Kast, el candidato nacionalista cristiano que busca desafiar a la izquierda en Chile

Los sondeos ubicaban a Kast como el candidato más probable para surgir de una fragmentada derecha y enfrentar a la comunista Jeannette Jara en una eventual segunda vuelta el 14 de diciembre.

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Kast, el candidato nacionalista cristiano que busca desafiar a la izquierda en Chile
Por Antonia Mufarech
14 de noviembre, 2025 | 08:40 PM

Bloomberg — Al igual que muchas partes de Chile, las afueras de Paine, al sur de la capital, Santiago, conservan huellas de los colonos alemanes. Techos alpinos, relojes cucú, una fábrica de cecinas.

Allí creció el ultraconservador candidato presidencial José Antonio Kast, un hijo de migrantes bávaros que ha sabido reinventarse como nacionalista para liderar el viraje de Chile hacia la derecha. De cara a la primera vuelta del domingo, el tres veces aspirante ha dejado en segundo plano su anterior discurso enfocado en valores familiares tradicionales, y ahora ofrece a los votantes un mensaje centrado en el orden, el control migratorio y un Estado más pequeño, apelando a la preocupación por la delincuencia, el estancamiento económico y el cambio social.

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Según las últimas encuestas públicas, Kast es el favorito para alcanzar la presidencia. Los sondeos, que cerraron el 1 de noviembre, lo ubicaban como el candidato más probable para surgir de una fragmentada derecha y enfrentar a la comunista Jeannette Jara en una eventual segunda vuelta el 14 de diciembre.

Aunque las intenciones de voto podrían haberse modificado en el tramo final, Chile parece encaminado a elegir entre dos polos ideológicos. Como en otros países, la polarización ha echado raíces en una de las economías más prósperas de América Latina, 35 años después del retorno de la democracia. Si gana, Kast partirá con un equipo limitado, sin experiencia ejecutiva y con un historial de declaraciones y alianzas que inquietan a muchos chilenos.

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En el Congreso, en sus dos campañas presidenciales anteriores y durante el fallido intento de su Partido Republicano por reescribir la Constitución en 2023, Kast impulsó una cruzada católica estricta. En 2004, el entonces diputado se opuso a una ley que legalizó el divorcio y años después combatió otra que permite el aborto en casos limitados. En su campaña de 2021 propuso eliminar el Ministerio de la Mujer, postura que luego calificó de error.

“Ingresé a la política siendo católico”, dijo el padre de nueve hijos en una entrevista de 2023. “Primero soy católico y después soy político”.

Con el paso del tiempo, su moralismo se fue alejando de un país más secular, diverso y, como revelaron las protestas de 2019, furioso ante la precariedad en educación, salud y pensiones. Al final de una entrevista televisiva en horario estelar en 2021, Kast sonreía como el capitán von Trapp mientras sus hijos cantaban una balada y su esposa, María Pía Adriasola, los acompañaba con la guitarra. Días después, perdió el balotaje frente al izquierdista millennial Gabriel Boric.

Desde entonces, Kast ha sabido reorientarse, afirma Giancarlo Visconti, profesor de la Universidad de Maryland. “No es una buena estrategia salir en tu campaña con nueve hijos, porque no representas a nadie con eso”.

El equipo de Kast no respondió a múltiples pedidos de entrevista o comentarios para este artículo.

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Fuera del establishment

Su programa económico es típicamente de derecha: reducir la nómina del sector público, cerrar ministerios, bajar el impuesto corporativo de 27% a 23% para empresas medianas y grandes, y hasta 20% para firmas que contraten trabajadores no calificados. Como sus rivales, promete acelerar el crecimiento a 4%, simplificar los permisos ambientales y fomentar el empleo formal.

“No veo a Kast, por ejemplo, criticando el censo o criticando datos oficiales que vengan de inflación, o diciendo que el banco central no baja las tasas. Me lo imagino muy dentro de las reglas”, comentó Visconti.

Sin embargo, su promesa central —recortar US$6.000 millones del gasto público en sus primeros 18 meses de gobierno— se considera poco realista.

