Bloomberg — La caída de Bashar al-Assad en Siria representa una derrota personal para el presidente ruso Vladimir Putin y un revés estratégico potencialmente grave para su ejército que socava las ambiciones globales de Moscú.
Mientras Putin da asilo a Assad en Moscú, Rusia se enfrenta a la pérdida de su base naval en Siria -su único centro en el mar Mediterráneo- y de un aeródromo utilizado para abastecer sus operaciones en África. Ambas instalaciones han sido clave para la proyección de fuerza del Kremlin en la escena mundial y sus intentos de reconstruir su influencia de la época de la Guerra Fría; esos esfuerzos, y las bases, parecen ahora inútiles, ya que la atención de Rusia está consumida por su invasión de Ucrania.
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Moscú hará todo lo posible por conservar sus bases sirias, aunque no hay garantías de que lo consiga, dijeron dos personas cercanas al Kremlin, que pidieron no ser identificadas al hablar de asuntos políticos. Es probable que las fuerzas rusas tengan que retirarse de las bases, según una tercera persona.
Con los grupos de la oposición ahora en control del país de Medio Oriente, el Kremlin se esfuerza por establecer contactos con las facciones armadas sirias a las que había tachado de “terroristas” y a las que atacaba con ataques aéreos hace solo unos días. Su repentina toma de poder se produjo más de nueve años después de que Putin enviara fuerzas rusas a Siria en 2015 para reforzar el régimen de Assad y cambiar la tendencia contra las fuerzas rebeldes.
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Rusia obtuvo en 2017 el arrendamiento por 49 años de la base naval de la ciudad de Tartus y del aeródromo de Jmeimim que abastece sus operaciones en África.
Tendrá que haber una “conversación seria” sobre el futuro de las bases con quienquiera que llegue al poder en Siria, aunque es demasiado pronto para hablar de esto ahora, dijo el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, a los periodistas el lunes, informó el servicio de noticias Interfax.
Habrá "duras negociaciones" por delante para salvaguardar los intereses de Rusia, dijo Elena Suponina, experta en Oriente Próximo con sede en Moscú.
La intervención de Putin en Siria ayudó a restaurar la posición de Rusia en Medio Oriente, que se había visto erosionada tras el colapso de la Unión Soviética. Su incapacidad o falta de voluntad para salvar a Assad esta vez subrayó hasta qué punto el ejército ruso se está viendo mermado por la guerra en Ucrania.
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La repentina derrota de Assad demuestra que “Moscú no tiene las fuerzas militares, la influencia y la autoridad para intervenir militarmente con eficacia fuera de la antigua Unión Soviética”, dijo Ruslan Pukhov, director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías, con sede en Moscú, un think-tank de defensa. El rápido cambio de rumbo en Siria es un reflejo de la toma del poder por los talibanes en Afganistán y de la caótica evacuación de las fuerzas dirigidas por Estados Unidos, añadió.
“Rusia ha perdido a su aliado clave en Medio Oriente”, tituló el diario Kommersant su noticia principal este lunes.
Puente aéreo africano
El Kremlin también lleva años reconstruyendo su influencia soviética en el continente africano, donde apoya a juntas militares y otros líderes aislados de la ayuda occidental en Mali, Burkina Faso, Níger y la República Centroafricana.
La base de Jmeimim es clave para que Rusia pueda enviar suministros y material militar a esos gobiernos. Su pérdida tendría profundas implicaciones para los clientes africanos de Rusia, que podrían verse obligados a recalibrar su asociación con Moscú.
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La base aérea ha servido de centro logístico para vuelos a Libia, la República Centroafricana y Sudán, según dos diplomáticos occidentales de alto rango con base en África y conocedores de la situación.
Rusia ha empezado a retirar equipos de Jmeimim y a retirar buques de guerra de Tartus, informó el domingo la inteligencia militar ucraniana en su canal de Telegram, sin indicar cómo lo sabía.
Las fuerzas rebeldes en las regiones costeras de Siria donde se encuentran las dos bases no han entrado en las instalaciones, informó este lunes el servicio estatal ruso de noticias Tass.
El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso dijo que Moscú mantiene el contacto con “todos los grupos de la oposición siria”, en un comunicado el domingo. Aunque las bases rusas en Siria están en alerta máxima, por el momento no hay ninguna amenaza grave para su seguridad, afirmó.
El jefe del grupo militante HTS que dirigió la campaña relámpago para derrocar a Assad, Ahmed Al-Sharaa, más conocido por su nombre de guerra Abu Mohammed Al-Jolani, dijo a la CNN en una entrevista reciente que quiere que las fuerzas extranjeras salgan de Siria. Tanto Turquía como Estados Unidos también tienen presencia militar en el país.
Turquía, que respaldó a las fuerzas rebeldes, puede tener la clave para que Rusia conserve sus activos militares en Siria. Aunque Putin y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan apoyaron a bandos opuestos en la guerra siria, también intentaron durante años llegar a una resolución del conflicto que protegiera los intereses de sus países.
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“Incluso si Rusia mantiene algunas o todas sus bases en Siria, es una gran pérdida geopolítica para Moscú, ya que la continuidad de las bases rusas en Siria estará a merced de los grupos de la oposición siria”, afirmó el domingo en un informe el Instituto para el Estudio de la Guerra, con sede en Washington.
La administración entrante del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, puede ver una oportunidad para reducir la influencia rusa en Medio Oriente.
“Rusia tiene las manos ocupadas con Ucrania y su posición se ha debilitado”, dijo Jason Greenblatt, exenviado para Medio Oriente en la primera administración Trump. La presencia continuada de bases rusas en Siria sería “poco útil” y Trump podría buscar una “discusión seria” con Putin al respecto, dijo.
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