Vivir en Cuba: claves de la crisis alimentaria y las remesas como salvación

La crisis está asociada a un modelo socioeconómico centralista, verticalista y arbitrario, entre otras razones, según expertos. Aquí, la tercera parte un reportaje que retrata la lucha diaria en Cuba para no morir de hambre.

Cuba
Por Mel Herrera - Carlos Cuevas
04 de marzo, 2025 | 06:00 AM

Esta es la última de tres entregas de un reportaje sobre el hambre en Cuba realizado por Bloomberg Línea. Para leer la primera parte puede hacer clic en este enlace y la segunda, aquí.

La Habana, Cuba — La dificultad para acceder a los alimentos en Cuba no es de ahora, pero se acrecentó desde 2021, tras la denominada “Tarea de Ordenamiento” puesta en marcha por el Gobierno, explica una investigadora de Food Monitor Program (FMP), una iniciativa que lleva años evidenciando cómo el derecho a la alimentación es utilizado como un instrumento de control político, que pidió anonimato para poder seguir indando esta problemática.

“La Tarea de Ordenamiento trajo consigo la unificación monetaria, devaluando mucho el peso cubano y creando una inflación tremenda de los productos básicos; un reajuste de los salarios y las pensiones, aunque se trató de un ajuste irreal que no representaba la capacidad de adquisición, y el aumento considerable en las tarifas de servicios básicos, que eran bastante subvencionados. Un 98% de la población experimentó el aumento en los costos de los alimentos en los últimos tres años”.

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La investigadora de FMP plantea que la isla enfrenta una policrisis. Entre las tres causas de la problemática alimentaria que identifica, se encuentra la ineficiencia de un modelo socioeconómico dependiente de las importaciones. Y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) le da la razón con el siguiente dato: “El campo en Cuba está subexplotado, por lo que el país actualmente importa alrededor del 80% de sus necesidades de alimentos”.

A ello se suma el control de las fuerzas productivas y la corrupción, aunque el Gobierno se justifique en el embargo económico estadounidense y la caída del sector turístico tras el Covid-19, argumentos que la experta controvierte.

“El embargo económico tiene una excepción al envío y comercialización de alimentos, ya antes del 2000 el pollo era importado desde el sur de Estados Unidos. De hecho, Cuba es el octavo socio comercial en alimentos con ese país”, comenta, “por lo que específicamente la seguridad alimentaria no puede atribuírsele en su totalidad a las sanciones”.

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Respecto al turismo, agrega que su caída no es consecuencia de la pandemia, sino de la imagen de la isla frente al mundo.

“Hay una percepción internacional de que Cuba es autoritaria tras la represión a las manifestaciones del 11J, el mito de la revolución tropical, que era tan interesante, ya pasó. Ningún turista quiere ir a un país con hoteles espectaculares, pero con las calles rotas y personas mendigando, un país que se puede quedar completamente sin luz”.

La Habana - Cuba

El economista cubano Miguel Alejandro Hayes, en conversación con Bloomberg Línea, coincide en que el principal elemento a tener en cuenta para entender la crisis cubana es la “implantación de un modelo incapaz de generar los recursos necesarios para producir y, al mismo tiempo, incapaz de generar los modos en que esos recursos puedan producir la riqueza suficiente”.

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La crisis de hoy, explica el experto, no es más que el acumulado de lo que ha ido generando el modelo económico cubano, caracterizado por una “planificación central, verticalista y arbitraria”.

Un modelo que ha desincentivado las fuerzas de trabajo al tiempo que ha fomentado la descapitalización y la destrucción de las capacidades productivas; es decir, la depreciación y la no reposición de los activos en la economía cubana.

Como aborda el también economista Mauricio de Miranda, profesor titular de la Universidad Javeriana de Cali, en su artículo El ‘modelo’ económico cubano y la persistencia del subdesarrollo, muchas empresas industriales estatales se encuentran paralizadas por obsolescencia tecnológica y escasez de materias primas, “mientras las exiguas divisas en manos del Estado impiden las inversiones necesarias para relanzar el sector industrial”.

Dada su verticalidad, arbitrariedad y a la falta de mecanismos democráticos que le hagan contrapesos, para Hayes la toma de decisiones en el modelo cubano no está enfocada en la eficiencia económica, sino en los intereses y la supervivencia de la elite que dirige el país, y luego en la supervivencia del resto.

Con respecto al embargo económico, aunque el experto reconoce su impacto en la economía cubana, no lo considera determinante. Tampoco consiente las cifras que expone el régimen de La Habana.

Un reciente informe de la Cancillería cubana aseguró que del 1 de marzo de 2023 al 29 de febrero de 2024 el embargo económico causó daños y perjuicios materiales estimados en US$5.056,8 millones.

Los datos oficiales no pueden ser contrastados por organizaciones y expertos independientes debido a las fuertes restricciones al acceso a la información que mantiene el régimen.

