Halloween se ha vuelto más aterrador: ¿será por cómo vemos la muerte?

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Halloween
Por Stephen Mihm
31 de octubre, 2025 | 08:03 AM

Si sales este Halloween, es muy probable que te encuentres con una serie de decoraciones espectacularmente macabras en los jardines de tus vecinos.

En buena parte de los barrios residenciales, la magnitud de las decoraciones de Halloween ha alcanzado dimensiones sin precedentes. Desde cementerios falsos y fantasmas de jardín hasta esqueletos gigantes y la Muerte con su guadaña: si la buscas, la verás el 31 de octubre.

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Es fácil considerar estos espectáculos, que parecen ser cada vez más aterradores durante las últimas décadas, como una señal de que nos hemos vuelto insensibles y que se necesita mucho más para asustarnos.

Es posible que, en realidad, sea todo lo contrario.

Una de las razones por las que Halloween se centra en la muerte podría residir en lo poco que nos involucramos con ella en la vida real. En muchos sentidos, la muerte se ha tomado unas vacaciones de nuestra experiencia colectiva.

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En 1955, el antropólogo Geoffrey Gorer describía este fenómeno en un ensayo clásico titulado “La pornografía de la muerte”. En él, argumentaba que, si bien el sexo se había convertido en un tema aceptable en las conversaciones diarias, la muerte había sido borrada, desterrando sus elementos sombríos, desagradables e inquietantes.

Gorer observó acertadamente que, a medida que “la muerte natural se veía cada vez más relegada por la mojigatería, la muerte violenta ha ido cobrando un papel cada vez más importante en las fantasías que se le ofrecen al público masivo”. Halloween parece haberse convertido en una manera de que las personas abran la puerta y contemplen lo inimaginable.

Esta festividad tiene sus orígenes en una mezcla confusa de rituales paganos y cristianos, donde los participantes reconocían, e incluso celebraban, las almas de los difuntos, con especial atención a los santos fallecidos.

Inmigrantes escoceses e irlandeses llevaron algunas de estas costumbres a Estados Unidos, donde finalmente se integraron a la cultura popular, convirtiéndose en una festividad divertida, aunque bastante convencional.

Cuando los estadounidenses celebraban esta día en el siglo XIX, optaban por un entretenimiento sano.

El juego de morder manzanas era bastante común, junto con diversos juegos diseñados para adivinar el futuro, generalmente con la intención de determinar quién sería la futura pareja. Quizás daban un poco de miedo, pero difícilmente eran material para pesadillas. Esqueletos, espectros y fantasmas casi no tenían cabida en las festividades.

¿Por qué habrían de hacerlo?

Si los estadounidenses querían pensar en la muerte en aquella época, no tenían que esperar a Halloween para hacerlo.

Desde nuestra perspectiva del siglo XXI, es casi imposible imaginar hasta qué punto la muerte estaba integrada en la vida cotidiana. Los padres lo sabían mejor que nadie. Hasta uno de cada tres niños no llegaba a cumplir los diez años y otro 10% moría antes de los veinte.

Esas cifras reflejaban las deficiencias generalizadas de la salud pública de la época. Durante gran parte del siglo XIX, los médicos trataban a los pacientes sin comprender la teoría microbiana de las enfermedades y carecían de tratamientos eficaces.

La mayoría de la población no tenía acceso a agua potable, no existían los antibióticos pocos llevaban una dieta nutritiva. En algunos trabajos peligrosos, los accidentes laborales causaban la muerte de casi uno de cada cien hombres al año.

La muerte no solo era común, sino también profundamente íntima.

Antes del siglo XX, la gran mayoría de las personas fallecían en casa. Si bien la tanatopraxia se había convertido en una profesión, la mayoría de las familias también preparaban los cuerpos en casa, lavando el cadáver antes del entierro. En las zonas rurales, los cuerpos se depositaban en panteones familiares, a menudo cerca de la casa.

Por si fuera poco, los vivos encontraban formas elaboradas de mantener cerca a los muertos. Los padres que querían honrar la memoria de un hijo fallecido podían encargar a un fotógrafo que retratara el cadáver.

La gente cortaba mechones de cabello de sus seres queridos difuntos para hacer joyas. Y las viudas vestían elaborados trajes de luto negros para recordar la pérdida de su cónyuge.

Teniendo en cuenta todo esto, ¿sorprende acaso que la mayoría de la gente no necesitara una dosis adicional de muerte “divertida” en Halloween?

Y entonces las cosas cambiaron.

A lo largo del siglo XX, las tasas de mortalidad se desplomaron y la esperanza de vida se disparó, gracias a los avances en saneamiento, vacunación y el descubrimiento de los antibióticos. La muerte de un niño, antes un suceso normal, casi predecible, se convirtió de repente en una tragedia mucho más aislada.

La experiencia directa con esta parte de la vida también cambió.

La gran mayoría de los estadounidenses comenzaron a morir en instituciones como hospitales, a menudo atendidos por profesionales en lugar de familiares. Este distanciamiento de la muerte ha dado lugar a eufemismos. La gente ya no “muere”; simplemente “fallece”, lo que recuerda un poco a pasar por el control de seguridad de un aeropuerto.

Hoy en día, los funerales con ataúd abierto también han caído en desuso, reemplazados por cremaciones y alegres “celebraciones de la vida”.

En el camino, Halloween, antes una festividad tan aterradora como el Día del Presidente (President’s Day), sufrió una transformación. A medida que la muerte se volvía más distante y menos temible, elementos macabros comenzaron a infiltrarse en las festividades.

Las elaboradas casas embrujadas y las decoraciones de fantasmas y espectros que reciben a los niños que piden dulces se pusieron de moda en la década de 1930 y su popularidad no ha dejado de crecer desde entonces.

Si bien Gorer observó la evolución en la forma en que el público interactuaba con la muerte hace 70 años, y cómo esto moldeó la cultura popular, probablemente no pudo imaginar la llegada de las películas de terror modernas, que presentan la muerte, generalmente sangrienta y violenta, en abundancia.

Ni, por supuesto, el grotesco espectáculo de nuestra versión contemporánea de Halloween. Es la única noche del año en que parecemos invitar colectivamente al espectro de la muerte a la vida antes de que desaparezca una vez más hasta el año siguiente.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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