundas biodegradables.

El emprendimiento familiar además busca reducir las importaciones del alimento de mascotas a la isla. “Todo viene de afuera, y eso contamina; la idea es consumir nuestro propio pescado, que es nutritivo, orgánico y sin químicos”, apunta Castillo. Su visión es que cada uno de sus productos refleje un enfoque sostenible que conecta la alimentación de mascotas con la preservación del entorno local.
Dakómer se enfoca en empaques biodegradables
Dakómer transforma el plástico tradicional en biodegradable y compostable. “Desarrollamos bolsas y empaques que conservan todas las propiedades del plástico, pero se degradan mucho más rápido gracias a un aditivo que permite que los microorganismos los consuman en rellenos sanitarios, reduciendo emisiones de CO₂ y generando biomasa”, explica Gustavo Daza, representante del negocio.

Dakómer busca reemplazar los empaques convencionales en empresas locales y exportadoras, ofreciendo alternativas como bolsas 100% recicladas, bolsas compostables y empaques biodegradables para alimentos. Aunque la normativa todavía limita la producción completa en las islas, el objetivo es fabricar todos los productos localmente para minimizar el transporte y el impacto ambiental.
Gracias a este enfoque, Dakómer también busca abrir el camino para que las empresas de Galápagos adopten prácticas más amigables con el entorno.
Del Mar al Campo apunta a los fertilizantes orgánicos
En plena pandemia del Covid-19, Walter Borbor, pescador de la Reserva Marina de Galápagos, detectó que los desperdicios de pescado, tanto los que se vertían al mar como los que llegaban al relleno sanitario, generaban una contaminación significativa en las islas.
Gracias a una alianza entre su cooperativa de pescadores y la ONG Conservación Internacional iniciaron las investigaciones y pruebas de laboratorio para transformar esos residuos de pescado en fertilizante orgánico para la agricultura local. Así nació Del Mar al Campo.

Los pescadores recolectan los residuos abandonados en el mar y en un pequeño taller ubicado en Santa Cruz, estos procesados artesanalmente con ácido fórmico, un ácido orgánico simple. Luego de un periodo de incubación de 15 días, se obtiene un fertilizante líquido rico en nutrientes.
Tras casi cinco años de ensayos, ahora su producto ya está en la fase final para obtener el registro sanitario y salir al mercado. Apuntan a convertirse en los proveedores de fertilizantes de las 1.054 fincas agrícolas de Galápagos que dependen de fertilizantes importados.









