Presión sobre dólar en Bolivia podría llevar a una devaluación abrupta, advierte economista de IIF

En diálogo con Bloomberg Línea, Jonathan Fortun se refirió a la situación económica y cambiaria del país sudamericano y también a los desafíos relacionados con recursos naturales.

Bolivia
12 de marzo, 2025 | 04:00 PM

Bloomberg Línea — El dólar en Bolivia ha mostrado una enorme estabilidad en las últimas décadas, lo que le ha permitido al país el goce de una significativa estabilidad de precios. Sin embargo, en los últimos meses, la inflación se ha acelerado, al punto que el último Índice de Precios al Consumidor arrojó un valor superior al 13% y todo pareciera indicar que el camino es ascendente.

En este contexto, Bloomberg Línea dialogó sobre la situación de Bolivia con el experto y analista boliviano Jonathan Fortun, quien es economista senior en el Instituto Internacional de Finanzas (IIF). Antes de unirse a la entidad, Fortun trabajó en el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), además de desempeñarse como asesor financiero en Bolivia. También fue consultor en temas de comercio, finanzas y economía en Japón y América Latina y es profesor en la Universidad Johns Hopkins.

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El analista advierte que los desequilibrios macroeconómicos de Bolivia pueden desencadenar en un régimen de alta inflación, situación que vincula a la presión sobre el tipo de cambio. Además, se refirió a cómo el marco regulatorio del país ha afectado el aprovechamiento de los recursos naturales, en particular el litio.

El economista del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), Jonathan Fortun.

Bloomberg Línea (BL): ¿A qué atribuye la aceleración inflacionaria que viene sufriendo Bolivia?

Jonathan Fortun (JF): La aceleración inflacionaria en Bolivia es el resultado de la interacción de varios factores macroeconómicos adversos que han convergido en los últimos meses. En primer lugar, la escasez de dólares ha generado disrupciones en la importación de insumos esenciales, lo que ha elevado los costos de producción en prácticamente todos los sectores de la economía, dado que Bolivia depende en gran medida de bienes importados para su aparato productivo. A esto se suma el deterioro de las cuentas fiscales, con un gobierno que ha mantenido un elevado nivel de gasto financiado en parte con emisión monetaria, lo que ha exacerbado las presiones inflacionarias. Además, las principales exportaciones del país, como el gas y la soya, han perdido mercados clave, afectando la generación de divisas y debilitando aún más la capacidad del gobierno para sostener el tipo de cambio fijo. La creciente brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo refleja el temor a una corrección cambiaria desordenada, lo que ha intensificado la dolarización y la remarcación de precios en la economía.

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BL: ¿Y en términos de composición del IPC cómo se traduce?

JF: Los principales contribuyentes a la inflación en los últimos meses han sido el precio de los alimentos, el costo de vivienda y muebles, así como el incremento en los insumos productivos. La inflación en alimentos responde principalmente al encarecimiento de bienes importados y a los problemas logísticos derivados de la escasez de divisas, lo que ha limitado la capacidad de abastecimiento. A esto se suma el efecto de una oferta interna restringida, dado que muchas de las cadenas de producción en Bolivia dependen de insumos del exterior. El aumento en el costo de vivienda y muebles se ha visto impulsado por el intento de los hogares de preservar su poder adquisitivo en un contexto de creciente incertidumbre cambiaria e inflación, lo que ha llevado a una mayor demanda de bienes duros y activos reales como protección contra la erosión del valor de la moneda local. Finalmente, el alza en los insumos productivos ha tenido un efecto en cascada sobre toda la estructura de costos de la economía, afectando desde la industria manufacturera hasta el sector agrícola, generando aumentos de precios en una amplia gama de bienes y servicios.

BL: ¿Qué incidencia le atribuye al factor político?

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JF: La inestabilidad política ha exacerbado las presiones inflacionarias. El gobierno actual enfrenta una creciente debilidad, con divisiones internas dentro del partido de gobierno que han socavado su capacidad para implementar medidas efectivas de estabilización económica. La falta de cohesión política ha llevado a una parálisis en la toma de decisiones, lo que ha reducido la confianza de los mercados y de los actores económicos. En este contexto, la proximidad de las elecciones ha incentivado un enfoque de corto plazo por parte del gobierno, con medidas fiscales expansivas que buscan sostener el consumo, pero que al mismo tiempo alimentan las presiones inflacionarias. La combinación de un entorno macroeconómico deteriorado, una política fiscal poco sostenible y un gobierno debilitado aumenta el riesgo de que la inflación continúe acelerándose en los próximos meses.

