El día que Bergoglio se convirtió en Francisco y una visita a su hermana María Elena

Crónica de una jornada de teléfonos al rojo vivo en la redacción del Buenos Aires Herald, tras la elección del primer papa latinoamericano en la historia

Foto: Alessia Pierdomenico/Bloomberg
21 de abril, 2025 | 07:49 AM
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Buenos Aires — La fumata blanca apareció a las 19:06hs en el Vaticano. En Buenos Aires, el reloj marcaba las 15:06hs y el edificio de la Avenida Paseo Colón, donde funcionaba la redacción del Buenos Aires Herald, apenas comenzaba a poblarse de periodistas. Yo había llegado temprano para mi turno habitual, desde las 16:00 hasta las 23:00hs.

Ninguno de nosotros imaginaba que en menos de una hora el nombre de Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, estallaría en cada televisor de la redacción, desatando un caos informativo que nos absorbería por completo: habemus papam, el primero no europeo en la historia.

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Líneas saturadas, nervios de acero

Había cumplido 22 años tres meses antes y llevaba solo seis meses trabajando en el último diario impreso en inglés de Latinoamérica, mi primer trabajo. Trabajaba en la sección de política, y mi conocimiento sobre Bergoglio era todavía superficial porque había vivido la mayor parte de mi vida en Inglaterra. Mientras intentábamos procesar la noticia, los teléfonos comenzaron a sonar. Primero uno. Luego tres. En cuestión de minutos, todas las líneas estaban colapsadas, y así quedaron hasta la medianoche.

Medios de todo el mundo querían saber quién era el cardenal argentino que, contra todo pronóstico, había sido elegido papa.

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Era 2013: WhatsApp apenas despegaba y las redes sociales no tenían ni la inmediatez ni la concurrencia de hoy. Los buscadores con inteligencia artificial eran una cuestión de ciencia ficción, y los archivos digitales de Internet no estaban tan nutridos como lo están actualmente.

Para los medios angloparlantes, el Herald era oro en polvo: un puente directo a la información local, en su idioma. En ese contexto fue que, con los editores del diario ocupados atendiendo a los peces gordos del periodismo global, los jóvenes también fuimos lanzados a la primera línea informativa. Sin planearlo, me encontré en vivo para CBS Radio de Nueva York.

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De novato a analista en vivo

De golpe, tuve que pasar de ser un periodista gráfico con escasa experiencia a un comentarista radial internacional. Al principio, los nervios me atenazaban, pero pronto me calmé entendiendo que solo querían contexto: ¿quién era Bergoglio? Así fue que me concentré en resumirles el artículo que preparaba para la edición del día siguiente: “¿Qué es esto de un papa peronista?”.

El peronismo es un movimiento político argentino fundado por Juan Domingo Perón en la década de 1940, durante la infancia de Bergoglio, quien nació en 1936. Caracterizados por su enfoque nacionalista, populista y su defensa de la justicia social, los “peronistas” son seguidores de esta ideología que ha dominado gran parte de la política argentina contemporánea, influyendo en diversos gobiernos y manteniendo una base de apoyo significativa entre la clase trabajadora y los sindicatos hasta la actualidad.

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Bergoglio nunca se proclamó peronista, pero su trabajo en los barrios carenciados, su formación jesuita y su discurso sobre la desigualdad lo acercaban a esa corriente. Su relación con figuras como el dirigente social, Juan Grabois, y sus interacciones con distintos presidentes argentinos luego hablaron por sí solas.

Con Mauricio Macri, apenas dos encuentros fríos. Con Cristina Fernández de Kirchner, presidenta por el peronismo, al menos seis reuniones y un vínculo que mutó con los años. En el año y monedas de la presidencia del libertario y promercado Javier Milei, un tira y afloje entre críticas por represión y fotos de cordialidad.

El historiador italiano, Loris Zanatta, lo describió a Francisco como “absolutamente peronista”. En El Pastor, Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti citan al propio Francisco: “En la hipótesis de tener una concepción peronista de la política, ¿qué tendría de malo?”.

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Por Buenos Aires con un periodista inglés

Al día siguiente, mis jefes me asignaron una tarea inusual: ser guía y traductor de un enviado del Daily Telegraph recién aterrizado desde Londres. Su misión: reconstruir la juventud de Bergoglio.

Nos lanzamos a la ciudad en un taxi amarillo y negro que se convirtió en nuestra oficina móvil durante ocho horas. Primera parada: Flores, el barrio natal del papa. Intentamos hablar con Amalia Damonte, su primera novia.

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El británico, apelando a las artes de la vieja escuela, le compró flores para ganarse su simpatía. El intento fracasó: desde el portero eléctrico, Damonte nos despachó diciendo que no estaba dando entrevistas. Poco después le contaría a otro medio que, durante su noviazgo, Bergoglio le había dicho: “si no me caso con vos, me hago cura”.

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Una charla con la hermana del papa, María Elena

Seguimos rumbo a Ituzaingó, a unos 40 minutos de la capital, donde nos recibió María Elena Bergoglio, hermana del recién elegido papa. En la puerta su modesta casa, compartió recuerdos de la infancia de Jorge. “Fuimos una familia muy unida, con la fe en el centro”, dijo con la voz quebrada por la emoción.

Le pregunté si había conocido alguna novia de su hermano. “No. Nunca conocimos ni una sola”, respondió con firmeza.

Sobre la reacción familiar cuando decidió ser sacerdote, relató: “Papá estaba feliz, mamá sufrió una semana, pero nunca se opuso”.

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Curiosamente, en el cónclave anterior había rezado para que no lo eligieran. “Sabía lo que implicaba ser papa”, confesó. Pero en 2013 solo pidió que se hiciera la voluntad de Dios. “El día antes de que viajara a Roma, hablamos y le dije: ‘Te veo cuando regreses’”, recordó. “Ambos creíamos que volvería”.

Cuando le pregunté por qué no viajaría a Roma para verlo, su respuesta fue contundente: “Sentí que debía apoyarlo desde acá”. Finalizó con una frase que quedó resonando en mi memoria: “Dios permitirá que nuestros caminos se crucen de nuevo”.

María Elena, la única de los cinco hermanos Bergoglio que sigue viva, no volvió a verlo en persona nunca más, y Francisco nunca volvió a visitar su país natal.

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La hermana del Papa Francisco, María Elena Bergoglio, en una foto tomada con mi Blackberry el 15 de marzo de 2013.

La última parada: la memoria de los archivos

Después de traducir esa entrevista en una estación de servicio, terminamos la jornada en la Biblioteca Nacional, en el barrio porteño de Recoleta. El periodista británico buscaba documentos sobre el controvertido papel de Bergoglio durante la dictadura, un fantasma que lo perseguiría durante los primeros años de su papado.

Mientras el taxímetro seguía corriendo, reflexioné sobre las vueltas del destino. Un día escribía notas como un novato; al siguiente, recorría Buenos Aires con un corresponsal extranjero, desentrañando la historia del primer papa latinoamericano.

Doce años después, al revisar mis notas, comprendo que aquel día fuimos testigos privilegiados de un momento que cambió no sólo la historia de la Iglesia, sino también la imagen de Argentina ante el mundo. La redacción del Buenos Aires Herald, por unas horas, fue el epicentro donde el periodismo local e internacional se cruzó para narrar el inicio de una nueva era.

Durante años, Francisco fue, en conjunto con Lionel Messi, el argentino más reconocido en el mundo. Mientras el futbolista brillaba en las canchas, el papa marcaba un nuevo rumbo para la Iglesia con su estilo cercano y sus gestos de austeridad.