Bloomberg — Desde unas oficinas junto a la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, Jean-Baptiste Douville de Franssu —exejecutivo de la firma de gestión de activos Invesco Ltd.— y Gian Franco Mammì supervisan €5.700 millones (US$6.500 millones) en uno de los bancos más exclusivos del mundo.
Es una cifra mínima en comparación con los billones que se mueven en plazas como Londres o Nueva York. Pero ese volumen de activos e inversiones de cartera cumple con el objetivo superior de aliviar en parte las tensiones financieras que aquejan desde hace años a la Iglesia Católica.
El Instituto para las Obras de Religión, más conocido como el Banco del Vaticano, presta servicios bancarios tradicionales y gestiona inversiones para instituciones ligadas a la Iglesia. El año pasado siguió captando nuevos fondos, elevando sus activos gestionados al nivel más alto en una década. Ahora busca consolidar ese récord demostrando que puede seguir superando sus índices de referencia incluso manteniéndose dentro de los criterios éticos que marca la fe.
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“Los mercados financieros no tienen piedad”, dijo De Franssu, presidente del IOR, en una entrevista. “Si el IOR no entrega lo que se espera de él, estaremos en serios problemas”.
Las ganancias del banco subieron alrededor de un 7%, a €32,8 millones en 2024, según cifras publicadas el miércoles. Esas utilidades, que se destinan al pago de dividendos para la Iglesia, no alcanzan para compensar el agujero que dejan en el presupuesto vaticano la caída de donaciones a nivel mundial, los costos administrativos y los pagos de jubilaciones.
Pero muestran un avance en el intento de limpiar una reputación manchada por años de mala gestión y secretismo, con escándalos públicos vinculados a pérdidas en inversiones, investigaciones criminales y romances clandestinos. De Franssu y Mammì —empleado del banco desde hace más de tres décadas y director general desde 2015— dijeron que el Papa León XIV ha dado señales de querer continuar el proceso iniciado por el Papa Francisco para sanear la institución, que funciona en los hechos como la oficina financiera familiar de la fe más grande del mundo.
De Franssu fue convocado en 2014 tras tres décadas de escándalos, desde la quiebra del Banco Ambrosiano en los años 80 hasta el congelamiento de €23 millones por parte de fiscales italianos en 2010. Todo eso dañó la imagen del IOR y llevó al Papa Francisco a hacer de la transparencia financiera una prioridad.
Desde entonces, el banco comenzó a publicar reportes anuales y renovó su estructura de gestión, cediendo más supervisión a laicos como De Franssu. También adoptó regulaciones para cumplir con estándares financieros internacionales, lo que llevó al cierre de miles de cuentas.
El IOR también contrató personal de bancos de inversión como Citigroup Inc. e Intesa Sanpaolo SpA. En los últimos tres y cinco años, 10 de sus 13 fondos de inversión insignia superaron a la mayoría de sus pares, según el informe difundido este miércoles. Sus ejecutivos tienen esperanzas de que el primer Papa estadounidense incentive a más instituciones católicas de EE.UU. a trasladar su dinero a Roma.
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“Hemos demostrado que se pueden superar los benchmarks con inversiones puramente éticas”, dijo Mammì en la entrevista. “Si querés especular —si querés ese 2% adicional de rentabilidad— te sugiero ir a otro lado”.
Si bien el IOR no forma parte del presupuesto central anual de la Santa Sede, es una de las instituciones clave en la gestión financiera del Vaticano. Comparte con la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica la responsabilidad sobre los bienes inmuebles y activos financieros del Vaticano.
Para 2024, el directorio del IOR propuso un dividendo de €13,8 millones a la Comisión de Cardenales, que lo utiliza para actividades religiosas, caritativas o como contribución al Tesoro de la Santa Sede.
En los últimos años, los dividendos han sido menores a los de antes de 2014, lo cual —según Mammì— refleja los esfuerzos del banco por tener una gestión financiera más prudente. Aunque la Santa Sede no publica un balance completo desde 2022, las últimas cuentas disponibles para 2024 reflejan un déficit de alrededor de €70 millones (US$79,8 millones), según el diario italiano Repubblica.
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“Nuestro trabajo como gestores es invertir, obtener ganancias y repartir dividendos”, dijo Mammì. “Les corresponde a los Cardenales decidir cómo redirigir ese dinero”.
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