El presidente Donald Trump se ha adjudicado el mérito de la economía casi todos los días desde su toma de posesión. A finales de la última semana, la Casa Blanca la calificó de éxito rotundo en un comunicado de prensa titulado “200 días de victorias: el presidente Trump está cumpliendo sus promesas”.
No obstante, numerosos ciudadanos de Estados Unidos siguen luchando por salir adelante en medio de un crecimiento económico mediocre y dificultades para cubrir sus necesidades básicas, desde la compra de alimentos hasta la vivienda.
Esto plantea una pregunta política clave: ¿Cuándo responsabilizarán los votantes a Trump, que ahora lleva más de seis meses de regreso en el cargo, por su difícil situación financiera?
La respuesta podría definir la lucha por el Congreso en las elecciones de mitad de mandato en 2026 y determinar la contienda por la sucesión de Trump en la Casa Blanca en 2028.
En un sondeo realizado a inicios de agosto por YouGov para The Economist, el tema principal para los votantes era “la inflación/los precios”, que con un 21% superaba en 7 puntos porcentuales al segundo tema más importante, “el empleo/la economía”.
El índice de aprobación de la gestión de Trump en este sondeo se desplomó, situándose en el 41%. La gestión económica por parte del presidente obtuvo una valoración similar, del 40%.
Estos pobres resultados se atribuyen en parte a las críticas negativas de los independientes y concuerdan con los datos recientes obtenidos por los encuestadores demócratas.
Según una encuesta efectuada a finales de julio por el centro de estudios demócrata Third Way, la valoración del trabajo de Trump fue superior a la de la encuesta de YouGov, alcanzando el 45%.
Sin embargo, el 41% de los votantes registrados dijeron que el segundo mandato del presidente estaba siendo “peor” de lo previsto y solamente el 42% aprobaba su emblemático paquete económico: la Ley fiscal de gasto “One Big Beautiful Bill”, promulgada el 4 de julio.
¿Cuál es el índice de aprobación de la Ley entre los independientes, según esta encuesta? Un decepcionante 32%.
Es más, una encuesta demócrata a inicios del verano muestra que el 58% de los votantes ve la economía como “la economía de Trump”, en lugar de culpar al expresidente Joe Biden.
Y si las encuestas son precisas, a los votantes obreros de Trump se les está agotando la paciencia.
“En primavera, muchos [votantes obreros] estaban dispuestos a concederle a Trump el beneficio de la duda sobre su plan arancelario, pero para el verano, muchos expresaron serias preocupaciones de que los aranceles estén perjudicando sus vidas al encarecer las cosas”, se lee en un análisis del 30 de julio de un grupo de discusión realizado por The Working Class Project, una iniciativa liderada por un super PAC demócrata.
En conjunto, estos hallazgos ponen a los republicanos del Congreso en una situación desesperada. Y si estas opiniones proliferan entre el electorado, no solo los republicanos del Capitolio sufrirán las consecuencias políticas.
Los republicanos que aspiran a suceder a Trump en 2028, en especial el vicepresidente J.D. Vance, podrían pagar un precio muy alto.
Pero, por supuesto, hay otras encuestas y otras formas de interpretar los sondeos.
Comencemos con el índice de aprobación promedio de la gestión de Trump , calculado por RealClearPolitics, que es del 45,7%. No está nada mal en estos tiempos tan polarizados.
La gestión de la economía por parte del presidente obtuvo un 45% similar en la “Encuesta Económica para toda América” de CNBC, realizada del 3 de julio al 3 de agosto. Es cierto que ese fue un punto álgido en las evaluaciones recientes del liderazgo de Trump en este tema.
En última instancia, el destino del presidente y el de su partido dependerá no sólo de cómo se sientan los votantes respecto de la economía y la eficacia de su agenda de gobierno, sino también de cuál sea la alternativa política.
Recordemos que, en vísperas de la reelección del presidente Barack Obama en 2012, la tasa de desempleo se cernía como una nube oscura sobre la economía, situándose en el 7,9%, un punto más que el mes anterior. Eso representa una gran cantidad de estadounidenses sin trabajo, y casi el doble de la tasa del 4,1 % registrada justo antes de las elecciones de 2024.
Sin embargo, el republicano Mitt Romney, empresario de carrera y experto en reestructuración empresarial, no llegó a la Casa Blanca con esas sombrías cifras.
Doug Heye, estratega republicano en Washington, activo en campañas durante la era Obama, afirmó que esto enseña una lección para los demócratas que asumen que Trump y el Partido Republicano están inexorablemente condenados debido a la ansiedad económica de los votantes.
Pero también deben ser cuidadosos los republicanos y no dar por sentado que los acuerdos comerciales que Trump ha promocionado últimamente, y los indicadores macroeconómicos que muestran una economía estadounidense resiliente, si no completamente sólida, les llevarán a la victoria electoral.
“Es algo fluido”, me dijo Heye, un crítico ocasional de Trump.
Heye explicó que los votantes le han dado a Trump cierta libertad, y tiempo, para mejorar la economía, ya que culparon a Biden casi exclusivamente de la inflación que se disparó durante su mandato, a pesar de que el aumento de precios fue en parte una reacción a la pandemia de coronavirus y las consiguientes decisiones de política pública, que comenzaron durante el primer mandato de Trump.
“Esa resaca que persiste le sigue dando a Trump la capacidad de culpar a Biden”.
¿Cuándo podrán los votantes finalmente eximir de responsabilidad a Biden y culpar a Trump? “Hasta ahora, las empresas están absorbiendo los costos de los aranceles. Eso no durará para siempre”, dijo Heye.
En este caso, podría resultar ilustrativo otro paralelismo con Obama.
El 44.º presidente impulsó la reforma sanitaria, convencido de que la futura Ley de Atención Médica Asequible (ACA, por sus siglas en inglés) era una buena política pública y, como suelen decir los políticos, por lo tanto, una buena estrategia política.
No obstante, a corto plazo, la ley conocida como Obamacare fue un desastre político para los demócratas, que perdieron 63 escaños en la Cámara de Representantes y siete en el Senado.
Dada la firme convicción de Trump en los aranceles y su insistencia en construir un foso proteccionista alrededor del acceso de los votantes a los productos extranjeros, no se puede descartar que él mismo sufra una “paliza”. Pero, por supuesto, importa es qué clase de alternativa ofrecen los demócratas.
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