Estados Unidos necesita una estrategia en Venezuela, no ataques aéreos

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(USS Gerald R. Ford (CVN 78)/Seaman Gladjimi Balisage)
Por Consejo Editorial de Bloomberg Opinión
02 de diciembre, 2025 | 06:32 AM

Con el desplazamiento del USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande del planeta, EE.UU. ha reunido una formidable variedad de recursos frente a las costas de Venezuela.

Decenas de aeronaves de combate de última generación, miles de soldados, destructores con misiles guiados, tropas de operaciones especiales, drones armados, helicópteros de combate y, tal vez, un submarino nuclear. Sin embargo, sería más eficaz contar con una estrategia.

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El objetivo de esta armada continúa siendo un misterio. Los ataques contra lanchas rápidas que presuntamente transportan drogas en el Caribe y el Pacífico oriental, que han matado a más de 80 personas desde comienzos de septiembre, no precisan semejante artillería.

Según los informes, el Pentágono ha estudiado opciones para ampliar la campaña a objetivos en la misma Venezuela, es de suponer con la esperanza de derrocar al dictador Nicolás Maduro. No obstante, el presidente negó la existencia de dichos planes a finales del mes pasado, y los funcionarios de la Casa Blanca siguen sin tener clara la base jurídica para un ataque.

Si bien muchos estadounidenses estarían a favor de una mayor atención al tráfico de drogas, que contribuyó a más de 80.000 muertes en EE.UU. en el 2024, 10 veces más que las guerras de Irak y Afganistán en conjunto, la naturaleza improvisada de las acciones de esta administración podría estar causando más daño que beneficios.

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Enfocarse en el Caribe supone ignorar la mayor causa de sobredosis en Estados Unidos: el fentanilo procedente de México.

Considerados en general como ilegales, los ataques a embarcaciones han conducido, según se informa, a que aliados como Gran Bretaña y Colombia hayan suspendido parte del intercambio de inteligencia con EE.UU. Maduro, al plantar cara a la intimidación estadounidense, puede que haya reforzado su posición en casa y en la región.

Fentanilo en EE.UU.

Entre tanto, los costes de esta demostración de poderío militar siguen aumentando. El funcionamiento de un grupo de ataque de portaaviones consume millones de dólares diarios. Cada ataque naval tiene un coste de cientos de miles de dólares.

A ello hay que sumar las desventajas indirectas: con el Gerald Ford en América Latina, EE.UU. no tiene en la actualidad ningún portaaviones desplegado en aguas europeas o de Medio Oriente. Cualquier ataque terrestre probablemente requeriría el uso de misiles Tomahawk, cuya disponibilidad es limitada para Estados Unidos.

Sin embargo, las consecuencias de un ataque de esta naturaleza no terminarían ahí.

No está garantizado que los ataques aéreos y con misiles puedan expulsar a Maduro o propiciar un golpe de Estado. El envío de los marines puede llevar a un callejón sin salida.

Incluso si Maduro dimitiera o fuera capturado por las fuerzas de EE.UU., no existe garantía de que la transición se desarrolle sin problemas. La inestabilidad política generaría más espacio, en vez de menos, para que los cárteles se expandan.

La Casa Blanca necesita decidir cuáles son sus objetivos.

Si la esperanza es que la diplomacia de los cañones anime a Maduro a renunciar pacíficamente, la administración debería intensificar las negociaciones para buscar un traspaso de poder creíble. Los ataques aéreos serían imprudentes, y mucho menos una invasión. Sin embargo, cuanto más tiempo las fuerzas estadounidenses participen en ataques puntuales, menos intimidantes serán.

Si, por otro lado, la administración realmente quiere frenar el flujo de drogas hacia Estados Unidos, debería destinar los recursos adecuados.

En vez de portaaviones y submarinos, lo que se necesita son más barcos de la Guardia Costera y agentes de la Administración para el Control de Drogas.

Más que amenazar a Colombia y México, las dos principales fuentes de cocaína y fentanilo, EE.UU. debería trabajar con ellos para recabar información sobre las redes financieras y logísticas de los cárteles.

Si se requieren drones o fuerzas de operaciones especiales para determinadas misiones, estos deberían utilizarse con la plena cooperación de los países de destino, y no de forma unilateral.

Los recursos más avanzados del Pentágono deberían centrarse en disuadir un conflicto importante con un competidor directo como China o Rusia. Cuanto antes puedan retomar esa misión, mejor.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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