Bloomberg — El presidente argentino, Javier Milei, ha pasado su presidencia congraciándose con Donald Trump. Hasta ahora, esto no ha mantenido a su nación fuera de la primera línea de la guerra comercial del líder estadounidense.
Esta semana, Trump ordenó aranceles del 25% al acero y el aluminio, lo que podría afectar a una nación que el año pasado ocupó el séptimo lugar como mayor proveedor de Estados Unidos de este último metal, según la Oficina del Censo. El mandatario instruyó el jueves a su gobierno a proponer gravámenes recíprocos a los países que cobran aranceles altos a los productos estadounidenses, una amenaza directa a Argentina, un país altamente proteccionista, y a sus cerca de US$30.000 millones en comercio anual con EE.UU.
Aunque es demasiado pronto para estimar el impacto que tendrían los aranceles en Argentina, pondrán a prueba un pilar de la estrategia política de Milei: el líder libertario ha apoyado de forma entusiasta a Trump, ha peregrinado a eventos conservadores en EE.UU. e incluso ha planteado la idea de un tratado de libre comercio con la nación norteamericana, todo ello como parte de un impulso para reforzar su influencia en el extranjero mientras reconstruye la deteriorada economía de su país.
Pero la repentina posición vulnerable de Argentina demuestra que ni siquiera los amigos están a salvo de la ira comercial de Trump, un desafío para cualquier líder como Milei que pueda ver la afinidad personal como su camino para escapar de su mirada.
“Hay una relación privilegiada. Pero para tener resultados concretos tiene que construir el andamiaje”, señaló Juan Cruz Díaz, analista político en Buenos Aires, en referencia al vínculo de ambos líderes. “Las próximas semanas van a ser claves para ver si no será tan golpeado por una política que no tiene que ver específicamente con Argentina”.
La semana que viene tendrá su primera oportunidad: Milei asistirá a la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), afín a Trump, en EE.UU., donde busca reunirse con su homólogo, según informó Infobae.
Los nuevos aranceles a los metales no entrarán en vigor hasta el 12 de marzo, mientras que EE.UU. realizará estudios sobre gravámenes recíprocos específicos para cada país que deberían estar listos en abril, según sus propias estimaciones. Eso le da a Milei algo de tiempo para negociar un acuerdo, y la historia reciente sugiere que es posible.
Durante su primer mandato, Trump acordó eximir a Argentina de un aumento de los aranceles al acero y al aluminio después de llegar a un acuerdo sobre cuotas con el expresidente Mauricio Macri. El entonces líder brasileño Jair Bolsonaro, quien al igual que Milei construyó estrechos vínculos con su compañero populista de derecha, logró más tarde salvar un acuerdo similar después de que Trump amenazara con ponerle fin.
Canadá y México también acaban de obtener aplazamientos de los gravámenes que Trump había prometido imponer, a pesar de que sus líderes son ideológicamente opuestos al presidente estadounidense.
Pero llegar a un acuerdo puede no ser fácil. Trump insistió esta semana en que esta vez, los aranceles a los metales se implementarían “sin excepciones ni exenciones”, y en su proclamación acusó a Argentina de seguir exportando acero a EE.UU. en “cantidades insostenibles”. El documento también criticó las estadísticas comerciales oficiales de Argentina por hacer que sea “difícil evaluar los niveles de acero que se importan de lugares como China y Rusia, y otras fuentes potenciales de exceso de capacidad”.
Evitar los aranceles recíprocos podría resultar aún más difícil después de que Trump dijera el jueves que había decidido igualar “lo que los países cobren a EE.UU.”
Según datos de las Naciones Unidas, Argentina aplica el arancel promedio más alto de todos los países de América Latina, con excepción de Venezuela. El impuesto promedio de EE.UU. a las importaciones es de alrededor del 3,5%, mientras que el de Argentina es del 13,5%.
Trump está haciendo algo diferente esta vez, que son estos aranceles recíprocos. Y ahí es donde Argentina tiene un problema, en la opinión Marcelo Elizondo, consultor argentino especializado en comercio. Destaca que Argentina es una economía muy cerrada con aranceles muy altos: “Tenemos aranceles mucho más altos sobre los productos estadounidenses que los que ellos tienen sobre los nuestros”.
Hay mucho en juego para Milei, que ha basado su presidencia en su capacidad para reconstruir la economía argentina y en su argumento de que el dolor a corto plazo causado por su “terapia de shock” conducirá a la prosperidad futura. Hasta ahora, esa visión ha seducido a los inversores globales, que han comprado los bonos soberanos del país y han anunciado grandes inversiones en los sectores energético y minero. La inflación, por su parte, que era cercana al 200% anual cuando Milei asumió el cargo, se desaceleró al 84,5% en enero.
Pero las amenazas arancelarias han generado profundas preocupaciones entre las empresas con operaciones argentinas, como Aluar, un productor de aluminio que exporta la mayor parte de su producción a Norteamérica, y el fabricante de tubos de acero Tenaris SA, que forma parte de Techint Group, el conglomerado del multimillonario Paolo Rocca.
Mientras tanto, los argentinos se muestran pesimistas sobre el regreso de Trump, a pesar de los esfuerzos de Milei por presentarse como uno de los amigos más cercanos del nuevo presidente. Casi la mitad espera que Trump tenga un impacto negativo en Argentina, en comparación con el 37% que cree que ayudará, según LatAm Pulse, una encuesta realizada por AtlasIntel para Bloomberg News a finales de enero y publicada esta semana.
Alrededor del 60% dijo que le preocupan los aranceles y, a diferencia de sus vecinos de Brasil, Chile y Colombia, los argentinos aún no están convencidos de que su gobierno deba estrechar lazos con EE.UU.: mientras una clara mayoría en esos tres países respaldaron la idea, los argentinos estaban divididos en partes iguales.
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