Bloomberg Línea — Cuando cruzó el Atlántico hace ocho años, Natalia no imaginaba que acabaría vendiendo alfajores artesanales por encargo desde su piso en Lavapiés. Llegó con una maleta prestada, un título universitario en comunicación y una promesa difusa: que en España habría más oportunidades. Hoy, tras años de trabajos precarios, regularización y papeleo, es autónoma, aunque lo diga con una mezcla de orgullo y cansancio.
Al otro lado de Madrid, en un pequeño local compartido en Usera, Víctor ajusta la luz de su aro para grabar un nuevo tutorial de edición de video. Es salvadoreño, tiene 31 años y aprendió a usar Premiere entre turnos como repartidor. Ahora, factura por proyectos para una agencia de contenidos y sueña con abrir su propia productora. “Ser autónomo aquí no es libertad, es una forma de sobrevivir sin jefe”, dice riendo, mientras edita con los auriculares puestos.
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El trabajo autónomo en España se ha convertido en una de las principales vías de integración laboral para miles de latinoamericanos que decidieron emprender una nueva vida lejos de casa. En los últimos años, este colectivo ha crecido hasta representar una fuerza económica clave en sectores esenciales, revitalizando negocios, generando empleo y sosteniendo la actividad en zonas rurales y urbanas por igual.
A finales de 2023, España registraba más de 3,3 millones de trabajadores autónomos, de los cuales aproximadamente 467.000 eran de origen extranjero, lo que supone un 14% del total. De ellos, casi el 40% son latinoamericanos, según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
Este crecimiento ha sido especialmente notable desde 2020, cuando los autónomos extranjeros representaron el 96% del incremento neto de nuevos afiliados al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA). Países como Colombia, Ecuador, Venezuela, Argentina y Brasil lideran la participación en esta categoría.
“Las personas que vienen de fuera a emprender están permitiendo que no se pierdan actividades económicas que, de otra forma, desaparecerían”, afirma Eduardo Abad, presidente de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA).
Una de esas historias es la de Betsabeth Lamus, oriunda de Barquisimeto, Venezuela, quien llegó a España en 2016. A pesar de ser profesional, las barreras para homologar su título y acceder a empleos estables la empujaron a buscar alternativas.
“Los trabajos que conseguí solo me daban contratos temporales. En 2018 decidí ser autónoma y trabajar por mi cuenta”, relata. Hoy reparte piezas de automoción en la Comunidad de Madrid y valora el apoyo recibido: “Como mujer emprendedora, accedí a ayudas y comencé con la cuota reducida. Eso representó una gran ayuda”.
Siete años después, a pesar de la carga fiscal, lo tiene claro: “Ser autónoma es una buena forma de abrirte camino cuando llegas a un país desconocido”.
Sin ventaja fiscal
Uno de los mitos recurrentes sobre el trabajo autónomo de personas extranjeras es que reciben un trato fiscal distinto. Eduardo Abad lo aclara con firmeza: “Todos los autónomos en España tributan igual. No hay diferencias según el país de origen. La igualdad tributaria es uno de los pilares de nuestro sistema”.
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El acceso a ayudas al emprendimiento, como la cuota reducida o subvenciones autonómicas, está disponible para todos los nuevos autónomos, independientemente de su nacionalidad, siempre que cumplan los requisitos.
Un autónomo puede pagar entre 200 euros y 1.542 euros mensuales en función de lo que obtenga en ingresos con su respectiva actividad, además del nivel de cobertura que se elija. También se cuenta con la alternativa de una tarifa plana de 80 euros.
Esta cuota condiciona las prestaciones que podrá percibir un autónomo en caso de queda desempleado, de alguna baja por enfermedad o accidente, o incluso por jubilación.
Relevo generacional
La importancia de los autónomos latinoamericanos no solo radica en su volumen, sino en su aportación estructural. Según UPTA, más de 600.000 autónomos españoles están cerca de la jubilación, lo que amenaza la continuidad de muchos servicios esenciales. La llegada de nuevos emprendedores extranjeros, especialmente en sectores como la hostelería, el comercio, el transporte y los cuidados, está ayudando a evitar ese vacío.
Además, este fenómeno ya no se limita a oficios tradicionales. Cada vez más migrantes con alta cualificación acceden al trabajo autónomo en medicina, ingeniería, telecomunicaciones y sectores digitales.
“Los autónomos extranjeros no solo han llegado para trabajar, sino para crear economía. También están elevando la calidad del trabajo autónomo en nuestro país”, destaca Abad.
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España avanza hacia un modelo de autoempleo más diverso, plural y resiliente, donde el aporte latinoamericano es ya imprescindible. En palabras de UPTA, estos trabajadores “no han venido a usurpar, han venido a crear, a contribuir, a enriquecer nuestra sociedad”.
Historias como la de Betsabeth ilustran un fenómeno más amplio: el de miles de personas que, frente a la precariedad o la exclusión, eligen emprender como forma de integrarse, construir estabilidad y aportar al país que ahora también es suyo.
