Bloomberg — Colombia, el único productor de petróleo importante del mundo que se unió a un bloque de naciones que se comprometieron a abandonar los combustibles fósiles, está a punto de dar un giro de 180 grados.
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A medida que el mandato del presidente Gustavo Petro llega a su fin, la mayoría de los candidatos que suenan para reemplazarlo prometen volver a situar el petróleo y el gas en primera línea de la política energética del país.
Incluso, los candidatos moderados y de centroizquierda piden que Colombia comience a utilizar la fracturación hidráulica, o fracking, que Petro ha impulsado para prohibir del todo.
“Si Dios nos dio petróleo, petróleo usamos. Si Dios nos dio carbón, carbón usamos. Si Dios nos dio gas, gas usamos”, dijo Claudia López, exalcaldesa de Bogotá con un historial de apoyo a causas progresistas, en una publicación en X.
Petro, el primer presidente de izquierda de Colombia, fue noticia en todo el mundo en 2023 al anunciar que el país firmaría el “tratado de no proliferación de combustibles fósiles” para poner fin a la producción de petróleo, gas y carbón.
Esto convirtió al antiguo guerrillero marxista en una celebridad en las reuniones internacionales sobre el clima y dio peso al movimiento de no proliferación, que hasta entonces estaba compuesto principalmente por pequeñas naciones insulares.
Sin embargo, la iniciativa tuvo un efecto contraproducente en Colombia. La negativa de Petro a permitir nuevos contratos de perforación agravó la escasez de gas en el país, lo que obligó a la nación a importar combustible a precios más elevados.
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Ahora, con la popularidad de Petro en declive debido al aumento de la violencia y al creciente déficit fiscal, los aspirantes a la presidencia se están distanciando de sus políticas, incluidas las energéticas.
Durante un evento reciente en Bogotá, cinco candidatos levantaron carteles con la palabra “SÍ” cuando se les preguntó si autorizarían el fracking en Colombia. Sólo una, la exministra de Medio Ambiente de Petro, Susana Muhamad, dijo que no.
El cambio en Colombia refleja un retroceso más amplio en la lucha contra el cambio climático a nivel mundial. En Estados Unidos, el presidente Donald Trump está desmantelando las políticas climáticas de Joe Biden, bloqueando proyectos de energía renovable y retirándose del acuerdo climático de París.
El primer ministro británico, Keir Starmer, ha suavizado los objetivos de energía limpia. Y la Unión Europea está luchando por aprobar leyes que exijan recortes de emisiones más ambiciosos y está dando marcha atrás en muchas de las obligaciones empresariales diseñadas para cumplirlos.
Esto se produce al mismo tiempo que varios países de América Latina, en particular Guyana y Argentina, expanden de forma agresiva sus esfuerzos en perforación de gas y crudo.
Incluso Brasil, anfitrión de la conferencia climática de la ONU del próximo mes y principal productor petrolero de la región, está presionando para ampliar significativamente la exploración, incluso cerca de la desembocadura del río Amazonas, donde los ecologistas han intentado bloquear la perforación durante años.
Pozos petrolíferos en Barrancabermeja
Colombia, el sexto mayor productor de petróleo de América Latina, no celebrará elecciones hasta mayo. La próxima ronda de encuestas no se publicará hasta el mes que viene, y el resultado sigue siendo incierto.
Sin embargo, los inversionistas ya se están posicionando para que el péndulo energético vuelva a inclinarse hacia el petróleo y el gas.
Juan Manuel Galán, que formó parte de una coalición centrista que se enfrentó a Petro en 2022, se opuso al fracking durante las últimas elecciones. Ahora está a favor.
“Ya el debate en Colombia no es si fracking sí o fracking no”, dijo Galán. “Sino cómo se hace un fracking responsable ambientalmente”.
Antes de que Petro llegara al poder, la empresa energética nacional, Ecopetrol SA, tenía en marcha dos proyectos piloto de fracking con ExxonMobil Corp. Esta técnica, que utiliza agua, productos químicos y arena para extraer petróleo y gas de la roca de shale, ha revolucionado la producción en EE.UU. y, más recientemente, en Argentina.
