Bloomberg — Representantes de China han estado recorriendo el mundo, explorando desde plantaciones de nueces de macadamia en Kenia hasta operaciones ganaderas en Bolivia. Todo como parte de una iniciativa para diversificar fuentes de alimentos y reducir la dependencia de proveedores occidentales.
En momentos que la geopolítica divide al mundo en distintos bloques, esta pérdida de cuota de mercado para las naciones aliadas de EE.UU. ha sido una victoria para los países del “Sur Global”. Hay ganadores evidentes, como Brasil, el cual ha quitado participación de mercado a EE.UU. en las exportaciones de maíz y soja, o Rusia, que ha elevado sus ventas de cereales, aceites comestibles y carne a China.
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Aparecen nuevos productos y proveedores que no solían estar en el centro de atención, prueba de la determinación de Pekín de cultivar nuevos socios comerciales y salvaguardar la seguridad alimentaria. La guerra comercial de Donald Trump ya le había enseñado que dependía demasiado de EE.UU. y sus aliados.
Todo eso importa porque el país es el principal importador agrícola del mundo. A medida que se afianza Trump en la Casa Blanca, China parece estar en mejores condiciones para sortear los choques comerciales.
“De forma lenta pero segura, China está encontrando un camino que le permite confiar en los mercados internacionales, contar con socios comerciales, y no crea inseguridad”, dijo Even Pay, analista agrícola de Trivium China, una consultora de investigación política.
Si bien en la mayoría de los casos el volumen sigue siendo minúsculo en comparación con los proveedores más tradicionales, gracias a estos esfuerzos China ahora dispone de una red de abastecimiento a la cual recurrir en caso de necesitar nuevas fuentes.
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La campaña para alejarse de los proveedores occidentales también sacudirá el comercio agrícola mundial, valorado en más de un billón de dólares, y crea consecuencias duraderas para los países y los productores cada vez más involucrados en su red.
Langostas: cambio de fortuna
Estos cambios de tendencia se sienten en pueblos costeros de Vietnam, fuente de langosta para la creciente clase media china. Aunque ha exportado este alimento desde al menos el año 2000, el comercio alcanzó su punto álgido en 2020, cuando Pekín prohibió las importaciones desde Australia. Y aunque la restricción se levantó el mes pasado, Australia aún no recupera toda su cuota de mercado: Vietnam es ahora el proveedor número 1.
Un ejemplo es la ciudad nororiental de Song Cau, donde se envía a China el 90% de la producción de langosta. Una mañana de noviembre, el puerto de Van Phuoc estaba abarrotado de botes cargados, al punto de que muchos granjeros debían hacer fila para pesar la mercancía antes de cargarla en camiones que recorren los 1.350 kilómetros a frontera de ambos países.
“Dependemos totalmente de China, de la A a la Z”, afirma Tran Van Thom. Desde que este criador de langostas empezó a criarlas en 1996, ha pasado de la pobreza a poseer dos casas, una motoneta y ganar lo suficiente para mantener a cinco hijos.
Y no es solo langostas. Pekín ha prometido abrir su mercado a una serie de productos agrícolas vietnamitas, armonizar las normas para estos productos y construir pasos designados para despachar los cargamentos en las fronteras. Esto ha impulsado el comercio bilateral entre Vietnam y China, el cual creció un 19,3% interanual en 2024 a US$205.000 millones, según datos de aduanas vietnamitas.
Nueces: África en el punto de mira
África se perfila como otra frontera de diversificación comercial china.
El continente es un proveedor habitual de metales, minerales y combustible para China, pero ahora tiene cada vez más importancia como fuente de alimentos, desde los más consolidados, como semillas de sésamo y anacardos, hasta frutas y carne. En los últimos 18 meses, China ha abierto su mercado a los aguacates de Sudáfrica y Zimbabue, la miel de Tanzania y el cordero de Madagascar.
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Pekín impuso en 2018 aranceles más altos a los frutos secos de EE.UU., y los importadores chinos debieron buscar proveedores alternativos. La demanda de frutos secos está aumentando en China a medida que la creciente clase media busca alimentos más saludables.
También son populares como regalos durante festivales como el Año Nuevo Lunar, en lugar de artículos tradicionales como dulces y baijiu, una bebida alcohólica.
“Llamamos a la macadamia el ‘oro verde’”, afirma David Gitonga, comerciante de macadamias de Embu a unos 130 kilómetros de Nairobi. “El negocio con China nos viene muy bien”.
Recuerda los años después de la pandemia, cuando los precios de las nueces habían caído tanto que los agricultores querían talar sus árboles. De pronto, llegaron los clientes chinos e hicieron que los precios se multiplicaran por siete. La empresa de la que es propietario, Edited Facta Nuts & Fruits, está construyendo una planta de procesamiento de US$1 millón. Gitonga ha contratado a unos 12.000 agricultores de la región, y planea al menos duplicar el número para finales de este año.
Carne de vacuno
A medida que crece el consumo de alimentos más caros en China, Pekín también se ha vuelto cada vez más consciente del poder de su enorme mercado y ha utilizado los permisos de importación como una forma de promover su agenda geopolítica.
En 2019, las asociaciones ganaderas de Bolivia recibieron a una delegación de funcionarios de aduanas chinos que estaban allí para evaluar la salud de los rebaños locales y las condiciones sanitarias del procesamiento de carne de vacuno, recuerda Alejandro Díaz, un ganadero que entonces era el jefe del grupo de la industria local. Era el último año de la presidencia del izquierdista Evo Morales, quien buscaba el acercamiento con China.
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Vinieron con sus propios traductores, cuenta Díaz. Los ganaderos locales incluso contrataron a un argentino especializado en preparar documentos para cumplir los requisitos sanitarios chinos para la exportación.
“Pusimos una buena cantidad de dinero para recibirlos”, dijo. Todos estos esfuerzos dieron sus frutos: ese mismo año, China abrió su mercado a los ganaderos bolivianos.
China regula las importaciones de carne y otros alimentos mediante un sistema de registro, y gestiona una lista cambiante de empresas autorizadas para exportar. Aunque Pekín aduce enfermedades y razones sanitarias para justificar restricciones, el sistema también favorecería a los amigos por encima de los enemigos.
Estos movimientos para diversificar fuentes ocurren a pesar del exceso de oferta de carne en el país debido a la recesión económica, una señal de la importancia de estas aprobaciones como gestos políticos. Pekín ha otorgado permisos a más fábricas de pollo en Tailandia desde que levantó una prohibición en 2018. En 2023 reanudó las importaciones de cordero de Uruguay, y el año pasado las de cerdo de Rusia.
Nuevos riesgos
Pekín puede estar más seguro gracias a las fuentes de suministro alternativas, pero la excesiva dependencia de China también crea riesgos para los exportadores, en particular en momentos que su economía no repunta y la demanda interna sigue débil.
Además, las fricciones con Pekín pueden repentinamente alterar el comercio. Vietnam, por ejemplo, tiene un historial de relaciones hostiles con China, y aunque han enmendado sus relaciones desde que libraron una guerra fronteriza, persisten las disputas por el mar de China Meridional.
La industria vietnamita de la langosta está muy pendiente de una reciente distensión entre China y Australia, la cual ha llevado a la eliminación de casi todas las restricciones comerciales.
Si China detiene o reduce significativamente las importaciones de Vietnam, “nos aplastarán, no hay otro remedio”, afirma Thom, el criador de langostas. “Se me ponen los pelos de punta si no contestan a mis llamadas, cuando ya han recibido millones y millones en langostas. Solo puedo dormir tranquilo cuando me contestan por WeChat”.
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