¿Austeridad? La política económica de EE.UU. gira en torno al crecimiento

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Por Allison Schrager
25 de marzo, 2025 | 09:21 AM

Aunque se hable de austeridad, y en medio de la posibilidad de una guerra comercial global, la realidad de una corrección del mercado de valores y el temor a una recesión estadounidense, aún existe la posibilidad de que la agenda del presidente Donald Trump logre aumentar el crecimiento económico. Como es habitual, dependerá de la ejecución.

Bien es verdad que el primer punto de la agenda del presidente, reducir el tamaño del Gobierno, habitualmente se asocia a una política de austeridad.

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Sin embargo, aunque el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de Elon Musk está provocando importantes trastornos, despidos de personal, recortes de financiación, eliminación de organismos, no constituye en sí mismo un programa de austeridad.

Una austeridad consiste en una política, normalmente aplicada en tiempos de crisis, que pretende contraer la economía recortando tanto el gasto como el déficit. No, ese no es el objetivo de DOGE, que busca reducir los gastos, pero su efecto es reducido y no influye en los ingresos.

El estímulo, mientras tanto, puede venir del incremento del gasto o del recorte de impuestos.

Si este mismo año el Congreso aprueba recortes fiscales, estos podrían compensar o superar las reducciones de gasto de DOGE. En caso de que la reforma fiscal sea productiva (es decir, que no se limite a eximir de impuestos las propinas), entonces sería razonable prever un mayor crecimiento.

Asimismo, conviene tener presente la caracterización que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha dado a la estrategia general de la administración: trasladar recursos del sector público al privado.

Ello puede ser bueno para la economía, sobre todo si se piensa, como yo, que el sector privado es más eficaz a la hora de asignar el capital y la mano de obra. Y existen pruebas de que, en cualquier caso, el gasto público no ha sido tan bueno para fomentar el crecimiento.

Gráfico de la economía EE.UU.

Por supuesto, si el sector privado puede realmente obtener mejores resultados depende de la naturaleza y el nivel de las reducciones de impuestos.

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Existen planes para extender las reducciones de impuestos de 2017 a los hogares, actualmente vigentes, y para restablecer disposiciones sobre aspectos como la depreciación, que hacen que la inversión sea más rentable. Estas políticas, que han demostrado ser expansivas, deberían hacerse permanentes.

Trump también propuso reducir el tipo impositivo corporativo al 15%, lo que desviaría aún más recursos del gobierno al sector privado. Una mayor desregulación, que fue otra promesa de campaña, expandiría el sector privado y dinamizaría la economía.

Sin embargo, este escenario de crecimiento conlleva dos enormes riesgos: la deuda y la incertidumbre.

Es improbable que el crecimiento derivado de la reducción de impuestos y la desregulación compense el aumento de la deuda, que supone un lastre para la economía. La incertidumbre proviene de los aranceles.

En general, los aranceles no favorecen el crecimiento, pero los detalles y los motivos importan. Hay muchas cosas que podrían salir mal: si el objetivo principal es producir más productos en EE.UU. y reducir el comercio con el resto del mundo, esto reduciría el crecimiento.

Además, los costos de los aranceles sobre los bienes importados recaen principalmente en los consumidores, mientras que los costos de los insumos de producción recaen en las empresas. Este aumento de costos perjudicaría el crecimiento.

Por último, los ingresos provenientes de los aranceles no ayudarían a reducir el déficit si fueran acompañados de una importante reducción de impuestos corporativos.

Entonces, ¿qué podría salir bien?

Es posible que toda esta conversación sobre aranceles sea una estrategia de negociación para obligar a otros países a reducir los suyos, lo que resultaría en relaciones comerciales más justas y predecibles. Si Estados Unidos logra reducir los aranceles a países no chinos y los impuestos corporativos, esto sin duda generaría un mayor crecimiento.

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Existe una tercera categoría de posibles consecuencias para los aranceles: no tan favorables como afirman sus defensores, pero tampoco tan perjudiciales como afirman sus detractores.

Estados Unidos, por ejemplo, es una economía principalmente de servicios, y el comercio representa una proporción menor de su economía en comparación con otros países, por lo que los aranceles podrían no tener un impacto tan grande como muchos temen.

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Esas reducciones de impuestos corporativos podrían estructurarse de manera que compensen parte del costo a corto y mediano plazo de los aranceles.

Si todo cuadra, Estados Unidos podría alcanzar un mayor crecimiento. También podría terminar con más deuda. Es una estrategia de alto riesgo y alta rentabilidad, y nadie puede saber con certeza cuál será su resultado.

Si el gobierno logra elaborar un plan arancelario más organizado y predecible, podría calmar los mercados y tranquilizar a consumidores y empresas. Porque la incertidumbre nunca es buena para el crecimiento, incluso si las rebajas de impuestos sí lo son.

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Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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