Petro, que ha calificado la lucha contra el cambio climático como una cuestión de “vida o muerte”, acabó con esta iniciativa.
El petróleo y el carbón representan aproximadamente la mitad de las exportaciones de Colombia, lo que significa que el país tenía mucho que perder al abandonar los combustibles fósiles.
Para mitigar eso, la ministra de Ambiente de Petro anunció durante la Semana del Clima de Nueva York en 2024 que Colombia planeaba invertir US$40.000 millones para reemplazar los ingresos por exportación de petróleo y carbón, recaudando fondos con la ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo.
Sin embargo, la iniciativa no se ha materializado, en parte debido a la falta de apoyo de EE.UU. tras la elección de Trump.
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Aunque Colombia ya se enfrentaba a una posible escasez de gas cuando Petro asumió el cargo, sus detractores afirman que los proyectos de fracking que él canceló podrían haber ayudado a poner en marcha nuevas fuentes de gas con la rapidez suficiente para evitar el déficit.
La Asociación Colombiana de Geólogos y Geofísicos de la Energía estima que el fracking podría multiplicar por 50 las reservas de gas del país.
A principios de 2025, el suministro de gas del país se había reducido tanto que se incrementaron las importaciones de envíos licuados, lo que provocó un aumento de los precios.
Este mes, Ecopetrol se vio obligada a liberar parte del gas que utiliza para sus refinerías y producción con el fin de evitar tener que racionar el suministro a los usuarios industriales, mientras una terminal de importación estaba fuera de servicio por mantenimiento.
Petro, sin embargo, se ha mantenido firme. En julio, su ministra de Ambiente volvió a presentar un proyecto de ley para prohibir el fracking, el sexto intento del gobierno. Los críticos dicen que es hora de que el país siga adelante.
“Nos está derrotando la realidad”, dijo el exministro de Minas y Energía Tomás González. “Pasamos a una dependencia en la importación de gas y eso le pega en los bolsillos a la gente”.
En una conferencia sobre energía celebrada el mes pasado en Barrancabermeja, los líderes de un sindicato petrolero que en su día condenaron esta técnica de extracción, pidieron que se ponga en práctica.
Colombia debe estar preparada para reanudar los proyectos piloto de fracking tan pronto como el nuevo gobierno tome posesión el 7 de agosto, afirmó César Loza, presidente de la Unión Sindical Obrera, en el evento.
“Estamos ante un dilema: ¿seguimos importando gas o lo buscamos en el país?”, dijo. “Tenemos que garantizar el autoabastecimiento energético de los colombianos”.
Aun así, la resistencia continúa. Fuera del evento, Yuvelis Morales se encontraba entre los aproximadamente 20 activistas que forman parte de la “Alianza Colombia Libre de Fracking”. Según ella, el fracking amenaza el agua para la agricultura y la pesca en su municipio, Puerto Wilches, donde se planificaron los proyectos piloto.
“Tenemos explotación petrolera en esta región ya hace más de un siglo”, afirmó. “Y ¿Qué ves? Ves pobreza, ves desplazamiento por violencia, ves contaminación”.
Una encuesta realizada por el grupo Arteaga Latam reveló que el apoyo al fracking sigue siendo bajo en las zonas productoras de petróleo de Colombia, pero está creciendo. Alrededor del 20% de los encuestados dice apoyar la técnica, el doble que en 2019.
Sin embargo, el alcalde de Puerto Wilches afirma que el fracking aumentaría los ingresos fiscales y el empleo en la ciudad. “Todos nos beneficiaremos”, dijo el alcalde José Elías Muñoz.
El debate en curso en Colombia es un recordatorio de los formidables retos energéticos a los que se enfrenta el país al intentar reformar unos sistemas energéticos centenarios, dice Luisa Palacios, del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia.
“El retorno a los combustibles fósiles es un factor cambiante relacionado con la política, pero también con aspectos fundamentales”, afirmó en una entrevista. “En las economías en desarrollo, que tienen tantas necesidades —fiscales, de exportación y de divisas—, no se puede permitir el lujo de no ser pragmático”.