BL: ¿Cree que hay algún riesgo de ir un régimen de alta inflación similar al de Argentina?

JF: Si bien Bolivia todavía no ha entrado en un régimen de alta inflación como el de Argentina, los desequilibrios macroeconómicos actuales aumentan significativamente ese riesgo. La combinación de un tipo de cambio fijo con una fuerte caída de reservas internacionales y una monetización creciente del déficit fiscal genera una dinámica insostenible a mediano plazo. En este contexto, la creciente dificultad para acceder a dólares y la pérdida de confianza en la estabilidad cambiaria están llevando a un proceso de dolarización que puede acelerar aún más la inflación. Si el gobierno continúa postergando los ajustes necesarios, la presión sobre el tipo de cambio podría llevar a una devaluación abrupta, con un impacto significativo en la inflación y una posible aceleración de la espiral inflacionaria.

BL: ¿Ve similitudes entre ambos países?

JF: La trayectoria inflacionaria reciente de Bolivia presenta varias similitudes con la dinámica observada en Argentina antes de la llegada de Javier Milei a la Presidencia. En primer lugar, ambos países han desarrollado un mercado cambiario paralelo con una creciente brecha entre el tipo de cambio oficial y el informal, lo que refleja la pérdida de confianza en la capacidad del gobierno para sostener la paridad oficial. A medida que la escasez de dólares se ha profundizado en Bolivia, las distorsiones cambiarias se han vuelto más evidentes, incentivando la dolarización de ahorros y una presión especulativa sobre los precios internos.

En segundo lugar, la restricción de exportaciones ha sido una característica común en ambos países en el pasado. En Argentina, bajo el gobierno de Alberto Fernández y anteriores administraciones, los controles sobre el comercio exterior afectaron la competitividad del agro y de la industria, limitando el ingreso de divisas. En Bolivia, la caída de los mercados clave para el gas y la soya, combinada con un entorno poco favorable para la inversión en sectores estratégicos como el litio, ha generado un escenario similar, donde la oferta de dólares ha disminuido considerablemente sin una respuesta efectiva en términos de diversificación de exportaciones.

Otra similitud clave es la falta de inversión extranjera directa y de flujos de capitales en portafolio. En ambos países, la incertidumbre política y la falta de reglas claras han reducido el atractivo para inversores extranjeros, lo que ha limitado las fuentes de financiamiento y ha obligado a los gobiernos a recurrir a soluciones de corto plazo como la emisión monetaria y el endeudamiento interno. En el caso boliviano, el deterioro de la balanza de pagos ha reducido la capacidad del país para acceder a financiamiento externo en condiciones favorables, lo que ha incrementado la presión sobre las cuentas fiscales y el sector bancario.

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BL: En Argentina se discute mucho el factor fiscal...

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JF: El desalineamiento fiscal también es un punto en común entre ambos países. Tanto Bolivia como Argentina han operado con déficits fiscales elevados financiados en gran parte con emisión monetaria o endeudamiento insostenible. En Bolivia, el gasto público se ha mantenido en niveles elevados a pesar de la caída de los ingresos por exportaciones, lo que ha forzado una mayor dependencia de la monetización del déficit por parte del Banco Central. En Argentina, un fenómeno similar bajo el gobierno anterior contribuyó a la aceleración de la inflación y a una espiralización (alza) de los precios, un riesgo que Bolivia enfrenta si no ajusta su política fiscal a tiempo.

Sin embargo, también existen diferencias significativas entre ambos países que determinan la dinámica de sus crisis. En primer lugar, Argentina posee un sector productivo mucho más desarrollado que el de Bolivia, con una base industrial más diversificada y una producción con mayor valor agregado. La capacidad de Argentina para generar ingresos internos y sostener cierta demanda agregada le ha permitido una mayor resiliencia frente a crisis inflacionarias, aunque con distorsiones en su estructura de precios. En Bolivia, la dependencia de bienes importados y la limitada producción nacional aumentan la vulnerabilidad de la economía ante shocks externos y la escasez de dólares.

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BL: ¿En términos de proceso político encuentra parecidos?

JF: Argentina ha mantenido una tradición de alternancia política con una oposición fuerte que ha servido como contrapeso al oficialismo, permitiendo correcciones de rumbo en distintos momentos. En Bolivia, en cambio, el Movimiento al Socialismo (MAS) ha dominado la escena política desde 2005, con un control prácticamente hegemónico de las instituciones y un margen de maniobra mucho más amplio para implementar políticas sin una oposición efectiva. Esto ha permitido postergar ajustes económicos fundamentales, generando un deterioro más prolongado de los fundamentos macroeconómicos sin presión política suficiente para corregirlos.

