Bloomberg — El paquete fiscal de US$3,4 billones del presidente Donald Trump ya está generando oportunidades para segmentos de las industrias energética y climática que habían perdido protagonismo, enfrentaban dificultades de crecimiento o no lograban despegar.
La ley de impuestos y gasto, firmada el 4 de julio, ofrece un salvavidas para la industria del carbón, que lleva años presionada por la energía renovable y el gas natural más baratos.
También impulsa al sector nuclear —que había recobrado cierto apoyo político e inversor antes del regreso de Trump a la Casa Blanca—, pero que aún no ha logrado traducir ese respaldo en un crecimiento sustancial de la capacidad eléctrica interna.
Además, la legislación podría favorecer el avance de un sistema de enfriamiento del planeta no probado y arriesgado que ha permanecido en las sombras durante décadas: la geoingeniería.
Carbón

Aunque Trump ha sido un defensor constante del carbón, la industria sufrió durante su primer mandato. La nueva ley, sin embargo, da pasos directos e indirectos para frenar su declive.
La legislación elimina gradualmente los créditos fiscales para la energía eólica y solar, lo que podría reducir su ventaja económica sobre el carbón.
Además, incluye al carbón metalúrgico (usado en la producción de acero) en la lista de minerales críticos que califican para créditos fiscales.
Esta ley es el último movimiento de Trump para apuntalar los combustibles fósiles.
En abril, firmó una orden ejecutiva que promueve el uso de energía de plantas a carbón para centros de datos.
Su administración también intervino para evitar el cierre de una planta de carbón. Si bien algunos lo consideran una forma de reforzar una red eléctrica a veces sobrecargada, las emisiones de carbono del carbón —el combustible fósil más contaminante— ponen en riesgo el clima. También podría encarecer la energía a nivel local, advierte Leah Stokes, profesora asociada de la Universidad de California en Santa Barbara, experta en energía y cambio climático.
Nuclear

Hace solo unos años, los reactores nucleares envejecidos estaban al borde de la extinción. Pero el auge de la inteligencia artificial ha reavivado el interés por plantas de energía libre de carbono capaces de suministrar electricidad las 24 horas. Esto ha llevado a esfuerzos por reactivar dos plantas cerradas. Sin embargo, solo se han agregado dos reactores tradicionales en los últimos años, y no hay nuevos en construcción.
La nueva ley extiende el apoyo a la energía nuclear, al tiempo que perjudica a sus competidores limpios —la eólica y la solar—, fortaleciendo su competitividad. La medida sigue a una orden ejecutiva de mayo en la que Trump pidió reformar la Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU., con el fin de agilizar la aprobación de nuevos proyectos. Poco después, la gobernadora demócrata de Nueva York, Kathy Hochul, anunció que el estado buscaría construir una planta nuclear.
Aun así, escalar la energía nuclear con éxito requerirá que muchas cosas salgan bien, incluso con apoyo político. Un reto clave es una disposición de la ley que impide que los proyectos reciban créditos fiscales si involucran a “entidades extranjeras de preocupación”, lo que genera incertidumbre para los inversores.
Geotermia
La energía geotérmica ha sido durante mucho tiempo una esperanza para los ambientalistas. El calor de la Tierra es limpio y abundante, y puede generar electricidad de forma continua. Sin embargo, ha resultado difícil y costoso demostrar que existen suficientes recursos para que logre una participación significativa en la red eléctrica.
En los últimos años, las expectativas han mejorado. Algunas startups están usando técnicas de fracturación hidráulica desarrolladas por la industria del petróleo y gas, lo que amplía la geografía de proyectos potenciales.
Al igual que la energía nuclear, la geotermia está exenta de la eliminación progresiva de créditos fiscales que afecta a la eólica y solar. También cuenta con el respaldo del secretario de Energía de EE.UU., Chris Wright, quien ha dicho que una industria geotérmica madura “podría facilitar la IA, la manufactura, el reshoring y frenar el alza de los precios de la electricidad”. (Wright fue anteriormente CEO de Liberty Energy Inc., que invirtió en la startup geotérmica Fervo Energy).
Por su solapamiento tecnológico con las industrias fósiles, “es un área donde se pueden aprovechar personas, tecnología, patentes y habilidades” para impulsar la energía renovable, dice Stokes. Esa transferencia es precisamente lo que atrae a Wright, agrega.
Geoingeniería
La ley de Trump no solo podría alterar el panorama energético de EE.UU., sino también remodelar el orden climático internacional, acercando la posibilidad de aplicar una riesgosa apuesta para enfriar el planeta.
Según la firma ClearView Energy Partners, la ley aumenta las probabilidades de que el mundo opte por técnicas como el oscurecimiento solar —una forma de geoingeniería—. Es una idea marginal desde hace décadas, con muchos riesgos según la ciencia. Pero el calentamiento global y el impulso de Trump a los combustibles fósiles podrían cambiar esa percepción.
“Un mundo más cálido podría presentar desafíos crecientes para los funcionarios electos”, escribieron analistas de ClearView. “Ante el descontento público por el aumento de incendios, inundaciones y heladas, los líderes podrían volverse más propensos a intervenir directamente en el sistema climático mediante la inyección de aerosoles estratosféricos y otros protocolos de geoingeniería”.
ClearView no sugiere que Trump impulsará esta intervención, pero indica que la geoingeniería permitiría a EE.UU. alimentar el crecimiento de la IA con combustibles fósiles y aun así intentar limitar el aumento de las temperaturas.
“En la medida en que los responsables políticos sigan preocupados por las implicaciones del cambio climático, y ante transiciones que no avanzan lo suficientemente rápido, el tema antes prohibido de la geoingeniería podría volverse una realidad”, concluye Timothy Fox, director general de ClearView Energy Partners.
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