Jair Bolsonaro es víctima de sus propios errores

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Trump aumenta la presión: le escribe a Bolsonaro y le dice que observa a Brasil “de cerca”
Por Juan Pablo Spinetto
05 de septiembre, 2025 | 06:37 AM

Jair Bolsonaro se enfrenta a su hora de la verdad.

El juicio final contra el polémico expresidente de Brasil, que se inició este martes, finalizará el 12 de septiembre, pero el veredicto ya parece estar escrito. Bolsonaro probablemente será declarado culpable de conspirar para cometer un golpe de Estado tras perder las elecciones de 2022 frente a su némesis, Luiz Inácio Lula da Silva.

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Con seguridad, insistirá en que su condena es el resultado de una conspiración de las poderosas élites de Brasil. Y, para ser justos, hay que señalar que el Tribunal Supremo de ese país ha sobrepasado repetidamente sus competencias, adoptando en los últimos años varias decisiones controversiales que han vulnerado el debido proceso o han supuesto una censura flagrante, todo en nombre de la defensa de la democracia.

Sin embargo, aunque esa crítica sea válida, no responde a una incómoda pregunta práctica para Bolsonaro, quien ha negado haber cometido delito alguno: ¿cómo es que un líder que obtuvo más de 58 millones de votos y perdió las elecciones por un margen muy estrecho ha terminado enfrentándose a la posibilidad de ir a prisión en lugar de saborear la perspectiva de un regreso a la política?

La verdad se encuentra en sus propias decisiones paranoicas.

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Si Bolsonaro hubiese gobernado con cierta moderación, en vez de socavar las instituciones de Brasil en todo momento, incluyendo la estrategia de vacunación de su propio gobierno durante la pandemia, quizá hubiera superado a Lula en esa reñida carrera de hace tres años.

Si hubiese aceptado simplemente la derrota en 2022, en lugar de entregarse a la negación y a excéntricos planes golpistas, hoy estaría en posición de ventaja para un regreso triunfal en las elecciones generales del 2026, sobre todo tras el mediocre desempeño de Lula en su tercer mandato.

Pero, en cambio, el líder conservador de 70 años no podrá postularse hasta el 2030 por difundir falsedades en torno al sistema electoral y podría pasar décadas en prisión.

Visto de esta manera, la difícil situación de Bolsonaro se debe menos a sus poderosos enemigos y más a sus propias decisiones estratégicas erradas. Jamás lo admitirá, pero el excapitán del ejército es el único responsable del destino que le espera.

Claro que algunos argumentarán que un Bolsonaro que no atacara la democracia no sería Bolsonaro en absoluto. Ha rechazado durante mucho tiempo los valores republicanos; esa rebeldía antisistema es precisamente lo que atrajo a votantes desconfiados de la autoridad, fascinados por su absoluta autenticidad.

Como lo expresó Christopher Garman, director general para las Américas de Eurasia Group: “El ingrediente secreto que lo llevó a la elección es lo que lo está enviando a prisión. Tiene ese ADN antisistema, y ​​esto lo llevó a lo que llevó“.

Aun así, la magnitud de sus errores es sorprendente para alguien que sigue siendo sorprendentemente popular.

Una encuesta reciente de AtlasIntel para Bloomberg News muestra que, en una hipotética segunda vuelta en 2026, Bolsonaro empataría con Lula si pudiera presentarse el año que viene. Pero no lo hará: mala suerte, capitán.

Bolsonaro

Consideremos el último paso en falso de Bolsonaro: reclutar a la Casa Blanca de Donald Trump, a través de su hijo Eduardo, para castigar a Brasil y al juez de la Corte Suprema Alexandre de Moraes, quien preside su caso. Quienquiera en su bando que haya pensado que esto era una buena idea solo ha profundizado sus problemas.

La medida infunde vida al gobierno en decadencia de Lula, alienó a los votantes indecisos al anteponer las venganzas personales al interés nacional e incluso arriesgó una división de la derecha antes de 2026.

Ciertamente, no hizo nada para mejorar sus propias perspectivas legales. Incluso considerando la desesperación, la pregunta sigue en pie: ¿Por qué sigue cavando cuando ya está en el fondo del hoyo?

Bolsonaro y Trump tienen muchas cosas en común. Los dos sobrevivieron a intentos de asesinato, ambos afirman ser víctimas de cacerías de brujas judiciales, ambos hicieron campaña como outsiders y trataron de subvertir el sistema una vez en el poder y ambos se negaron a aceptar sus derrotas electorales mientras toleraron los intentos de insurrección de sus seguidores.

Sin embargo, también existen algunas diferencias clave.

Trump sigue siendo un carismático imán mediático capaz de atraer la atención mundial gracias a su enorme megalomanía; Bolsonaro, no. Y si bien las acciones de Trump a menudo revelan un cínico cálculo político, el desprecio de Bolsonaro por todo lo que se salga de su dogma es sincero, casi ineludible.

Fundamentalmente, los presidentes brasileños no son tan poderosos como sus homólogos estadounidenses, ni el país protege la libertad de expresión con el mismo absolutismo garantizado por la Primera Enmienda.

Bolsonaro puede tener sueños descabellados de ser un emperador brasileño, pero, como demuestra su fallido intento de mantenerse en el poder, las instituciones tienen la capacidad de contenerlo. Puede que haya intentado arrebatar por la fuerza lo que no pudo conseguir con su habilidad política, pero una vez más calculó mal hasta dónde llegarían los tribunales para detenerlo.

Brasil

Dicho esto, Bolsonaro aún tiene una mano poderosa que jugar, ser el factor decisivo en las elecciones generales.

A solo 13 meses de las elecciones, debe decidir si respalda al gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, el contendiente más fuerte de la derecha y favorito de los inversores, o si presenta a un familiar, su esposa Michelle o uno de sus hijos.

La primera opción le da a su movimiento conservador un rival creíble, pero corre el riesgo de diluir la influencia de Bolsonaro bajo el próximo gobierno; la segunda le asegura lealtad, pero probablemente debilita la candidatura contra un Lula resurgente en lo que se prevé una contienda muy reñida.

“Está 50-50 y Bolsonaro decidirá. Aún tiene mucho capital político”, me dijo Garman de Eurasia desde Brasilia, señalando que el índice de aprobación actual de Lula, superior al 40%, le da una ligera ventaja para 2026.

Si la historia sirve de guía, no esperen que Bolsonaro tome una decisión pragmática. La estrategia racional nunca ha sido su fuerte.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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