En los últimos días, los analistas financieros empezaron a seguir con atención lo que sucede en Francia, dado que el ahora exprimer ministro del país europeo, Sébastien Lecornu, renunció a menos de un mes de haber asumido, agudizando la crisis política. Y en ese contexto de convulsión de la clase dirigente, también se puso el foco en la deuda soberana francesa.
Respecto de esto último, un informe del banco alemán Deutsche Bank señala que Francia ha registrado déficit todos los años desde 1975. “La última vez que Francia tuvo superávit fue en 1974, cuando la deuda pública era inferior al 20% del Producto Interno Bruto (PIB). Hoy ronda el 115%", advierte el estudio.
Además, el documento detalla que, en los primeros años de este período de 50 años, el bajo nivel de deuda hacía que los déficits sucesivos fueran fáciles de financiar.
No obstante, el reporte del banco alemán alerta: “Una vez que la deuda supera el 100% del PIB, la aritmética se vuelve más riesgosa: si la tasa de interés de la deuda supera el crecimiento nominal del PIB, la relación deuda/PIB puede aumentar incluso sin nuevo gasto".
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Un costo promedio “relativamente bajo”
Aún frente a esta advertencia, Deutsche Bank reseña que “el costo promedio del servicio de deuda de Francia sigue siendo relativamente bajo, en torno al 1,9%, gracias a años de rendimientos ultrabajos".
El inconveniente que destaca el informe es que, con los bonos del Tesoro francés a 10 años cerca del 3,6% y una madurez promedio de la deuda de 8,5 años, la carga de refinanciamiento aumentará de forma constante, a menos que los rendimientos bajen.
“El PIB nominal creció un 2,5% en el último año y, según el FMI, se mantendría en el rango de 3% a 3,5% hasta 2030. Eso deja a Francia con un margen de maniobra reducido", agrega el informe.
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El problema es la financiación del déficit, según Deutsche Bank
Deutsche Bank inicia el informe explicando que “la causa principal” de los actuales debates sobre la sostenibilidad de la deuda es que "los gobiernos gastan más de lo que recaudan y los sistemas políticos, a menudo, carecen de la voluntad o la capacidad (debido a las demandas de los votantes) para restablecer el equilibrio una vez que los niveles de deuda se acercan a un punto crítico". Asimismo, afirma que “la diferencia entre países radica en cuánto tiempo pueden sostener esa situación".
Como ejemplo, el documento menciona a una de las principales economías del mundo desarrollado: “ Japón es el ejemplo más claro. Su relación deuda/PIB ha aumentado del 65% en 1992 —último año en que tuvo superávit— a cerca del 250% en la actualidad. Sin embargo, su amplia base de ahorro interno y su posición externa positiva le han permitido financiar esa deuda sin problemas durante décadas, aunque las políticas del nuevo líder merecen seguimiento".