El recorte es “ambicioso, pero difícil de ejecutar en un año y medio sin un plan claro de eficiencia del gasto y de respaldo legislativo”, advirtió Andrés Abadía, economista jefe para América Latina de Pantheon Macroeconomics. “Gran parte del presupuesto chileno está comprometido en pensiones, salud y educación, lo que deja poco margen para ajustes rápidos y ambiciosos”.

El entorno de Kast proviene en gran medida de fuera del tecnocratismo centrista chileno, que en su mayoría respalda a su rival de centroderecha Evelyn Matthei. Si gana, deberá tender puentes para formar equipo y trabajar con el Congreso. Entre los leales que probablemente ocuparían cargos clave figuran su principal asesor económico Jorge Quiroz, el economista Bernardo Fontaine, el exdiputado Rodrigo Álvarez y el empresario Alejandro Irarrázaval.

El país de Dios

En la campaña de este año, Kast suele esquivar los temas sociales sensibles. “No he cambiado mis convicciones”, dijo en octubre. “Pero sé distinguir cuál es la urgencia hoy en Chile”.

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Cuando se le preguntó en un debate reciente si prohibiría los anticonceptivos en la salud pública, respondió que “jamás me metería en la cama de alguien”, aunque añadió: “Sí puedo sugerir que los padres puedan saber si su hija va a tomar una pastilla del día después (...) Un padre querrá saber.”

En general, se mantiene fiel a su guion de “decirle a los chilenos que las urgencias, que son la migración irregular, la delincuencia, la crisis de seguridad, y la economía, son la prioridad. Y hay que arreglar eso, cueste lo que cueste”, señaló Kenneth Bunker, analista político y profesor de la Universidad San Sebastián.

El menor de diez hermanos, Kast creció a la sombra de la fábrica familiar de cecinas y de los restaurantes Bavaria, donde los hijos ayudaban desde pequeños. “Ellos empezaban a andar y ya le estaban pasando una escobilla para que barrieran”, recuerda Ana María Valdenegro, de 75 años.

En Linderos, cerca de Paine, todos trabajaron para los Kast o conocían a alguien que lo hacía. La familia, próspera y conocida por su generosidad, repartía comida entre los vecinos. “Solo tocabas la garita”, dice Valdenegro. “¡Cuánta gente almorzó gracias a ellos!”

Kast, de 59 años, se formó en un Chile convulsionado. El socialista Salvador Allende fue derrocado en 1973 por el general Augusto Pinochet, quien gobernó como dictador con puño de hierro por 17 años. Miguel, uno de los hermanos de José Antonio, fue uno de los “Chicago Boys” que transformaron la economía chilena. Sirvió como ministro y presidente del Banco Central. Siendo estudiante de Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile, José Antonio hizo campaña por la opción Sí en el plebiscito de 1988, que habría mantenido a Pinochet en el poder.

En Paine, como en otras zonas rurales, las expropiaciones agrarias de Allende generaron rechazo entre los terratenientes aliados del régimen militar. A las afueras del pueblo, el Memorial de Paine conmemora a 70 víctimas de la dictadura. Es un tema delicado que muchos residentes prefieren evitar.

En su campaña de 2017, Kast llegó a decir que, si viviera, Pinochet votaría por él. En 2021, fue más cauto: “Cualquier persona que haya violado los derechos humanos, sea militar o no, yo no lo respaldo”.

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En la órbita ultraderechista

En el ámbito internacional, el “Kast 2.0” se mueve en círculos del nacionalismo cristiano. En mayo, durante la Conferencia de Acción Política Conservadora en Budapest, prometió seguir el ejemplo del primer ministro húngaro Viktor Orbán y endurecer las medidas contra la migración irregular, vinculándola al aumento del crimen. “Nos dicen que no podemos cerrar las fronteras y ahora resulta que no podemos abrir nuestras ventanas por el miedo y la violencia”, dijo en español ante el público.

Los inmigrantes están “despreciando nuestra bandera y también nuestras tradiciones”, declaró, prometiendo hacerles la vida “imposible”. Añadió que uno de cada cinco bebés en Chile es hijo de extranjeros, lo que según él amenaza la “identidad” nacional. “Si no nacen más chilenos, no habrá más Chile”.

