¿Cómo logra Perú estabilidad financiera en medio de una crisis política constante?

Bloomberg Línea dialogó con economistas peruanos para conocer su mirada respecto de este raro fenómeno y también para tener el termómetro de cómo redunda esto en la vida de las personas.

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Congreso de la República del Perú
25 de octubre, 2025 | 07:00 AM

La expulsión de Dina Boluarte de la Presidencia de Perú, lejos de ser una excepción, responde a una regla no escrita: casi ningún presidente peruano termina su mandato. Y, aún así, la estabilidad financiera no se ve alterada en lo más mínimo: el dólar en Perú cuesta hoy unos centavos más baratos de lo que costaba el 10 de octubre, previo al cambio de Gobierno, y el riesgo país está unos puntos por debajo.

¿Cuál es el secreto de Perú para mantener la calma en el aspecto financiero pese a las turbulencias políticas? ¿Alcanza esa calma para mejorar la vida de las personas? Bloomberg Línea dialogó con dos economistas peruanos para conocer su mirada al respecto.

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Un “buen avión” y un piloto experimentado

Para Marco Ortiz, economista principal de BBVA Research, la estabilidad financiera de Perú en medio de la turbulencia política tiene una explicación clara: “La macro (economía) peruana vuela con un buen avión, un piloto que sabe cuándo actuar y, en muchas crisis recientes, un clima que no suponía un cambio de paradigma”.

Con esa metáfora, Ortiz divide el fenómeno en tres planos. El primero —“el avión”— es el de los fundamentos estructurales: la independencia del Banco Central de Reserva (BCR), un marco fiscal con reglas claras, la apertura comercial y financiera y un nivel alto de reservas internacionales. “Ese andamiaje reduce la volatilidad y ancla expectativas”, sostiene.

El segundo nivel —“el clima”— tiene que ver con el tipo de crisis. No todas son iguales, explica. “Hay crisis políticas que anuncian posibles cambios de modelo, como en la elección de Pedro Castillo; crisis que nacen de desequilibrios fiscales, como el caso de Francia hoy; y episodios que, aunque ruidosos, no implican un giro de paradigma”. Para los mercados, la diferencia es clave: si no se altera el régimen económico, la atención se mantiene en los fundamentos más que en el ruido político.

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Y el tercer plano —“el piloto”— remite a la respuesta de política económica. Ortiz subraya que el BCR “ha sido consistente en velar por la estabilidad financiera y cambiaria”. Cuando la situación lo exige, como ocurrió en la segunda vuelta de 2021, la autoridad monetaria interviene vendiendo dólares para suavizar los movimientos del tipo de cambio y mantener la confianza.

Esa combinación —un marco sólido, una autoridad creíble y crisis que no amenazan el modelo económico— explica por qué, según el economista, los activos financieros peruanos resisten mejor los vaivenes políticos que en otros países de la región.

Pero Ortiz también advierte que esta estabilidad no resuelve los problemas estructurales del país. “La gente ya tiene suficientes dificultades como para cargar, además, con saltos cambiarios, inflación alta y volatilidad financiera. Contener esas tensiones permite menos desempleo y más acceso al crédito”, señala.

Sin embargo, el país arrastra déficits en materias como formalización, calidad institucional, educación, seguridad y salud. En su visión, el mérito de Perú está en las políticas de estabilización de corto y mediano plazo, mientras que el desafío pendiente es mejorar las condiciones de crecimiento de largo plazo.

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Una “crisis funcional” y un sistema económico que se sostiene solo

El diagnóstico de César Huiman, analista senior de research en Renta4 SAB, coincide en que Perú ha construido una economía capaz de resistir la inestabilidad política. “El país ha logrado un fenómeno atípico en la región: una política volátil y una economía estable”, resume.

Entre 2016 y 2025, Perú tuvo siete presidentes y ningún episodio de recesión prolongada ni crisis cambiaria. En ese período, el Producto Bruto Interno (PBI) creció en promedio 2,6% anual, la mitad del ritmo registrado entre 2001 y 2016, pero suficiente para evitar contracciones estructurales. Según Huiman, esa resiliencia descansa sobre tres pilares: una política fiscal prudente, un banco central creíble e instituciones económicas independientes.

Los números respaldan esa idea, según detalla Huiman. El déficit fiscal se mantiene por debajo del 2% del PIB, mientras que la deuda pública bruta ronda el 32,5%, frente a un promedio regional cercano al 55 %.

Además, el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) cuenta con reservas internacionales superiores a los US$70.000 millones, más del 30% del PIB, y ha logrado mantener la inflación dentro de su rango meta de 2% ± 1 punto porcentual, incluso durante los choques de 2020 a 2022.

Esa fortaleza macroeconómica también se refleja en los mercados financieros, explicó el ejecutivo de Renta4. El tipo de cambio apenas varió en torno al ± 1% en los 30 días posteriores a cada vacancia presidencial: -0,5% con Vizcarra, + 0,9% con Kuczynski, + 0,7% tras Castillo y 0,0% luego de Boluarte.

A su vez, el riesgo país ha permanecido históricamente bajo. El Credit Default Swaps (CDS) a 10 años promedió 182 puntos básicos entre 2006 y 2016, y descendió a 139 puntos en el período 2016-2025, con un techo de 239 durante el gobierno de Castillo y un piso de 84 bajo Vizcarra.

Para Huiman, esto demuestra que los inversores han aprendido a internalizar las crisis políticas como parte del funcionamiento del sistema. “La gobernabilidad económica ha sustituido a la gobernabilidad política como ancla de estabilidad”, señala. En sus palabras, Perú opera bajo una ‘crisis funcional’: un Estado políticamente frágil, pero con fundamentos macroeconómicos sólidos.

Esa estabilidad no suele reflejarse en los titulares, pero sí en la vida cotidiana. “En un país con sucesivas crisis políticas, mantener controlada la inflación, estable el tipo de cambio y funcional el sistema financiero ha sido clave para preservar el poder adquisitivo y la capacidad de ahorro de los hogares”, explica.

El Perú no ha atravesado episodios de hiperinflación ni crisis bancarias en más de dos décadas. Esa continuidad permitió que el mercado laboral mostrara el dinamismo suficiente para reducir la pobreza. Según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), en 2024, la tasa de pobreza monetaria cayó 1,4 puntos porcentuales, y la población con mayor estabilidad económica —no pobre ni vulnerable— aumentó al 40,6% del total.

Sin embargo, Huiman advierte que una parte importante de quienes salieron de la pobreza sigue en situación de vulnerabilidad (31,8%). Por eso, aunque la política económica ha logrado amortiguar los efectos de la inestabilidad, la mejora en la calidad de vida dependerá de avanzar en productividad, empleo formal y políticas públicas efectivas. “La estabilidad financiera no ha generado prosperidad generalizada, pero sí ha evitado el deterioro”, concluye.

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