Según la misma fuente, entre enero de 2021 y febrero de 2024 se habrían reportado “1.064 acciones por parte de bancos extranjeros, de negativas a prestar servicios a entidades cubanas, incluyendo transferencias para la compra de alimentos, medicamentos, combustible, piezas de repuesto para el sistema energético nacional y bienes de consumo esenciales para la población”.

Sin embargo, Hayes considera que es imposible medir el impacto real de las sanciones.

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Las estimaciones de los modelos de medición del impacto del embargo a la economía cubana más serios que ha encontrado, varían entre los US$1.500 y US$3.000 millones anuales.

“Y parten del supuesto de la eficiencia de la economía cubana, lo cual es un grave error”, acota. “Es real que existe y que impacta, aunque muy por debajo de las cifras medianamente serias, y el cuánto impacta es lo suficiente para que no sea determinante”.

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Más determinante es, en cambio, que pese a esta crisis alimentaria y a no alcanzarse en los últimos años los ingresos previstos por el turismo, la clase dirigente continúe invirtiendo especialmente en ese sector y en la construcción de hoteles y no en el sector agropecuario.

También es paradójico que en una isla sus habitantes no consuman pescado ni mariscos y existan restricciones a la pesca. El déficit de recursos, energía y equipos limita la producción pesquera en Cuba, priorizando exportaciones y turismo sobre el consumo interno.

El ministro de Agricultura ha justificado toda esta situación con el impacto de las sanciones estadounidenses, los altos precios de las materias primas y la escasez de combustible.

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No obstante, un informe de la ONEI reveló que de enero a septiembre de 2024 se destinaron 6.781,9 millones de pesos (alrededor de US$20 millones) a la construcción de hoteles y restaurantes, así como 17.311,4 millones de pesos en servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler. Entretanto, en la agricultura, ganadería y silvicultura el Gobierno apenas invirtió 1.829,3 millones de pesos.

En educación y salud, que antaño fueron unas de las banderas de la revolución cubana, apenas fueron invertidos 671,3 y 1.205,2 millones de pesos cubanos, respectivamente.

Inversión Pública en Cuba 2024

Por si fuera poco, en diciembre del año pasado, se supo a través de unos documentos filtrados al Miami Herald, que el conglomerado militar empresarial GAESA –un holding estatal vinculado al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que gestiona sectores clave de la economía cubana, incluyendo más del 80% del sector turístico– ha estado reteniendo miles de millones de dólares que ingresan al país anualmente y los han desviado para su incesante plan de construcción de hoteles, en medio de la profunda crisis que sufren los cubanos.

Estas empresas militares, cuyos ingresos están separados de las arcas públicas, no están bajo la supervisión de la Contraloría General de la República y su información financiera es mantenida en secreto.

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Sin embargo, los documentos filtrados indican que solo Gaviota, por ejemplo, una de las empresas turísticas de GAESA, acumula alrededor de US4.300 millones en sus cuentas bancarias. Estas cifras exceden considerablemente los US$250 millones que el Gobierno ha declarado necesitar para mantener la red eléctrica del país, así como los US$129 millones anuales para suministros médicos.

En cuanto a la corrupción, vale apuntar la destitución del exviceprimer ministro y exministro de Economía, Alejandro Gil, en febrero de 2024, debido a “graves errores” y a haber reconocido “graves imputaciones”, aunque lamentablemente el proceso no ha gozado de transparencia.

Sin embargo, la opinión pública ha especulado que Gil solo habría sido un chivo expiatorio de la clase dirigente en su lucha por sobrevivir en el poder y proteger sus intereses. Una clase que ostenta un modo de vida muy distinto al resto de la ciudadanía, sobre todo sus descendientes más jóvenes, como expresó la doctora e investigadora cubana Ivette García en su artículo “Ellos y nosotros, sus hijos y los nuestros…”:

“Una clase que no rinde cuentas, que no declara su patrimonio personal, que tiene un enemigo externo al que puede culpar de todo, que controla los medios, mantiene oculta su vida privada y no precisa del voto popular, no siente compromiso más que con ella misma. Puede construir un capitalismo de la peor especie y vestirse con desfachatez de socialista para la escena pública”.

Sálvese quien pueda… o quien tenga familia en el extranjero

En Santiago de Cuba, Roberto Pérez está convencido de que en Cuba hay de todo para comer, lo que no hay es dinero. “Si tú tienes un pariente en el extranjero que te manda remesas o si eres dueño de un negocio o de una mipyme, tú puedes comer un poco mejor”, dice.

Si de algo también está convencido es que de Cuba hay que emigrar. A sus 42 años no es una opción que descarte, aunque preferiría fuera su hijo mayor, de 22 años, el que se abriera paso en el mundo, “para que tenga un mejor futuro, ahora que todavía es joven”.

Los jóvenes cubanos están constantemente entre la espada y la pared. Deben escoger entre quedarse en la isla y salir para mejorar sus condiciones de vida y las de quienes dejan detrás.

Así le ha tocado a R., de 30 años, quien tras cinco años de haber emigrado a Europa, ha vuelto de visita a su natal Jagüey Grande, provincia de Matanzas. Prefiere mantener su identidad en anonimato por miedo a represalias como que le impidan salir de Cuba.