BL: Teniendo en cuenta estos factores, y volviendo al comienzo, una eventual aceleración inflacionaria, tal como sufrió Argentina en los últimos años, ¿cómo puede impactar en Bolivia?

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JF: La demanda interna y el poder de consumo en Argentina son sustancialmente mayores que en Bolivia, lo que permite que el país tenga una mayor capacidad de absorción de shocks económicos. En Bolivia, el consumo interno depende en gran medida del gasto público y de la estabilidad del tipo de cambio, lo que implica que un ajuste cambiario o fiscal tendría un impacto mucho más directo y profundo sobre la población. En este sentido, mientras que Argentina ha logrado sobrevivir a crisis inflacionarias prolongadas gracias a su tamaño de mercado y diversificación productiva, Bolivia enfrenta riesgos de inestabilidad mucho más severos en caso de un deterioro sostenido de la macroeconomía.

En este contexto, si Bolivia no toma medidas correctivas a tiempo, es plausible que la dinámica inflacionaria se asemeje aún más a la de Argentina antes de la actual administración, con episodios de aceleración de precios, creciente dolarización de la economía y un debilitamiento progresivo del tipo de cambio oficial frente a la realidad del mercado. Sin embargo, las diferencias estructurales entre ambos países también significan que los canales de transmisión de la crisis y la capacidad de respuesta del gobierno pueden diferir considerablemente.

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BL: En 2023, las expectativas respecto de Bolivia se empezaron a deteriorar notablemente, cuando el mercado empezó a detectar una fuerte caída de reservas internacionales. ¿Ves que la política haya reaccionado a eso, corrigiendo desequilibrios o empeoró?

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JF: La reacción de la política económica ha sido claramente insuficiente para corregir los desequilibrios que se han venido acumulando desde 2023. En lugar de implementar un ajuste ordenado para reducir la presión sobre el tipo de cambio y mejorar la sostenibilidad fiscal, el gobierno ha optado por mantener un nivel elevado de gasto y subsidios, profundizando la dependencia de una estructura económica que ya no cuenta con el respaldo de suficientes ingresos por exportaciones. Además, el Banco Central ha intentado sostener el tipo de cambio fijo mediante la venta de reservas, pero con resultados cada vez más limitados debido a la escasez de dólares en el sistema. A esto se suma la incertidumbre política derivada de la proximidad de las elecciones, que ha reducido aún más los incentivos para adoptar medidas correctivas, contribuyendo a una mayor volatilidad en las expectativas.

BL: Por lo que usted menciona, pareciera difícil sostener el ancla cambiaria de los últimos años.

JF: El mantenimiento del tipo de cambio fijo en Bolivia se ha vuelto cada vez menos sostenible, dado el deterioro de la posición externa del país. Con una pérdida continua de reservas y un acceso cada vez más restringido a fuentes de financiamiento externo, la capacidad del Banco Central para seguir defendiendo el tipo de cambio es limitada. La creciente brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo indica que el mercado ya está anticipando un ajuste cambiario, aunque las autoridades han intentado postergar esta corrección. A menos que se implementen reformas estructurales que alivien las presiones sobre la balanza de pagos, la presión sobre el tipo de cambio seguirá aumentando, lo que eventualmente podría forzar una devaluación.

BL: Por el lado de los recursos naturales, viene lente el desarrollo del litio y hay advertencias de que se está acabando el gas, ¿cree que se puede revertir esa situación?

JF: La situación del sector de recursos naturales en Bolivia es compleja y difícil de revertir en el corto plazo. La producción de gas ha venido cayendo de manera sostenida debido a la falta de inversiones en exploración y desarrollo, lo que ha reducido significativamente la capacidad del país para mantener sus exportaciones energéticas. En el caso del litio, si bien Bolivia cuenta con grandes reservas, el desarrollo del sector se ha visto obstaculizado por problemas regulatorios, falta de infraestructura y dificultades para atraer inversión extranjera. Para revertir esta situación, sería necesario un cambio en el marco de políticas que incentive la inversión privada y la modernización del sector, además de una estrategia clara para mejorar la competitividad de las exportaciones de recursos naturales. Sin estas reformas, es poco probable que Bolivia pueda reemplazar en el corto plazo los ingresos perdidos por la caída en las exportaciones de gas y soya.