Los usuarios de TikTok se autodiagnostican: eso es bueno y malo

Los usuarios de TikTok se autodiagnostican: eso es bueno y malo.
Por Sarah Gundle
18 de mayo, 2025 | 02:21 PM

“¿Mi TDAH? Lo descubrí en TikTok”, me dijo con orgullo un nuevo paciente.

No acudió a las redes sociales para encontrar respuestas porque quería, sino porque no podía permitirse el desembolso de una evaluación psiquiátrica formal. Las citas para las evaluaciones neuropsicológicas, el estándar de oro para diagnosticar enfermedades como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDHA), son cada vez más difíciles de conseguir.

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Asimismo, muchas son costosas y pueden oscilar entre los US$800 y los US$10.000, en función de la complejidad de las pruebas. Y aun cuando el paciente tenga seguro, con frecuencia este no cubre los gastos o, lo que es peor, le rechaza el reembolso a posteriori, por considerar que la evaluación “no es médicamente necesaria”.

¿Es dañino que las plataformas de medios sociales suplan una carencia de accesibilidad? La respuesta no siempre es “sí”, y su complejidad requiere un análisis más exhaustivo. En el caso de mi paciente, acudió a mi consulta solo porque su nuevo trabajo le proporcionaba una cobertura decente. Pero cuando revisé su historial, algo no cuadraba.

Los síntomas que me describía no se ajustaban a los criterios diagnósticos del TDAH establecidos en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés), que se encuentra en la biblioteca de todos los profesionales de la salud mental. Es más, ni siquiera se aproximaban.

No obstante, a pese a recibir un diagnóstico de ansiedad, y no de TDAH, de dos profesionales por separado, se esforzó por alejarse de lo que le dijo el Dr. TikTok.

No es la única. Cada vez más personas recurren a las redes sociales para obtener opiniones instantáneas sobre sus problemas. La tendencia de salud mental de “baja el dedo si...”, en la que una persona levanta diez dedos y baja uno cada vez que cree que se le aplica un síntoma, es cada vez más popular.

El costo es una razón, pero el anonimato de internet también puede ser atractivo. Incluso quienes no se graban participan en la tendencia a puerta cerrada. Otro atractivo es que los pacientes pueden adaptar sus respuestas preferidas a sus síntomas.

Si “desean” tener TDAH o cualquier otra afección, pueden encontrar confirmación en línea. No sorprende, entonces, que las plataformas de redes sociales hayan reemplazado cada vez más a los médicos presenciales.

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Para profesionales clínicos como yo, este cambio es alarmante. Si WebMD marcó el comienzo de la era del diagnóstico desde la comodidad de un sillón, TikTok ha abierto la puerta de par en par.

Al ser dinámico, estar impulsado por algoritmos y ser emocionalmente atractivo, el contenido de salud mental en estas plataformas a menudo simplifica, distorsiona o redefine por completo la investigación científica. Los videos crean una versión de la enfermedad mental que resulta cercana, pero que a menudo no se ajusta a la realidad médica.

Un estudio realizado en 2023 con 600 personas mostró una creciente discrepancia entre cómo la gente común y los profesionales definen lo que se considera un “trastorno”.

Descubrieron que muchas personas creían que algunos conjuntos de síntomas se omiten erróneamente en el DSM, mientras que otros sí están presentes, pero no deberían estarlo. Los investigadores concluyeron: “El concepto de trastorno que tiene el público no coincide con el de la psiquiatría organizada”.

De igual manera, un estudio reciente publicado en la revista Nature reveló que quienes afirmaron presentar altos niveles de rasgos autistas en cuestionarios en línea no se parecían mucho a quienes formalmente se encontraban en el espectro autista en un entorno clínico.

De hecho, la coincidencia entre las autoevaluaciones de estos individuos y las evaluaciones profesionales era tan escasa que podrían haber descrito a personas diferentes.

En resumen, el autodiagnóstico suele ser muy erróneo. Y esto es importante porque, una vez que alguien pasa de la curiosidad al autodiagnóstico, los riesgos se multiplican. Las listas de verificación al estilo TikTok y los cuestionarios sin verificar no incluyen planes de tratamiento efectivos, por lo que marcar casillas y responder preguntas en este formato puede llevar a las personas a la automedicación.

Estas acciones también pueden prolongar un sufrimiento innecesario, ya que los algoritmos pueden atrapar a los usuarios en un bucle de contenido cada vez más intenso que puede empeorar su salud mental.

También existen preocupaciones sobre la privacidad de quienes suben videos sobre sus dificultades, ya que los espacios en línea no están sujetos a la HIPAA (por sus siglas en inglés, Ley de Portabilidad y Responsabilidad del Seguro Médico).

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Aun así, no creo que la solución sea rechazar las redes sociales por completo.

Las plataformas de redes sociales han abierto conversaciones sobre salud mental de maneras que la medicina tradicional nunca pudo. Han brindado a las personas, especialmente a quienes han sido ignoradas por los profesionales, un espacio para sentirse vistas y apoyadas.

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Como terapeuta de trauma, he trabajado con muchas mujeres que fueron invalidadas por el sistema de salud, y veo lo poderoso que es cuando las personas encuentran comunidad y un lenguaje para sus experiencias en línea.

No creo que solo los profesionales de la salud mental deban hablar sobre salud mental. Pero tampoco podemos ignorar la avalancha de desinformación en línea.

En lugar de ser adversarios, quizás los profesionales clínicos y los creadores de contenido deberían colaborar. En este momento, no solo estamos en carriles diferentes, sino en carreteras completamente distintas.

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¿Qué pasaría si las redes sociales fueran una vía de acceso en lugar de un callejón sin salida? ¿Qué pasaría si la gente empezara a aprender sobre salud mental en TikTok, pero luego se conectara con tratamientos reales impartidos por expertos capacitados?

Sí, siempre existe el riesgo de desinformación. Pero también existe un enorme potencial para difundir conocimiento valioso y con respaldo científico, si encontramos maneras de colaborar en lugar de aislarnos.

El verdadero problema es que los profesionales de la salud mental no están capacitados para triunfar en el mundo de las redes sociales. A los médicos no se les enseña en los estudios de posgrado a crear videos que capten la atención ni a explicar ideas complejas con emojis, doblajes labiales o infografías con colores.

Personas como la Dra. Becky Kennedy, quien traduce conceptos de salud mental con fundamento científico a breves ejemplos para el público general mientras cocina y dobla la ropa, son la excepción, no la regla. Pero eso necesita cambiar, al menos un poco.

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Mis colegas necesitan salir de la seguridad de nuestros entornos clínicos y adentrarse en el mundo salvaje de las redes sociales, y plantar allí nuestra bandera. Tenemos que posicionarnos donde sea más probable que nos vean.

Entonces, quizás poco a poco, podremos empezar a responder a la desinformación con hechos y a la especulación descabellada con consejos sensatos.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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