Una crisis demográfica acecha a Latinoamérica

Peatones en la Avenida Madero de Ciudad de México, México.
Por Juan Pablo Spinetto
23 de mayo, 2025 | 08:27 AM

La bomba de tiempo demográfica de Latinoamérica continúa funcionando.

La información publicada en las últimas semanas ha confirmado la rápida disminución de los niveles de fecundidad en la región.

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La tasa de natalidad de Brasil es la más baja de los últimos 50 años. En Argentina, el número de recién nacidos se redujo casi a la mitad en solo diez años, y las guarderías tienen problemas para conseguir niños.

En el año 2024, Uruguay registró más muertes que nacimientos por cuarto año consecutivo. Hasta Bolivia, un país de familias tradicionalmente numerosas, está cerca de situarse por debajo del umbral de 2,1 hijos por mujer que es necesario para mantener constante su población.

Tanto si se trata de Chile como de México o la República Dominicana, se observa una tendencia semejante de cambios demográficos rápidos que impulsan el inevitable envejecimiento de la sociedad.

De acuerdo con un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas, la población total de la región se calculaba el año pasado en 663 millones de personas, un 3,8% menos que las proyecciones presentadas en el año 2000.

Por consiguiente, puede que para 2050 los países de Latinoamérica y el Caribe solo tengan unos 730 millones de habitantes, en vez de los más de 800 millones proyectados a comienzos de siglo.

Latinoamérica

Por dramáticos que sean estos cambios, aportan ciertas buenas noticias: un análisis más detallado resaltaría algunos de los aspectos positivos de la disminución de la natalidad, entre los que se incluyen la reducción de los embarazos adolescentes, un problema históricamente acuciante en Latinoamérica, una mayor concienciación sobre los métodos anticonceptivos y una planificación más realista de la paternidad.

Cada vez vivimos más años, así que es lógico que las mujeres (y las parejas en general) dispongan de un mayor control de sus carreras profesionales, su salud reproductiva y sus presupuestos. También hay quienes aplaudirían la menor huella medioambiental que suponen unas sociedades más pequeñas de lo previsto.

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Al mismo tiempo, no se puede ocultar el desafío fenomenal que estos bruscos cambios demográficos plantean para las empresas, las familias y los responsables de las políticas en una región conocida por su deficiente planificación a largo plazo y malas decisiones estratégicas.

Si bien la tendencia al envejecimiento de la población es global, América Latina la enfrenta en un contexto de bajas tasas de crecimiento, alta desigualdad, decepcionantes aumentos de productividad y sistemas deficientes de educación y gasto público.

Países avanzados como Japón pueden confiar en robots y tecnología para compensar la escasez de mano de obra.

Menos trabajadores y consumidores en América Latina plantean el espectro de economías estancadas y escasez fiscal, incluso cuando las cuentas ya están bajo presión. Los gobiernos deberán asignar recursos inteligentemente para un futuro que requerirá un mayor gasto en atención médica y pensiones y presupuestos más pequeños para gastos relacionados con la infancia.

Brasil

Tomemos el caso de la educación: la disminución de nacimientos brinda a las escuelas públicas la oportunidad de invertir más en cada estudiante, lo que se traduce en una mejor integración del niño en aulas menos concurridas y, potencialmente, en un aumento de la productividad futura. Los gobiernos y el sector privado pueden hacer mucho para mejorar la formación y las condiciones de vida de sus futuros trabajadores.

Si los países tienen menos bebés, el objetivo debería ser prepararlos mejor, reduciendo la pobreza y la mortalidad de infantes e invirtiendo más en el cuidado infantil. En esta región propensa a las crisis, un entorno macroeconómico general más próspero también contribuiría enormemente a promover la natalidad al eliminar el sobrepeso financiero que afecta a muchas parejas que consideran tener hijos.

Pero conciliar políticas sólidas con las demandas sociales no es fácil, y la migración es un ejemplo. Economistas y demógrafos podrían afirmar que atraer trabajadores extranjeros es una forma razonable de aliviar la presión demográfica. Sin embargo, esta visión progresista minimiza los desafíos de integración asociados a las grandes oleadas migratorias.

El reciente censo de Chile mostró que la mayor parte del crecimiento poblacional del país desde 2017 se debe a los migrantes, que ahora representan casi el 9% de la población total. Un impresionante 96% de los chilenos, en una encuesta realizada el año pasado, afirmó que el país necesitaba implementar más restricciones migratorias.

Chile

Finalmente, está la dimensión humana del debate sobre la disminución de la fertilidad: si tener bebés es uno de los debates más candentes de nuestros tiempos. Si no me cree, pruebe esa pregunta con su grupo de amigos y sea testigo de las apasionadas respuestas que desencadena.

Como padre de dos hijos, cuando veo que ciudades como Buenos Aires ya tienen más perros que niños, no puedo evitar pensar que las sociedades sin hijos son menos interesantes y divertidas para las familias, con disculpas a los amantes de las mascotas.

También me sorprende la creciente animosidad hacia los niños en una región que tradicionalmente ha reverenciado la vida familiar.

Hace poco llevé a mis hijos a ver a Shakira tocar en Ciudad de México: estuvo fabulosa, pero el espectáculo comenzó casi dos horas tarde y mi hijo de seis años se durmió después de unas cuantas canciones.

 Cuando alguien se atrevió a decir que los promotores y los artistas deberían haber cumplido con el horario en un video para redes sociales, la reacción fue furiosa: “Esos lugares no son para niños”, fue el comentario casi unánime, como si los niños no pudieran disfrutar de Shakira. Claro.

Entiendo todas las razones para no tener hijos en 2025: es caro, requiere mucho tiempo y puede perjudicar carreras profesionales o desviar energía y atención de otras metas vitales.

En mi humilde opinión, las inconmensurables ventajas de ser padre superan con creces sus costos, pero solo podrás confirmarlo dando un paso irreversible.

Dejando a un lado las decisiones personales, los países latinoamericanos necesitan empezar a prepararse para un mundo que ya no parece tan lejano y donde todo, desde los patrones de consumo hasta las oportunidades de inversión, se verá afectado por la nueva realidad de vivir en comunidades mucho más envejecidas.

Si su negocio se dirige a los menores de 10 años, es hora de replantear su estrategia.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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