Bloomberg Línea — T. Rowe Price proyecta para 2026 un entorno de inversión marcado por contrastes. La expansión asociada a la inteligencia artificial impulsa el crecimiento en múltiples sectores y regiones, mientras persisten riesgos relevantes como la inflación, el endeudamiento público y la incertidumbre geopolítica. Frente a este panorama, la firma propone un enfoque flexible, selectivo y centrado en retornos sostenibles.
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El análisis central se concentra en la asignación de activos. La estrategia de inversión refleja una visión de equilibrio entre fundamentos económicos sostenidos por estímulos fiscales y el riesgo de valoraciones exigentes en los mercados de renta variable. Las condiciones generales obligan a moderar la exposición y mantener liquidez táctica, especialmente en un contexto de tasas reales elevadas.
El entusiasmo por la inteligencia artificial ha evolucionado desde la especulación inicial hacia exigencias de rentabilidad concreta.
Eric Veiel, director de inversiones globales de T. Rowe Price, asegura que “la era de la especulación está dando paso a resultados en el mundo real, pero los inversores deben tener presente que los antiguos desafíos—valoraciones, inflación e incertidumbre geopolítica—siguen muy presentes”.

Estímulos fiscales
Para 2026, la economía estadounidense se perfila como la más resiliente entre los grandes bloques, impulsada por la inversión en infraestructura digital y los efectos rezagados del recorte de tasas de la Reserva Federal en 2025.
“Se espera que el estímulo fiscal y el gasto tecnológico apoyen el crecimiento económico”, mientras que “la inflación probablemente aumente y se mantenga por encima del objetivo de la Fed, en parte por los efectos de los aranceles”, dijo el equipo macroeconómico de la firma.
A pesar de ello, no se anticipan nuevos recortes de tasas durante el primer semestre, lo que reduce el margen de estímulo adicional por la vía monetaria. “A menos que el crecimiento se debilite inesperadamente, no se esperan recortes de tasas de interés en la primera mitad; más allá de eso, el panorama es incierto, con un nuevo presidente de la Fed asumiendo el cargo a fines de mayo”, dijo la firma.
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Europa enfrenta una dinámica inversa. La sobreacumulación de exportaciones en 2025 para anticiparse a los aranceles estadounidenses dejó una estela de debilidad manufacturera que condicionará el primer semestre.
T. Rowe Price señala que “el crecimiento económico podría debilitarse en el primer semestre” y que “hay potencial para otro recorte de tasas en este ciclo de flexibilización en marzo de 2026”. Japón, en cambio, atraviesa un nuevo ciclo fiscal expansivo y presiones inflacionarias sostenidas por el alza salarial, lo que llevaría al Banco de Japón a “subir las tasas de interés gradualmente”.
En mercados emergentes, el panorama sigue siendo constructivo. El control de la inflación y una trayectoria de deuda más estable que en las economías desarrolladas fortalecen su perfil de crecimiento. La tendencia global de deslocalización productiva y los estímulos internos en países como India y Brasil refuerzan el atractivo relativo.

¿Cómo invertir en 2026?
Desde una óptica de asignación, T. Rowe Price observa señales de ampliación del liderazgo bursátil más allá de los gigantes tecnológicos. “Anticipamos una participación más amplia del mercado y un espectro más amplio de oportunidades”, en especial hacia sectores industriales, energéticos y de materiales, favorecidos por el estímulo fiscal del OBBBA (One Big Beautiful Bill Act) que entrará en vigor en 2026.
El repunte en fusiones y adquisiciones, junto con la menor intervención regulatoria en EE. UU. y Europa, también da soporte a la banca y al crédito privado.
La inteligencia artificial sigue siendo una narrativa dominante, pero con cambios en su composición interna. “Estamos entrando en un periodo de inversión existencial”, indica el informe, en el que las grandes tecnológicas “deben invertir fuertemente para salvaguardar su valor a largo plazo”.

Esta presión ha llevado a muchas de ellas a acudir al mercado de deuda para financiar su capex, lo que implica un cambio fundamental. “El capital de deuda debe reembolsarse y conlleva pagos de intereses regulares, cláusulas restrictivas y un nuevo conjunto de partes interesadas”, señala el documento. En consecuencia, “el prestatario debe generar flujos de caja confiables para atender la deuda”.
La firma identifica oportunidades crecientes en hardware, semiconductores, redes eléctricas y automatización, donde “el potencial de ganancias sigue siendo subestimado”.
En paralelo, el sesgo hacia valores internacionales y de pequeña capitalización gana fuerza. Este segmento presenta valoraciones más atractivas en relación con EE.UU. y recibe apoyo monetario más temprano por parte de sus bancos centrales.
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En renta fija, la estrategia favorece bonos corporativos de alto rendimiento, préstamos bancarios y deuda en moneda local de mercados emergentes como Brasil, Chile o Tailandia.
En contraste, los bonos soberanos de largo plazo de economías avanzadas enfrentan mayor presión por el aumento de la emisión pública asociada al financiamiento fiscal. Las condiciones técnicas del mercado y las expectativas de inflación hacen que los rendimientos se mantengan elevados, lo cual reduce su atractivo relativo.
Mercados privados: auge de crédito alternativo
Las condiciones del mercado privado están mejorando tras el ciclo restrictivo entre 2022 y 2024. “La reactivación de las actividades de salida por IPO es particularmente importante para el capital privado y de riesgo”, ya que permite liberar capital atrapado y ofrecer retornos a los inversionistas institucionales.

Además, “el entorno de fusiones y adquisiciones ha comenzado a recuperarse”, apoyado por un cambio en la postura de la Comisión Federal de Comercio hacia una actitud más favorable a las transacciones.
Esto está generando demanda adicional de crédito privado, que se ha consolidado como fuente de financiamiento alternativa frente a la banca tradicional. “Hay una brecha de financiación de US$1,2 billones para desplegar el capital de capital privado”, destaca el informe.
Este vacío está siendo cubierto por préstamos directos, deuda mezzanine y soluciones estructuradas, con preferencia por estructuras que permitan gestionar el riesgo en contextos complejos. La deuda mezzanine es un tipo de financiamiento híbrido que combina características de deuda y capital.
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La exposición a crédito estructurado, capital preferente y deuda de rescate se presenta como una estrategia útil para enfrentar la creciente complejidad financiera, sobre todo en sectores ligados a infraestructura tecnológica. “Los emisores buscan cada vez más recurrir a proveedores de crédito privado para financiar la columna vertebral física y digital necesaria para el crecimiento”.
En síntesis, T. Rowe Price plantea una tesis de inversión centrada en adaptación táctica, selección rigurosa de activos y diversificación regional. La revolución de la inteligencia artificial y la expansión fiscal generan oportunidades reales, pero requieren estructuras financieras sólidas, rutas claras hacia la rentabilidad y una evaluación precisa del riesgo.









