Bloomberg Línea — El 10% de la población más rica en Latinoamérica acapara en promedio el 34% de los ingresos nacionales, lo que refleja las brechas persistentes en los países de la región, de acuerdo a cálculos de la ONG Oxfam y compartidos en exclusiva con Bloomberg Línea.
La concentración del ingreso es la parte de todo el dinero que gana un país que se queda en manos de un grupo pequeño de la población, de acuerdo a la definición de Oxfam.
Entre los países analizados, Colombia tiene una de las mayores concentraciones de renta del 10% más rico de la población, puesto que acaparan el 43,5% de los ingresos.
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Le siguen Brasil, en donde el 10% de los más ricos acapara el 40,9% de los ingresos, y Panamá, en donde concentran el 36,7%, ambos también por encima del promedio regional.
En México, Oxfam indica que el 10% más rico acapara el 36,6%.
Países como Guatemala, Costa Rica, Paraguay, Honduras y Ecuador se encuentran muy cerca del promedio, con valores que oscilan entre 34,1% y 36,4%.
En contraste, las naciones con menor concentración de renta en este grupo son Argentina, Uruguay, El Salvador y República Dominicana, cuyos valores se sitúan por debajo del promedio regional.
En todos los países de la región, el 1% más rico concentra más renta que el 50% más pobre, excepto Argentina.
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Concentración de renta

Porcentaje de la riqueza que acapara el 10% más rico en Latinoamérica en (%):
- Colombia: 43,5
- Brasil: 40,9
- Panamá: 36,7
- México: 36,6
- Guatemala: 36,4
- Costa Rica: 35,6
- Paraguay: 35,2
- Honduras: 35,1
- América Latina (promedio simple): 34,3
- Ecuador: 34,1
- Perú: 31,2
- Argentina: 30,7
- Uruguay: 30,6
- El Salvador: 30,5
- República Dominicana: 29,3
Brechas en ingresos
De acuerdo a un reciente informe de Oxfam, en México “las desigualdades extremas se han mantenido muy amplias, incluso si algunos grupos sociales han registrado avances importantes en los años recientes".
En el país, el 1 % más rico gana 442 veces más que los hogares más empobrecidos.
Los ingresos del 1% más rico alcanzan los MXN$958,777 mensuales por persona integrante del hogar (US$51.160).
Entre tanto, el 10% de los hogares con menos ingresos en el país (es decir, el decil I) percibe ingresos mensuales de MXN$2.168 por persona (US$116).
Además, en México su ingreso es 44 veces mayor al promedio nacional, de acuerdo al documento elaborado junto al Instituto de Estudios sobre la Desigualdad (INDESIG).
Entre tanto, en Brasil el 10% de la población brasileña con mayores ingresos recibió en 2024 13,4 veces más de lo que gana el 40% de la población con menores ingresos, de acuerdo a información divulgada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Mientras el 10% más rico ganó R$8.034 (US$1.480), el 40% más recibió en promedio R$601 (US$110).
En el caso del 1% más rico de Brasil (R$21.767/US$4,010), la brecha en 2024 fue de 36,2 veces más frente al ingreso del 40% más pobre.
A pesar de la persistente desigualdad, la diferencia es la más baja desde el inicio de la serie histórica de la investigación en 2012.
Desigualdad como fenómeno estructural y político

La académica y doctora en Economía en la Universidad del Rosario, Clara Inés Pardo, explica a Bloomberg Línea que la desigualdad en América Latina es un fenómeno estructural.
“Las élites no son simplemente beneficiarias pasivas de la desigualdad, sino que en muchos casos la perpetúan activamente mediante el control de instituciones, la manipulación del discurso público y el bloqueo de reformas redistributivas”, dijo Pardo.
Pardo subraya que lejos de ser actores neutrales, las élites muchas veces defienden activamente el statu quo, “ya que se benefician de él”.
En este marco, analiza que frecuentemente logran influir o controlar instituciones estatales para proteger sus intereses económicos, lo que impide la implementación de políticas redistributivas eficaces.
Orígenes históricos
Según Pardo, los orígenes históricos de estas brechas se remontan a la colonización, cuando se establecieron estructuras sociales jerárquicas y extractivas, en las que una élite (europea o criolla) concentró el poder y la riqueza.
Además, “el sistema de encomiendas y latifundios marginó a las poblaciones indígenas y afrodescendientes, perpetuando una distribución desigual de la tierra y los recursos”.
A su juicio, esta herencia histórica ha mantenido la concentración de tierra y riqueza incluso después de las independencias.
Explica que, aunque las independencias del siglo XIX rompieron con el dominio colonial, no modificaron sustancialmente las estructuras de poder ni redistribuyeron la riqueza. “Las élites criollas mantuvieron el control económico y político”, dijo.
Factores estructurales y económicos

La región ha dependido históricamente de la exportación de materias primas, lo que “genera crecimiento económico, pero con escaso efecto redistributivo y alta vulnerabilidad a choques externos”, en opinión de Clara Inés Pardo.
Asimismo, considera que el sistema fiscal es regresivo: “Los impuestos en la región tienden a ser bajos y poco progresivos. Además, hay alta evasión fiscal, lo que reduce el margen de acción del Estado para invertir en educación, salud y protección social”.
Atado a lo anterior, el mercado laboral informal y segmentado “excluye a millones de personas del acceso a derechos laborales y seguridad social.”
Desigualdad como estrategia de control
Otro punto es que la desigualdad mantiene a grandes sectores de la población dependientes o marginados, lo que permite explotar fuerza laboral barata y fragmenta a la sociedad en términos de clase, raza y territorio, debilitando movimientos populares.
Por ello, cualquier estrategia para reducir las brechas de ingreso debe enfrentar estas estructuras de poder, lo que requiere voluntad política, movilización social y fortalecimiento institucional, según el análisis de Pardo.
Retos fiscales e institucionales
La académica de la Universidad del Rosario resalta que la desigualdad también se mantiene por fallas fiscales e institucionales.
“Se debe a una combinación de diseño institucional deficiente, resistencia política y fallas en la implementación.”
Señala que el IVA, considerada una de las principales fuentes de recaudación, es regresivo en muchos países.
Entre tanto, la evasión fiscal por grandes fortunas y corporaciones reduce los recursos disponibles para políticas sociales.
A estos factores se suma el hecho de que parte del gasto público se dirige a subsidios regresivos, mientras que las transferencias sociales, aunque crecientes, suelen ser pequeñas y focalizadas, sin transformar la estructura de desigualdad.
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