Cuando ser la alternativa a China no es suficiente

Hecho en China
Por Daniel Moss
08 de marzo, 2025 | 07:57 AM

Bloomberg — Puede que “no ser China” resultara lo más sencillo.

Uno de los principales atractivos de la industria manufacturera de varias economías de Asia era que gozaban de relaciones cordiales con Pekín y de unos sólidos vínculos históricos con EE.UU. A los líderes no les importaba arremeter retóricamente contra EE.UU. si les convenía para su política nacional, pero no querían tener que elegir entre las dos superpotencias.

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Probablemente, este tipo de argucias oportunistas serán cada vez más complicadas, y las repercusiones de una transformación más drástica de los acuerdos comerciales podrían ser profundas.

Llámese “friendhoring o China+1″, jamás se trató de una salida del coloso asiático, si no de una cobertura de las apuestas.

El discurso del primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, durante una conferencia el año pasado, fue ilustrativo: “ofrezco nuestra nación como la ubicación más neutral y no alineada”, proclamaba.

Y los funcionarios de Vietnam se merecen una medalla por la cantidad de veces que he oído a esta nación autoproclamarse vencedora de la guerra comercial.

Pero detrás de todo este lavado de credenciales se ocultaban preguntas difíciles: ¿El deseo de EE.UU. de frenar la dependencia de las cadenas de suministro ancladas en China era una fase transitoria o parte de un cambio más permanente?

Parece que el presidente Donald Trump ha dado al menos una parte de la respuesta.

Intente no distraerse mucho con el juego de adivinanzas sobre cuándo o si se aplicarán los aranceles prometidos a Canadá y México: Trump dio una serie de contestaciones aparentemente en contradicción este miércoles sobre sus planes para sus dos vecinos.

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Estos gravámenes no iban a ser nunca un lastre, dado que Trump consideró su pacto de libre comercio renegociado en su primer mandato como un “acuerdo modelo”.

Un memorando presentado en días recientes destinado a frenar el acceso de China a la tecnología, la energía y otras industrias vitales para EE.UU. puede ser más revelador de su rumbo actual. Trump también ha pedido a México que frene las importaciones provenientes de China, que han crecido.

Importará más dónde se fabrican las cosas, no solo por dónde transitan a lo largo del camino hacia los clientes en Estados Unidos. Esto representa un nuevo grado de perturbación comercial que pondrá de relieve el atractivo de las alineaciones regionales.

“En la próxima fase de la deslocalización, esperamos que aumente la presión para una migración de la capacidad productiva”, escribieron los economistas de Morgan Stanley Seth Carpenter y Rajeev Sibal en una nota el domingo. “Ya no será suficiente que las mercancías se comercien a través de socios amigos”.

Un cambio de esta magnitud no se logrará de la noche a la mañana.

China sigue siendo el mayor fabricante del mundo y depende de las exportaciones para mantener una tasa de crecimiento económico respetable, en particular cuando el gasto de consumo interno ha decepcionado y las consecuencias de un desplome inmobiliario tardarán años en revertirse.

Para Estados Unidos, llevará tiempo reconstruir una amplia base manufacturera, si es que se puede hacer. En consecuencia, México y Canadá pueden volverse más importantes para la estrategia industrial estadounidense, no menos.

Si las cadenas de suministro eficientes y de bajo costo que pasan fácilmente de una jurisdicción a otra caen en desgracia, esto probablemente frenará la desinflación durante años. Es probable que Asia se vea aún más atraída hacia la órbita de China.

El superregionalismo puede ser la tendencia subyacente que hay que tener en cuenta. Cuando los historiadores económicos hagan la crónica de este período, ¿señalarán la primera elección de Trump en 2016?

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Eso es lo que muchos consideran la gran ruptura con el llamado consenso de Washington que había prevalecido desde los años 1980 y que defendía la primacía de los mercados abiertos, la desregulación y una menor intromisión del Estado.

Esto deja de lado hitos importantes que estuvieron a lo largo del camino y que fueron ricos en simbolismo, como los disturbios en Seattle que frustraron las conversaciones de la Organización Mundial del Comercio en 1999.

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Dani Rodrik, profesor de economía de la Universidad de Harvard, considera que el impulso hacia el regionalismo está cobrando impulso.

Recientemente recordó la resistencia a su libro de 1997 ¿Ha ido demasiado lejos la globalización? “Cuando hice circular el manuscrito entre los economistas especializados en comercio... uno de ellos reaccionó diciendo: “Todo esto está bien, pero ¿no creen que están dando munición a los bárbaros?”, dijo Rodrik al podcast The Economics Show del Financial Times este mes. “

¿Por qué los bárbaros sólo están de un lado de esta cuestión y de alguna manera la gente del otro lado que presiona por la hiperglobalización sin importar sus consecuencias lo está haciendo de alguna manera para el beneficio de todos?”.

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Estos grandes temas tendrán sus salvedades y, a veces, las excepciones son las que demuestran la regla.

Por un lado, la reacción a la globalización se ha limitado en gran medida a la industria manufacturera, más que a los servicios, y el dólar sigue siendo el medio de intercambio hegemónico, y los bonos del Tesoro de Estados Unidos, el principal activo financiero.

Pero en el caso de las fábricas, se está produciendo una transformación.

Hay argumentos legítimos sobre cómo se desarrollará y cómo evitar que los socios en materia de seguridad nacional que están muy lejos de América del Norte, como Japón y Corea del Sur, queden excluidos.

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Las cadenas de suministro nunca han sido estáticas, sino que están en constante evolución. Este nuevo capítulo pondrá a prueba su durabilidad.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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