El arroz puede alimentar al mundo, incluso con menos agricultores

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El arroz es un alimento básico para el 50% de la población mundial.
Por Javier Blas
07 de septiembre, 2025 | 12:04 PM

En un planeta angustiado por la inminente escasez de alimentos causada por la crisis climática, el hundimiento de los precios del arroz, que se aproximan ahora a su nivel más bajo en 18 años, es una prueba de que las iniciativas gubernamentales y los métodos agrícolas más avanzados quizá salven la situación.

El elemento clave es la productividad, más alimentos con menos agricultores.

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Arroz

Cuando se piensa en los avances tecnológicos, lo que nos viene enseguida a la mente es internet, los smartphones y ahora la llegada de la inteligencia artificial.

No obstante, la agricultura ha experimentado una revolución de productividad extraordinaria y con frecuencia ignorada. Durante el último siglo, el rendimiento de los cultivos se ha multiplicado.

Un buen ejemplo es el arroz.

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Mientras que, en 1975, los agricultores de todo el mundo cosechaban un promedio de 2,4 toneladas métricas por hectárea, el rendimiento se incrementó a 3,8 toneladas en el año 2000 y, hoy en día, casi se ha duplicado hasta alcanzar las 4,7 toneladas.

Otros cultivos, que van desde el maíz hasta la soja y el trigo, han registrado también un incremento considerable, permitiendo cosechas más abundantes incluso en condiciones climáticas más complicadas. Y estos avances pueden ser sostenibles.

Arroz

El mercado del maíz es también un reflejo de nuestra nueva capacidad para producir más alimentos.

Durante décadas, hasta comienzos de la década de los años cuarenta, los rendimientos permanecieron estables en torno a los 20 o 30 bushels por acre. A partir de 1945, han mejorado constantemente, primero a un ritmo de aproximadamente un bushel por acre cada año y, más recientemente, a un ritmo de aproximadamente dos por año.

Este año, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos espera que los agricultores cosechen casi 189 bushels (medida que equivale a 60 libras = bushel) por acre, un récord y el doble de lo que era factible hace 50 años.

Arroz

Todos nos beneficiamos de ese auge de la productividad poco conocido, sin él, los precios de los alimentos serían significativamente más altos y grandes extensiones del mundo pasarían hambre con regularidad.

Aun así, la oposición a los métodos agrícolas modernos sigue aumentando, a menudo acompañada de demandas de un retorno a las costumbres de antaño: un mundo con una agricultura poco mecanizada, sin fertilizantes, pesticidas, semillas transgénicas ni riego.

Los beneficios de las inversiones gubernamentales en la agricultura moderna son más evidentes en el arroz, el cultivo más importante del mundo para la seguridad alimentaria. Aunque los inversores y Wall Street lo ignoren en gran medida, el arroz es un alimento básico para la mitad de la población mundial.

Durante los últimos cuatro años, las naciones asiáticas y africanas han estado en vilo, una peligrosa combinación de mal tiempo, proteccionismo y compras de pánico impulsó un aumento inflacionario de los precios.

En Asia, este grano tiene el potencial de derrocar gobiernos; los líderes nacionales observaron con aprensión cómo el precio de referencia regional, el arroz blanco tailandés al 5%, se disparó a principios de 2024, su máximo en 10 años, de US$650 por tonelada, un aumento de más del 60% desde los US$400 por tonelada de mediados de 2021.

La preocupación era que los precios pudieran volver al máximo histórico de más de US$1.000 por tonelada registrado en 2007-2008, cuando los disturbios por alimentos se extendieron desde Bangladesh hasta Senegal y Haití. Algunos temían que esta fuera la nueva normalidad, debido al impacto del cambio climático en los cultivos.

Sin duda, el clima influyó; pero más que la crisis climática, el principal culpable fue el fenómeno meteorológico intermitente de El Niño, que altera los patrones de lluvia en Asia. La preocupación de que las emisiones de carbono encarecieran el arroz constantemente resultó exagerada.

Ahora que la lluvia ha regresado a la mayor parte de Asia, la agricultura moderna está ayudando.

El mundo cosechará una cosecha récord de arroz de aproximadamente 541 millones de toneladas en 2025-2026. Para tener una perspectiva, esto duplicaría la cosecha de 1980-1981, mientras que la superficie cultivada ha cambiado poco. No es de extrañar que los precios hayan bajado.

El mundo, y Asia en particular, puede hacer más para extender el auge de la productividad. La clave es garantizar que los agricultores tengan amplio acceso al crédito para que puedan invertir en maquinaria moderna, fertilizantes y pesticidas.

El riego también es esencial, y eso exige inversión pública, que también debería canalizarse hacia la investigación para mejorar las semillas. Los avances en genética agrícola, que pueden crear plantas que toleren tanto la escasez de lluvias como las inundaciones, deberían fomentarse, no prohibirse.

Científicos chinos han completado ensayos con nuevas variedades de arroz modificado genéticamente que ofrecen mucha esperanza; otros en la región deberían realizar un trabajo similar.

Con cada avance tecnológico, existen riesgos. La sobrefertilización es uno de ellos, pero se puede abordar educando a los agricultores para que adopten las mejores técnicas. Mientras tanto, en mi opinión, las semillas transgénicas no representan ningún riesgo ni para la salud ni para el medio ambiente; han sido prohibidas en gran parte del mundo sin motivo justificado.

En un informe de 2010, la Comisión Europea revisó más de 25 años de investigación científica sobre OGM (organismos genéticamente modificados) y concluyó que “la biotecnología, y en particular los OGM, no son per se más riesgosos que las tecnologías convencionales de fitomejoramiento“.

La Organización Mundial de la Salud de las Naciones Unidas (OMS) ha declarado que, tras varias décadas de cultivo de OGM en varios países, “el consumo de alimentos transgénicos no ha causado ningún efecto negativo conocido para la salud”.

Existe un último desafío: una agricultura más productiva, en última instancia, significa menos agricultores. Y eso es positivo: Asia y África necesitan más alimentos, no más personas trabajando la tierra.

Los gobiernos deben gestionar la migración del campo a las ciudades, desde el cultivo de la tierra hasta el empleo en la industria o el sector servicios, el camino hacia la riqueza en América y Europa durante los últimos 100 años.

Como lo demuestra el precio del arroz, la ciencia puede ayudar al mundo a afrontar el cambio climático sin pasar hambre.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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