Bloomberg — El incremento de la esperanza de vida se ha ralentizado en Europa durante estos últimos años, en particular en Gran Bretaña, revela un estudio que destaca la necesidad de hacer frente a los estilos de vida no saludables.
Los resultados, publicados en la revista médica The Lancet Public Health, indican que la mejora de la esperanza de vida registrada durante décadas se detuvo a partir del año 2011.
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Inglaterra fue el país que experimentó la mayor desaceleración, en tanto que Noruega fue el único país del estudio en el que la esperanza de vida no dejó de aumentar entre los 21 años transcurridos en 2011 y un segundo periodo más breve de ocho años finalizado en 2019.
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Los principales responsables de esta evolución son las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, impulsados por el aumento de la cintura, la mala alimentación, el sedentarismo y el alto consumo de alcohol, indicaron los investigadores.
“Uno de los peores factores de riesgo es la alimentación”, afirma Nick Steel, catedrático de la Facultad de Medicina Norwich de la Universidad de East Anglia y principal investigador del estudio.
“Sin embargo, hasta ahora los gobiernos han presionado intensivamente contra un etiquetado más comprensible de los alimentos porque atenta contra los beneficios de la industria alimentaria. Y yo considero que necesitamos una acción audaz en este sentido”.
Los países que lograron mantener mejor la esperanza de vida antes de la Covid-19 (sobre todo Escandinavia, Islandia y Bélgica) fueron también los que resistieron mejor la pandemia, según el estudio. La Fundación Gates financió la investigación.
Si bien los medicamentos de Novo Nordisk A/S y Eli Lilly & Co. (LLY) han logrado revertir la obesidad, Steel cree que es necesario abordar el problema fundamental de comer “alimentos tóxicos” agregando etiquetas a los alimentos ultraprocesados y haciendo que los productos frescos y saludables estén ampliamente disponibles.
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Las lecciones de Noruega
Noruega, uno de los países con mejores resultados en el estudio, introdujo medidas restrictivas para la industria, como un impuesto al azúcar, ya en 1922, y negoció reducciones de sal en los alimentos desde los años 1980. El enfoque más estricto ha tenido más éxito que los programas voluntarios y educativos de Inglaterra y Escocia, según Steel.
La estrategia del país escandinavo podría ser una hoja de ruta para que el gobierno británico salga de “este ciclo de empeoramiento de la esperanza de vida”, afirmó el investigador. Aun así, advirtió que el estudio es observacional y no hay una relación cierta entre causa y efecto.
Steel destacó la necesidad de abordar la fuente de los problemas en lugar de simplemente mejorar el acceso a los tratamientos para enfermedades como la presión arterial alta y el colesterol excesivo.
“Son esas causas subyacentes las que nos gustaría que los gobiernos abordaran”, dijo, “en lugar de ocuparse de las causas más subyacentes, como un mejor acceso a un escáner o un análisis de sangre cuando ya estás enfermo”.
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