Bloomberg — Montse Aguilar, una mujer sana de 51 años, comenzó su turno como barrendera en Barcelona alrededor de las 14:30 del 28 de junio. La ciudad estaba en alerta por una ola de calor con temperaturas récord en toda España. Le tocó limpiar una de las zonas más calurosas y turísticas: el barrio del Raval.
Al terminar su jornada, hacia las 21:30, volvió a casa y le pidió a su madre, ya anciana, que le preparara la cena porque no se sentía bien. También envió un mensaje a un amigo en el que mencionaba calambres en los brazos, el pecho y el cuello, según relató su cuñado, Manuel Ceacero, a Bloomberg Green.
Poco antes de las 23:00, Aguilar falleció en su apartamento.
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“Ese día llamó a mi mujer diciendo que era imposible trabajar con esos calores”, contó Ceacero. “Estaba encargada de la zona de la catedral, que son calles estrechas donde hace mucho calor y apestan; el aire es irrespirable y llevaba ropa de plástico, una cesta pesada y una escoba. Era inhumano”.
Las personas que trabajan al aire libre son las más expuestas al calor extremo. Países como España y Grecia ya limitan ese tipo de trabajo durante olas de calor, y Francia e Italia han aprobado leyes similares este año. Aun así, estas medidas no bastan frente a olas más intensas y frecuentes por el cambio climático.
El miércoles, científicos del Imperial College de Londres y la London School of Hygiene and Tropical Medicine publicaron un estudio, el primero de su tipo, que relaciona recientes muertes en Europa debidas al calor extremo provocado por el cambio climático. Según éste, entre el 23 de junio y 2 de julio fallecieron unas 2300 personas en 12 ciudades europeas, entre ellas Barcelona, debido a las temperaturas. La investigación reveló que el cambio climático triplicó la mortalidad de la reciente ola de calor, con más muertes que durante las inundaciones de Valencia en 2024 y en el noroeste de Europa en 2021.
“Estas cifras representan vidas reales perdidas por calor extremo”, dijo Friederike Otto, coautora del informe. “Las muertes por calor pueden aumentar rápidamente cuando las temperaturas alcanzan umbrales que llevan al límite a las personas vulnerables: un aumento de solo 2 ó 4 grados puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas”.
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En España, la muerte de Aguilar causó indignación. El Ayuntamiento de Barcelona endureció sus protocolos: obliga a pausas de hidratación de cinco minutos cada hora durante olas de calor. También inició una investigación sobre FCC SA, la empresa para la que trabajaba Aguilar. FCC no respondió a solicitudes de comentarios.
“El protocolo era perverso porque dejaba toda la responsabilidad en el trabajador”, dijo Lluís Lampurlanes, secretario de servicios de limpieza urbana de la Unión General de Trabajadores en Barcelona, a la que pertenecía Aguilar. “Necesitamos más medidas. Las olas de calor son más frecuentes y la basura se debe recoger igual”.
En Italia, al menos tres personas han muerto por calor mientras trabajaban. El gobierno de Giorgia Meloni estableció protocolos nacionales, que incluyen reducción de jornada o suspensión de labores cuando el calor alcanza ciertos umbrales.
En Grecia, el Ministerio de Trabajo restringió el trabajo al aire libre entre las 11:00a.m. y las 5:00p.m. en ciudades como Atenas y Tesalónica, donde esta semana se superaron los 40 °C. La Acrópolis fue cerrada, lo que ayudó a algunos trabajadores pero no a todos: las medidas no cubren a quienes trabajan en zonas importantes y de infraestructura crítica, como salud, transporte y servicios públicos.
Trabajadores al aire libre bajo altas temperaturas en la colina del Areópago, en Atenas, el 28 de junio.
Aunque muchas muertes por calor no se contabilizan, los investigadores buscan nuevas formas de medirlas.
Para su estudio, los científicos del Imperial College usaron datos meteorológicos de la reciente ola de calor y analizaron cómo afectó a 12 ciudades, determinando lo que habría ocurrido en un mundo sin cambio climático. Descubrieron que el calentamiento global hizo que el evento fuera entre 1 °C y 4 °C más caluroso, dependiendo de la ubicación. A continuación, utilizaron modelos y datos históricos de mortalidad para calcular el número de fallecidos durante los diez días de la ola de calor. Al combinar los datos, concluyeron que en un mundo sin calentamiento habrían muerto 1500 personas menos.
Las cifras oficiales tardarán semanas o meses en conocerse. Aun así, muchas muertes no se registran, afirmó Garyfallos Konstantinoudis, coautor del informe. La mayoría de las muertes relacionadas con el calor se producen en hogares y hospitales, fuera de la vista del público, afirmó.
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“Existe un infradiagnóstico clínico, especialmente en personas mayores, cuyos síntomas se solapan con otras afecciones”, explicó Konstantinoudis. “Por lo tanto, es muy difícil determinar si una persona fue hospitalizada por un golpe de calor que provocó otros problemas de salud o si la causa principal de su ingreso hospitalario fue algo más grave, como una enfermedad crónica”.
En Barcelona, la familia de Aguilar espera los resultados de la autopsia. Planean acudir a los tribunales, más allá del dictamen.
“Lo haremos para honrar su memoria”, dijo Ceacero. “Pero también porque sus compañeros me dijeron esta semana: somos personas, no animales, y queremos volver a casa con vida”.
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