Lo mejor que se puede decir de la nueva política comercial que emana de la Casa Blanca es que no es más que un engaño. Después de varios días de pánico, Estados Unidos aceptó retrasar la imposición de enormes aranceles a Canadá y México a cambio de algunas medidas simbólicas de seguridad fronteriza.
No obstante, ya se han ocasionado graves daños. Además, estos costos no son nada en comparación con el daño que la nueva administración podría infligir, desencadenando una guerra comercial global a gran escala.
Si eso ocurriera, todo el mundo saldría perdiendo, especialmente los ciudadanos estadounidenses. Esta estrategia económica, si es que se le puede llamar así, es una de las peores iniciativas jamás llevadas a cabo por la Casa Blanca.
Toda la lógica que hay detrás de la agenda comercial de esta administración está en contradicción directa consigo misma.
Comencemos con la orden ejecutiva que amenaza con la imposición de aranceles del 25% a Canadá y México, en flagrante violación, por cierto, del acuerdo de libre comercio que EE.UU. defendió en 2020. Presuntamente, la idea es forzar a los vecinos inmediatos a frenar el flujo de inmigrantes y drogas ilegales a través de sus fronteras.
Si ambos países cumplen (independientemente de lo que eso signifique) y los aranceles continúan suspendidos, no generarán ingresos y no erigirán un muro tras el cual se reactivará la producción manufacturera de EE.UU., lo que anula la argumentación de la administración sobre los aranceles en general.
Si la verdadera preocupación es la seguridad fronteriza, se requiere una cooperación más estrecha con los vecinos. Imponer el cumplimiento humillando a los países que desean ser socios es extraordinariamente tonto y miope.
¿Cuál es la mejor base para promover la cooperación liderada por Estados Unidos en este o cualquier otro asunto: la amistad o el resentimiento latente?
Por otra parte, si el objetivo es financiar el gasto público y proteger a los productores estadounidenses impidiendo el paso de los productos procedentes de China, Europa y de quienquiera que la administración decida intimidar, la estrategia arancelaria está condenada al fracaso.
Cuanto más eficaces sean las barreras para reducir las importaciones, menos ingresos recaudarán (porque reducirán la base sobre la que se aplican los aranceles). Cuanto más eficaces sean para aumentar los ingresos, menos se beneficiarán los productores nacionales (porque el flujo de importaciones no se reducirá mucho).
Supongamos, con optimismo, que se llega a un compromiso en el que se apueste por una combinación de mayores ingresos arancelarios y cierta protección comercial para los productores estadounidenses. Aun así, la idea no tiene sentido.
En primer lugar, las represalias son seguras. Otros gobiernos no permitirán que la Casa Blanca los reduzca a subordinados incompetentes. El resultado serán menos exportaciones estadounidenses y, por lo tanto, poco o ningún beneficio para la balanza comercial.
En segundo lugar, los aranceles aumentarán los precios y reducirán los ingresos reales, y proteger a los productores estadounidenses de la competencia los hará menos eficientes, lo que reducirá el crecimiento y los niveles de vida y aumentará la necesidad de seguir aplicando subsidios.
A medida que se intensifica el ciclo familiar de creciente proteccionismo y caída de la competitividad, una guerra comercial producirá lo que siempre produce: un estancamiento mutuamente asegurado.
Es posible que las amenazas arancelarias terminen en nada. Tarde o temprano, tal vez, se llegue a acuerdos y se deroguen las nuevas medidas. (Estados Unidos podría ayudar a su propia causa haciendo más para cortar el flujo de armas de alto poder a través de la frontera, como ha solicitado México.)
¿Eso solucionaría todo? Absolutamente no. La administración ya ha causado un daño real y duradero a la economía de Estados Unidos y a sus relaciones con otros países.
¿Cómo se supone que los productores hagan planes e inviertan en medio de esta confusión innecesaria? ¿Y qué deben pensar los aliados de Estados Unidos de una administración que los mira con tan descarado desprecio? Solo queda por ver si el daño es manejable y reversible, o algo mucho peor.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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