Esta es la segunda de tres entregas de un reportaje sobre el hambre en Cuba realizado por Bloomberg Línea. Para leer la primera parte puede hacer clic en este enlace y la tercera, aquí.
La Habana, Cuba — Roberto Pérez, de 42 años, le dice todos los días por teléfono a su hijo mayor, radicado en La Habana, que si en la capital se aguanta hambre, imagine cómo está la situación en Santiago.
La provincia ubicada al sur oriente de la isla, a más de 860 km de la capital cubana, es conocida como la “Ciudad Héroe de Cuba” por su papel crucial en las luchas independentistas, y como cuna de la Revolución. Pero ni siquiera las gestas del pasado parecen poderla salvar de la crisis.
“Aquí en Santiago lo que hay es tristeza”, dice Pérez. “Hay que hacer de tripas corazones para poder alimentarse. El que almuerza no cena y el que cena no almuerza. La gente se está cayendo en la calle, desmayándose. ¿Qué familia cubana, qué familia santiaguera puede mantener a sus hijos así?”, se pregunta.
Mientras prepara el almuerzo con leña en medio de uno de los frecuentes cortes de electricidad que afecta a todo el país, este padre soltero, a cargo de un menor de quince años, repasa los desafíos diarios suyos y los de sus coterráneos.
“El único alimento que hay en Santiago de Cuba es pollo, picadillo y salame”, dice Pérez. “Un salame inventado, que no se sabe de dónde sacaron, y que cuesta 350 pesos la libra. Las bodegas están por gusto, ya no llega casi nada”.
Según este hombre, 1.000 pesos diarios como mínimo es lo que necesita un santiaguero para “malcomer”.
“Tú tienes que inventar todos los días para comprar, por lo menos, una libra de arroz, que son 200 pesos; una libra de picadillo, 350 pesos, una berenjena o quimbombó para acompañarla porque si no, no alcanza; y una vianda en 30-35 pesos”.
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Pérez no recuerda cuándo fue la última vez que probó un buen pescado, una lasca de queso o un trozo de carne de cerdo; ni tampoco cuándo pudo desayunar con un huevo, leche y café.
Hoy, por ejemplo, está cocinando arroz, chícharos, yuca y salchichas. Y ha tenido que hacerlo con leña a falta de suministro eléctrico y de gas, otro rostro innegable de la crisis cubana.
Tanto en las zonas rurales como en las ciudades y provincias fuera de la capital, la gente ha tenido que recurrir a la leña para cocinar, o, en el mejor de los casos, al carbón. Otros cocinan de madrugada, cuando hay corriente, y así dejan la comida del día lista.

“A veces logras conseguir un poquito de comida, pero entonces no tienes corriente o gas”, lamenta Roberto. “Es como si se hubieran olvidado del pueblo y dijeran: ‘defiendanse ustedes y vayan a ver cómo sobreviven’”.
Si algo le preocupa es la alimentación de los niños, que sus meriendas consistan en un pan con aceite y un refresco en polvo “que los está matando, porque todo ese producto químico va a los riñones.”
“La última leche que llegó fue para los niños de cero a un mes. ¿Y los demás que están en el desarrollo, que es cuando necesitan de verdad tomarse su leche para el calcio, para el crecimiento?”, se pregunta.
No por gusto en 2024, la Unicef incluyó a Cuba por primera vez en su informe “La pobreza alimentaria infantil. Privación nutricional en la primera infancia”, y alertó que la pobreza alimentaria en Cuba afecta profundamente la dieta de los menores, quienes subsisten con leche materna, productos lácteos y alimentos ricos en almidón; entretanto, sólo el 9% de los niños cubanos tendrían acceso a dos de los ocho alimentos indispensables para una vida sana.
También se supo que, a inicios de 2024, Cuba había pedido por primera vez ayuda de manera urgente al Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas para el suministro de leche a los menores de siete años.
Un poco más privilegiado que Pérez y que otras familias santiagueras, se siente Enrique Yecier, un emprendedor y creador de contenido de 33 años, también residente en esa provincia.
El apoyo colectivo, junto con el acceso ocasional de algunos de los miembros de su familia a módulos de alimentos que reciben en sus centros de trabajo, hace más manejable la situación.
“Nosotros podemos hacer las tres comidas: desayuno, almuerzo y cena. Lo que el desayuno es si acaso un vaso de café con leche, cuando hay leche, y un pan”, dice Yecier. “Pero hay gente que come una sola vez al día o muy poco para comer más de una vez. Y aquí se ha visto personas mayores de 40 años desmayarse por el hambre”.

Yecier cuenta que lo que más se consigue es picadillo, “la fuente principal de alimentación”, porque es lo más económico, y explica que, si se acompaña con alguna vianda como el plátano burro, aumenta el volumen y rinde más para todos.
“Por la libreta [de racionamiento] no está llegando casi nada. En el mes de enero no llegó nada, ni arroz ni azúcar, nada. Las personas tuvieron que comprarlos a precio de calle. Por fortuna, los privados están vendiendo bastante arroz criollo entre 160 y 180 pesos la libra, pero hay personas que no pueden, definitivamente no pueden.”
Hace poco compró cinco huevos a 100 pesos cada uno, una libra de spam a 350 pesos y una botella de aceite a 850 pesos. Por estos productos gastó alrededor de 1.300 pesos y le alcanzaron para cuatro o cinco días.
Asegura que mucha gente se alimenta a base de arroz y fritura de harina, porque no tienen para más.
Según una encuesta sobre inseguridad alimentaria de Cubadata, una encuestadora digital e independiente, realizada durante el primer trimestre de 2023, el 50,3% de los entrevistados habría tenido que comprar alimentos menos nutritivos para aliviar el hambre con alimentos de menor costo.
Una crisis que se acentuó tras el fin de la Unión Soviética
La crisis que sufren los cubanos no es de ahora. Comenzó en los noventa tras la pérdida del respaldo económico de la extinta Unión Soviética y, desde entonces, el país no ha podido recuperarse.
El colapso de un modelo económico con fallas desde hace décadas y la mala gestión del Gobierno, han llevado a la isla a su momento más crítico en años.
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El Producto Interno Bruto (PIB) se ha contraído por segundo año consecutivo, arrastrado por la caída de la producción agrícola y el turismo, así como por la disminución de la capacidad del país para importar productos y materias primas esenciales.
A esto se añade una inflación descontrolada, la depreciación de la moneda y los múltiples y fallidos reajustes del Gobierno para “corregir las distorsiones en la economía”, que han provocado la escasez y encarecimiento de medicamentos, alimentos y combustibles, constantes apagones diarios y una creciente desigualdad social; panorama que ha suscitado la emigración de más de medio millón de cubanos en solo dos años y numerosas protestas, siendo las de julio de 2021 las más relevantes.
Food Monitor Program, el OCDH y algunos economistan ahondan en las claves de la crisis alimentaria que padece Cuba. Los detalles, en la tercera parte de este reportaje elaborado por Bloomberg Línea.