El Nobel de la Paz es para Machado. Para Trump, siempre está el 2026

PUBLICIDAD
María Corina Machado
Por Andreas Kluth
13 de octubre, 2025 | 06:36 AM

Nuevamente, cinco miembros desconocidos del comité del Nobel en Oslo, designados por el Parlamento de Noruega, generaron controversia al otorgar el Premio Nobel de la Paz, el galardón más preciado del mundo.

Los motivos fueron muy válidos, ya que la galardonada de este año, María Corina Machado de Venezuela, es tan merecedora como cualquiera que haya recibido este premio anteriormente.

PUBLICIDAD

Machado, tal y como lo expresó el comité, es reconocida por su incansable trabajo promoviendo la democracia para los venezolanos y su lucha contra la dictadura. Ese dictador es su némesis, Nicolás Maduro. Si Venezuela fuera libre, Machado posiblemente sería presidenta en su lugar.

Actualmente, se encuentra escondida para evitar ser capturada o algo peor, al tiempo que sigue liderando la oposición contra él y ofreciendo esperanza a los venezolanos y a todos aquellos que aman la libertad.

No obstante, es inevitable fijarse en un candidato que el comité ha omitido de forma notable: el presidente de EE.UU., Donald Trump.

PUBLICIDAD

Trump juró su segundo mandato tan solo once días antes de que concluyera el plazo de presentación de candidaturas de este año, por lo tanto, no habría podido obtener el premio de 2025, si bien sus últimos y loables esfuerzos por llevar la paz a Gaza tuvieran éxito.

Por otro lado, Oslo ya concedió una vez la medalla “por especulación” a un presidente estadounidense durante su primer año. A Barack Obama en 2009. Hasta los propios miembros del comité se percataron pronto de que esta decisión había sido precipitada y que resultaba vagamente irrisoria. Trump, por otro lado, continúa obsesionado con ello; de alguna manera, infirió que eso le daba derecho al Nobel ahora.

Así pues, ha hecho algo inédito en los 124 años de historia del premio: ha lanzado una descarada campaña de cabildeo a escala internacional, reclutando aliados y partidarios nacionales y extranjeros para que lo nominen y lo apoyen, a la vez que presume sin cesar de ser un pacificador y, en ocasiones, hasta amenaza al comité, si no a toda Noruega, en caso de que lo desairaran.

“Todos dicen que debería recibir el Premio Nobel de la Paz”, exclamó con exageración ante las Naciones Unidas el mes pasado. “Se lo darán a alguien que no hizo absolutamente nada”, dijo entonces, con aire de enfado, ante una asamblea de generales y almirantes de EE.UU.

Más inquietante todavía, ha insinuado que ser ignorado sería “un gran insulto” no solo para él, sino para todo Estados Unidos. Ya impuso aranceles del 15% a Noruega en la primera ronda de su guerra comercial global; veremos qué sucede en la segunda.

Este viaje del ego no le hizo ningún favor en Oslo y probablemente le salió mal.

Alfred Nobel, el inventor sueco (de la dinamita, sobre todo), políglota y solitario que instituyó el premio en su testamento, deseaba que se otorgara a la persona que en un año determinado “realizara el mayor o mejor trabajo en favor de la fraternidad entre las naciones”.

Fraternidad no es la primera palabra que viene a la mente cuando se habla de Trump. Sus métodos y estilo le juegan en contra en el intelectual y discreto ambiente escandinavo de los Premios Nobel (los otros cinco se otorgan en Suecia).

“Culturalmente, Trump es una antítesis de Noruega”, declaró un profesor noruego a Bloomberg: “Ni sutil ni elegante”. Alfred Nobel no quería que sus medallas recayeran en la persona que más clamaba y ostentaba la mayor influencia; sus destinatarios ideales no pedirían ningún reconocimiento y se centrarían en difundir la fraternidad.

En ese sentido, Trump es, por ahora, un enigma. Busca sinceramente la paz en lugares que van desde Medio Oriente (en la actualidad prometedor) y Ucrania (actualmente no prometedora) hasta África y Asia (donde su papel es cuestionable).

Por otra parte, está desplegando tropas en ciudades de EE.UU., intimidando a aliados desde Canadá hasta Dinamarca, bombardeando lanchas rápidas en el Caribe y amenazando con una guerra contra Venezuela; tal vez lo único que tiene en común con Machado es a Maduro como adversario. (Si bien Machado ha respaldado la presión de EE.UU., se opone a cualquier invasión militar estadounidense para derrocar a Maduro).

Ya sea renombrando el Departamento de Defensa como Departamento de Guerra u organizando desfiles militares al estilo de los caudillos, Trump parece tan obsesionado con la guerra como con la paz.

Pero el comité del Nobel vive en el mundo real, y la naturaleza humana, así como los asuntos de guerra y paz, son demasiado complejos para abarcarlos en una sola medalla de oro. La controversia y la contradicción han acosado a los premios desde 1901.

Ya que estamos, diviértanse debatiendo los premios para, por ejemplo, Yasser Arafat de Palestina o Abiy Ahmed de Etiopía. Y cuando terminen, explíquenme por qué Mahatma Gandhi, nominado cinco veces, nunca ganó el premio.

La cuestión es que sus casos eran difíciles, al igual que el de Trump. Dado que la temporada de nominaciones para el premio de 2026 ya está abierta, aquí está mi consejo no solicitado para el presidente.

Primero, dejen de alardear, amenazar y exigir el premio con crudeza: el comité es capaz de observar lo que hacen sin su ayuda. Segundo, al elaborar política exterior, concéntrense no en cómo se proyecta en televisión, sino en lo que salva vidas hoy y previene guerras mañana.

Si se logra pacificar Gaza, será porque finalmente ejercieron presión real no solo sobre Hamás, sino también sobre el israelí Benjamin Netanyahu. Así que intenten ese enfoque con Vladimir Putin en Rusia.

Además,sean más amables con sus aliados, porque los necesitarán para disuadir a Moscú, Pekín y Pyongyang, y la disuasión es buena para la paz. Y, sobre todo, intenten reunirlos para empezar a hablar sobre cómo limitar la nueva carrera armamentística nuclear en curso.

Si hablar de Guerra y Paz fuera fácil, León Tolstói no habría necesitado más de mil páginas. Trump dedicará varias de esas palabras a su legado a medida que se desarrolle, no solo en el próximo ciclo informativo, sino en las próximas décadas.

Por ahora, brindo por Machado, los venezolanos y todos los que aman la libertad y odian la tiranía.

En cuanto a Trump, si empieza a poner su prodigioso poder al servicio de la fraternidad entre las naciones, aplaudiré con más fuerza cuando acepte el Premio Nobel de la Paz en 2026, o cualquier otro año.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

Lea más en Bloomberg.com

PUBLICIDAD