En un país mayoritariamente mestizo, Kast apela a la xenofobia contra los migrantes de otras partes de la región, en su mayoría de Venezuela, que han llegado a Chile en masa durante la última década.

En septiembre, Kast se reunió con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en Roma, a quien elogió por sus políticas duras. En cuanto a Medio Oriente, ha criticado a Boric por su condena abierta de la destrucción de Gaza por parte de Israel.

Más cerca, visitó la megacárcel del presidente salvadoreño Nayib Bukele y defendió al exmandatario brasileño Jair Bolsonaro, condenado por intento de golpe.

También ha elogiado a Javier Milei. Pero es Johannes Kaiser, rival de Kast en la carrera presidencial y quien podría dar la sorpresa, quien se asemeja más en sus posturas al presidente argentino.

Las promesas de Kast de cerrar fronteras y expulsar migrantes recuerdan las medidas de Donald Trump. En noviembre de 2024, lo felicitó por su triunfo electoral en EE.UU., calificándolo como “un nuevo triunfo de la libertad y el sentido común”.

Como el gobierno de Trump, Kast parece decidido a moverse rápido. Planea declarar un “gobierno de emergencia” y recientemente afirmó que el Congreso “no es tan relevante como creen”. Luego matizó sus palabras para evitar especulaciones sobre un eventual gobierno por decreto.

Pese a su afinidad con líderes de la ultraderecha, Kast es más contenido. “En términos de política es menos extremo”, sostiene Isabel Castillo, cientista política de la Universidad de Chile. “Es un tipo que está muy inserto en la élite tradicional, mucho más conservador”.

De mayo de 2022 a diciembre de 2024, presidió la Red Política por los Valores, integrada por políticos y activistas de segundo nivel de América Latina, Europa y EE.UU., cuyo lema es “¿Qué tan lejos podemos llegar?”.

Hacer grande a Chile otra vez

Hoy Kast aparece más en TikTok que en los bancos de misa. Pero sus intentos por atraer a los jóvenes resultan menos efectivos frente al manejo digital de Kaiser. Cuesta imaginar que él mismo tenga su “Kastlist” en Spotify, con canciones como “Wrecking Ball” de Miley Cyrus, cuyo video probablemente escandalizaría a un hombre piadoso.

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Kast atribuye a su esposa haberle suavizado el carácter. “Era muy tímido de pequeño”, contó este año. “Yo era el típico alemanote, como duro, callado, como de poco afecto. Y la familia de la Pía era puro afecto”. Incluso hoy, admite, los abrazos no le resultan fáciles.

En uno de sus últimos actos, en Viña del Mar, habló tras un vidrio blindado, algo inusual en Chile. Ante preguntas sobre posibles amenazas, respondió que son los delincuentes quienes deberían tener miedo.

Como toda familia, los Kast son diversos: su hermano Christian dirige la empresa familiar; Hans dejó el sacerdocio tras denunciar abusos sexuales; y su sobrino Felipe, senador de centroderecha, apoya a Matthei.

La tragedia también ha golpeado. Su hermano Miguel murió de cáncer en 1983. Una hermana se ahogó cuando era niña y otra murió en un accidente de coche.

Muchos jóvenes empresarios y políticos de centroderecha reconocen en privado la integridad de Kast, pero lamentan lo que consideran retrocesos en temas sociales y en la reconciliación con el pasado. Tras la caída de Matthei en los sondeos, varios se resignan a intentar contener sus impulsos más duros.

En Viña, Kast volvió a su discurso moral. “Vamos a volver a hablar de Dios, vamos a volver a hablar de la patria y vamos a volver a hablar de la familia, porque son esos los valores que han sustentado la solidez de nuestra patria”.

“Y no tenemos que sentir temor frente a lo que nos digan”, dijo ante la multitud. “Y con esa mirada puesta el futuro, vamos a cuidar esos valores trascendentes que han hecho de Chile una gran nación”.

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