Bloomberg — Dicen que los “días de dividendo” son los mejores del año en la remota localidad brasileña de Jaraguá do Sul, con una población de 180.000 habitantes.
El pago, junto con un programa de participación en las utilidades del fabricante de motores eléctricos WEG SA, contribuye al sustento de cerca del 20% de los habitantes de la ciudad, entre trabajadores activos, jubilados y familiares. Fundada hace 64 años por un electricista, un contador y un mecánico, la empresa afirma que sus clínicas de salud atienden casi tantos pacientes como el propio sistema público de la ciudad.
Ubicada a siete horas en auto al suroeste de São Paulo, la prosperidad de Jaraguá do Sul está ligada en gran medida a WEG, que tiene clientes en 135 países y fábricas en 17 de ellos. La compañía ha superado hiperinflación, crisis monetarias, inestabilidad política y una pandemia. Ahora, sus habitantes, conscientes o no, tendrán que enfrentar la incertidumbre que el presidente Donald Trump ha traído a la economía global.
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Quizás nadie entienda esto mejor que Elder Stringari, de 55 años, quien en muchos sentidos encarna el espíritu tanto de la ciudad como de la empresa. Nacido en Jaraguá do Sul, comenzó su carrera en WEG como pasante a los 14 años. Sus tres hermanos también han trabajado allí.
Tras graduarse como ingeniero eléctrico, aceptó un puesto de ventas en Atlanta y pasó tiempo en India. En 2020 fue nombrado director de ventas internacionales, supervisando un equipo de 2.500 personas en todo el mundo. Además de la pandemia, tuvo que lidiar con la respuesta del ataque de Rusia a Ucrania.
Durante una visita a la sede corporativa y a varias fábricas de WEG en marzo, cuando se anticipaba la política arancelaria de Trump, pero aún no se conocía su alcance, Stringari dijo que Brasil podría servir de ejemplo sobre las consecuencias no deseadas de los aranceles.
“Si Trump quiere saber si los impuestos a las importaciones resolverán el problema en su país, debería venir aquí, a Brasil”, señaló Stringari en una entrevista. “La economía más protegida del planeta probablemente es la nuestra. Y no está funcionando muy bien, ¿verdad? Al menos para la mayoría de la gente”.
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Brasil aplica aranceles elevados a numerosos productos, desde automóviles hasta productos electrónicos y textiles, como una forma de proteger la producción y el empleo nacionales. Sin embargo, la compleja red de impuestos federales y locales representa un obstáculo para el comercio internacional. Como resultado, la economía se ubica en el puesto 62 de 67 en el ranubaing de competitividad mundial elaborado por el International Institute for Management Development (IMD).

Aunque ninguno de los altos ejecutivos y directores entrevistados por Bloomberg durante la visita de marzo se atrevió a descartar por completo el riesgo de daños derivados de la guerra comercial, todos expresaron confianza en que las operaciones globales de WEG le permitirán enfrentar este “tsunami”, tal como lo ha hecho en otras épocas de turbulencia. Durante la pandemia de covid 19, por ejemplo, la empresa logró abastecer a sus clientes desde mercados alternativos que no estaban en confinamiento, cuando alguna fábrica se veía obligada a reducir o detener su producción debido a un brote del virus.
El director ejecutivo, Alberto Kuba, calificó los aranceles de Trump como un “error fundamental”, aunque aseguró que WEG está preparada para hacer frente a una guerra comercial.
“Trasladamos la producción de una planta a otra dependiendo de la situación local”, señaló Kuba en una entrevista. “Lo más importante para nosotros es que la economía mundial crezca”.
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WEG fabrica piezas esenciales para proyectos de electrificación, como generadores, turbinas, transformadores y paneles de control. Actualmente participa en la construcción de estaciones de recarga para autos eléctricos y en la producción de baterías que alimentan una flota de autobuses eléctricos en São Paulo, por ejemplo. También fabrica motores para electrodomésticos como lavadoras y aires acondicionados, así como pinturas y barnices para proteger equipos industriales.
La empresa es capaz de satisfacer aproximadamente un tercio de la demanda estadounidense de sus productos a través de la fabricación de transformadores en Washington, Misuri; motores comerciales en Bluffton, Indiana; y maquinaria eléctrica en Minneapolis, entre otras instalaciones. Tradicionalmente, los dos tercios restantes se han importado desde sus plantas en México y Brasil. Aunque la empresa opera en China, no exporta productos desde ese país al mercado estadounidense.
“Seguiremos creciendo con fuerza en EE.UU. y tendremos una presencia, creo, bastante relevante en ese mercado”, asegura Stringari.

WEG se ha convertido, en muchos aspectos, en un caso ejemplar de empresa que ha sabido capitalizar décadas de globalización. Además de impulsar el desarrollo económico del estado de Santa Catarina, ha generado una impresionante riqueza de US$21.100 millones para los 56 descendientes de sus tres fundadores: Werner Voigt, Eggon da Silva y Geraldo Werninghaus, cuyas iniciales dan nombre a la compañía. Según el índice de multimillonarios de Bloomberg, dos de estos herederos ya figuran como multimillonarios, mientras que otros 19 poseen fortunas superiores a los US$700 millones.
Actualmente, más allá de los tres asientos que ocupan familiares de los fundadores en la junta directiva, WEG es gestionada por ejecutivos externos. En 2024, la compañía reportó ingresos por US$7.000 millones y cuenta con 47.000 empleados en todo el mundo, de los cuales cerca de un tercio trabaja en Jaraguá do Sul. Según comunicados de la empresa, WEG ha suscrito acuerdos con gigantes como General Motors Co. (GM), BMW AG y Embraer SA (ERJ), entre otros.

A pesar de la volatilidad del mercado y las amenazas de aranceles, que han provocado una caída del 17% en sus acciones este año, WEG, que cotiza en bolsa desde 1971, ha superado históricamente al índice bursátil de referencia de Brasil, incluso durante la pandemia. En los últimos cinco años, los inversionistas habrían obtenido una rentabilidad total del 137 %, incluidos los dividendos, frente al 61 % del índice Ibovespa. Si se amplía el horizonte a 25 años, los rendimientos equivalen a casi un 30% anual, según datos recopilados por Bloomberg.
WEG paga dividendos dos veces al año y, desde 2020, ha distribuido 11.500 millones de reales (unos US$2.000 millones) entre sus accionistas, incluyendo la participación en las utilidades. Además, otorga a sus empleados una bonificación adicional proveniente de ese mismo fondo.
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A pesar de la riqueza generada por su rápido crecimiento, la empresa mantiene una cultura de austeridad. Sus ejecutivos viajan por el mundo en vuelos comerciales, evitando el uso de aviones y helicópteros privados, algo común en otras empresas brasileñas. Sus oficinas son austeras, nadie usa traje y corbata, y la mayoría de los descendientes de los fundadores se mantienen fuera del radar público: uno es DJ en la región y otro dirige una empresa de moda.
Los ejecutivos confían en que esta cultura de austeridad les ayudará a soportar cualquier medida que imponga Trump. Directivos afirman que aún pueden ampliar la capacidad de manufactura en México y Estados Unidos.
“Todavía hay mucha incertidumbre en torno a los aranceles y la volatilidad de las capacidades industriales”, señaló el director financiero, André Luís Rodrigues, durante una conferencia de resultados el 30 de abril. “Hasta ahora, WEG no ha realizado ningún cambio en su plan estratégico porque siempre pensamos a largo plazo”.
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