El panorama encontrado a su regreso ha sido de mucho estrés y desolación. “Todo se les ha convertido en un lujo”, dice refiriéndose a su abuela y su madre, quienes reciben una pensión de 1.500 y 1.600 pesos, respectivamente.

Dice que hay gente que no tienen nada y viven de la caridad de los vecinos.

Las familias allí subsisten un poco mejor si trabajan directamente en la tierra y si, como en el caso de la suya, tienen un pariente en el extranjero.

Apagones en Cuba

También relata que el tema de la alimentación en Cuba empieza a aparecer mucho antes de llegar. “Si tú tienes contacto con familiares aquí y sabes que no tienen a nadie más que los ayude, intentas, buscas y de pronto te encuentras por internet paquetes de comida que envías de vez en cuando, porque no siempre se puede”.

El envío frecuente de paqueterías de comida o “combos”, como se le suele llamar, y de remesas, es insostenible para más de un emigrado o en el exilio. Sin embargo, por años las remesas han sido otro sector que sustenta la economía cubana.

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Las cifras del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) revelan que quienes reciben estas cantidades económicas regulares desde el exterior son quienes más holgados viven y quienes pueden comprar en las mipymes.

“Se está desarrollando una extracción de divisas por medio de las remesas bajo un tema emocional de que tú tienes que alimentar a tu familia, porque si no lo haces, se muere; porque no tienes otra alternativa”, dice la investigadora de FMP.

Incluso, hay establecimientos que reciben pagos en euros y dólares. Recientemente, el Gobierno anunció la “dolarización parcial de la economía” que, según el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, “busca mejorar la gestión, control y asignación de divisas a los actores económicos del país”.

No es ilógico que muchos desconfíen. Ya ha ocurrido antes: cuando el Gobierno anuncia un plan que tiene como objetivo captar divisas para relanzar la economía, las destina a sus renglones de interés y no a los de mayor emergencia.

Al mismo tiempo, varios expertos han advertido que esta “dolarización parcial” genera segmentaciones y agrava las desigualdades, incluso superando las de su predecesora, la “Tarea Ordenamiento”. Esta última introdujo en 2021 tiendas en una divisa electrónica a la que no todos podían acceder, bajo la promesa, nunca cumplida, de que las recaudaciones de dichas tiendas servirían para abastecer las de moneda nacional, las de la gente de a pie.

Cada vez son menos los cubanos que reciben remesas y que pueden acceder a ese tipo de tiendas mejor abastecidas. El resto y principalmente los adultos mayores, de los cuales el 79% presenta problemas para comprar productos básicos, deben acudir a las tiendas estatales cuyos precios son menores y por lo general están desabastecidas. Y si hay alimentos, deben recorrer numerosas calles para encontrarlos y hacer filas de horas para adquirirlos.

Imagen de archivo. Manifestantes se reúnen durante una protesta 'Rally for Cuba' en Miami, Florida, EE.UU., el martes 13 de julio de 2021. El domingo estallaron protestas antigubernamentales en toda Cuba, conocidas como 11J, cuando miles de personas denunciaron el aumento de los precios, la falta de productos básicos y los frecuentes apagones. Fotógrafo: Marco Bello/Bloomberg

“Cuando tú vas a comprar estos productos [en las tiendas estatales], no tienen las características específicas para un consumo, su color es oscuro, de mal olor, de mal sabor. Algunos alimentos se venden sin cumplir las condiciones higiénicas sanitarias mínimas”, denuncia la médico Daily Coro.

Además, hay otra opción legitimada por los cubanos ya hace tiempo: comprar en el mercado informal, donde se comercializan productos desviados por los campesinos durante su proceso de venta al Estado a bajos precios. Sin embargo, como la producción local va en declive, no tienen mucho qué ofrecer.

Quienes no reciben remesas y tampoco tienen trabajo ni pensión viven en condiciones de mendicidad y comen de lo poco que les pueden brindar sus vecinos, cuando no buscando en la basura.

En la actualidad, el temor es que se repita un brote de neuropatía óptica, una enfermedad que genera algún tipo de pérdida de la visión, similar a la documentada en Cuba en los noventa y que padecieron al menos 50.000 pobladores, en ese entonces asociada a la nutrición, explica Daily Coro.

“Nosotros los cubanos tuvimos una generación que enfermaba por hambre”, dice. “Nosotros no teníamos acceso a una alimentación adecuada y ahora están todas las condiciones dadas para que esto vuelva a ocurrir”.

Cansado del ajetreo que conlleva el “invento”, Pérez se sienta por fin a comer junto a su hijo menor. Comparado con el de otras jornadas, el menú de hoy –arroz, salchichas, chícharos y yuca– parece de un día especial.

No sabe qué comerán mañana. Lo cierto es que por ahora no quiere hacer otra cosa que disfrutar de su plato. “No me puedo volver loco”, dice. Ya habrá tiempo más tarde para “poner la cabeza a funcionar” en cómo hacer para comer mañana, en prepararse para “ir a la lucha otra vez”.

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