Bloomberg Línea — La producción de cine colombiano ha crecido de manera sostenida en los últimos cinco años, pero penetrar y conquistar una audiencia masiva sigue siendo una tarea pendiente, advirtió Mónica Moya, directora de Industrias del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI).
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El incremento en la producción ha sido impulsado por avances tecnológicos y el acceso a nuevas herramientas de creación.
Con más de 600 millones de hispanohablantes en el mundo, el cine nacional aún no ha logrado conectar de manera efectiva con este vasto público. “No hemos logrado llegarle ni al 1%”, dice Moya.
La directora de Industrias del FICCI señala que, aunque la producción ha crecido en cantidad y calidad, “el consumo, la taquilla y la distribución siguen siendo nuestro cuello de botella”.
La preferencia del público colombiano por géneros como el thriller, la comedia y el terror contrasta con la tendencia de los cineastas nacionales a producir mayoritariamente dramas. “Ahí hay una fractura”, dice Moya. Sin embargo, indica que las nuevas generaciones de creadores están apostando cada vez más por un cine de género, lo que podría marcar un cambio de tendencia.
Moya destaca que la irrupción de las plataformas de streaming ha representado un avance significativo en términos de exhibición y circulación, aunque su impacto en el financiamiento ha sido nulo.
Según Moya, a pesar de la percepción de que sólo las plataformas de pago son relevantes, “no podemos olvidar que medios como YouTube también son plataformas de streaming con un enorme potencial de alcance”.
Uno de los principales retos del cine colombiano es su escasa presencia en salas frente a las grandes producciones internacionales.
“No competimos. No existe una cosa tal como competencia porque el alcance de la distribución y el número de salas que se adjudican para estrenos es minúsculo”, dice Moya, subrayando la necesidad de repensar las estrategias de exhibición y acceso a públicos.
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La falta de especialización en distribución es otro de los problemas estructurales de la industria. Según Moya, “en Colombia hemos dejado la labor de la distribución en manos de los productores y no contamos con suficientes especialistas como agentes de ventas o distribuidoras”.
Esto ha llevado a que muchas películas lleguen al final de sus procesos de producción sin recursos ni estrategias claras para su circulación.
Si bien la tecnología ha facilitado nuevas formas de producción y consumo, el cine colombiano aún enfrenta una desconexión con sus audiencias.
“Estamos en el mayor momento de consumo audiovisual de la historia de la humanidad y, sin embargo, no hemos encontrado la fórmula para adaptarnos a lo que millones de personas demandan”, reflexiona Moya.
El auge de la animación en manos de jóvenes creadores y el potencial de la inteligencia artificial son factores que podrían cambiar esta dinámica, pero aún requieren un desarrollo más profundo.
Los incentivos del gobierno, como la Ley de Cine y los estímulos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC), han sido clave en la evolución de la industria.
“Éramos un país cinematográficamente hablando antes de eso y otro después”, dice Moya, aunque advierte sobre el riesgo de depender exclusivamente de estos mecanismos sin buscar alternativas sostenibles de financiamiento y distribución.
Un aspecto positivo es la creciente diversidad en la representación del país a través del cine.
“Estamos saliendo cada vez más del triángulo Bogotá-Medellín-Cali, con producciones desde los territorios y las periferias que nos están regalando un retrato mucho más verdadero y completo del país”, destaca Moya.
De cara al futuro, el mayor reto y la mayor oportunidad de la industria es conquistar la enorme audiencia hispanohablante. “Si una película colombiana logra 20.000 espectadores en salas, ya es un éxito, pero tenemos que encontrar la manera de llegar a cientos de millones de personas que consumen historias audiovisuales a diario”, enfatiza Moya.
Para lograrlo, es fundamental abandonar la idea de que el cine colombiano es un género en sí mismo, mejorar los conceptos de producción y ser más audaces en marketing y comunicación.
El cine colombiano debe reinventarse para ser competitivo a nivel internacional. “Los millones de personas que están ahí fuera como potenciales espectadores de nuestras historias son, al mismo tiempo, nuestra mayor oportunidad y nuestro mayor reto”, sostiene Moya.
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La tarea es clara: innovar, arriesgar y conectar con un público que sigue esperando historias que le hablen de cerca.
En términos de financiamiento, Moya dice que la principal barrera de los cineastas colombianos es la reducción de recursos destinados a la cultura. “Hay una disminución de fondos públicos y privados, y una urgencia por parte de otras posibles fuentes de financiamiento privado de atender necesidades priorizadas”, finaliza.