Lo que quieren los demócratas es realmente hablar de los planes del Partido Republicano para el presupuesto federal.
Ni sobre el DOGE (por sus siglas en inglés, Departamento de eficiencia gubernamental), ni sobre Ucrania, ni sobre Kash Patel, ni sobre el presidente Trump, comparándose implícita o explícitamente con Napoleón o con un rey.
Para los dirigentes del Partido Demócrata, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, el tema de discusión preferido es el marco fiscal que en la actualidad se abre camino en la Cámara de Representantes, donde billones de dólares en recortes fiscales se verán en parte compensados con recortes en asistencia sanitaria y ayudas en alimentos para los más pobres.
Aun los demócratas del Senado están preparando estrategias para defender programas como Medicaid (programa de salud para personas y familias de bajos ingresos que varía por estado) y SNAP (por sus siglas en inglés, Programa de cupones de alimento), a pesar de que sus homólogos republicanos promueven una estrategia separada que, en gran medida, no modifica estos programas.
La iniciativa del presidente de la Comisión de Presupuestos, Lindsey Graham, tiene un alcance mucho más moderado que el proyecto de la Cámara de Representantes, y se basa en el recorte de fondos destinados a energías limpias con el objetivo de destinar más dinero a la aplicación de la legislación migratoria y al ejército.
En su opinión, los republicanos deberán hacer esto con rapidez, y luego debatir el tema más amplio de los impuestos y la red de seguridad en un proyecto de ley distinto.
En realidad, los demócratas no se están comprometiendo con la resolución de Graham, al que ven como un mero vehículo para llegar al marco de la Cámara de Representantes. Puede que esto sea cierto o puede que no.
Lo que sí es cierto es que los líderes de ambos partidos en la Cámara de Representantes y el Senado están fundamentalmente de acuerdo en cuál es el terreno más fuerte de los demócratas: la defensa de la red de seguridad social.
El expresidente George W. Bush intentó privatizar la seguridad social y fracasó. El expresidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan intentó recortar Medicare y fracasó. En su primer mandato, el presidente Donald Trump intentó derogar la Ley de Atención Médica Asequible y fracasó.
En este momento, DOGE está generando enormes niveles de entusiasmo o alarma, según con quién se hable, pero se trata de sumas de dinero relativamente triviales.
Medicaid, en cambio, es un programa verdaderamente grande y costoso. Si se quieren implementar importantes recortes de impuestos sin sacudir los mercados de bonos y se ha decidido que programas como la Seguridad Social y Medicare están fuera de los límites, Medicaid es la opción obvia.
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Aun así, Medicaid en sí es popular.
Ochenta millones de personas disfrutan actualmente de los beneficios de Medicaid, y dos tercios de los adultos dicen que tienen algún vínculo con el programa a través de un familiar cercano.
Es más, aunque muchos republicanos a nivel estatal siguen oponiéndose a la expansión de Medicaid, ha demostrado ser popular y duradera en estados tan republicanos como Luisiana, Kentucky y Kansas. Recortar este programa va a ser políticamente costoso para los republicanos.
Eso explica por qué Trump dice que Medicaid “no será tocado” a pesar de que los planes de los republicanos exigen recortes masivos.
También explica por qué los líderes republicanos de la Cámara de Representantes piensan que la mejor manera de avanzar es deslizar los recortes a Medicaid en un gran paquete legislativo repleto de otras cosas que sus miembros pueden defender fácilmente, como una extensión de los recortes de impuestos de Trump de 2017.
Explica por qué los republicanos del Senado han adoptado la estrategia inversa: primero aprobar un proyecto de ley sin recortes a Medicaid, sumando algunos puntos en la pizarra, y luego pasar a recortar la red de seguridad.
Por último, explica por qué los demócratas están ansiosos por pasar por alto todo lo que domina los titulares y hablar en cambio de recortes a Medicaid.
No es solo que sea un buen tema para ellos, es un tema unificador para un partido que no tiene líder y lucha por recuperar su equilibrio después de una derrota devastadora.
El senador Bernie Sanders no solo defiende Medicaid, sino también gobernadores de estados republicanos como Andy Beshear de Kentucky y Laura Kelly de Kansas.
Mientras tanto, durante la última década, Trump ha reconstruido la coalición republicana hasta convertirla en algo mucho más (como diría un vendedor como él) de menor escala. Su campaña de 2016 atrajo a un gran número de votantes blancos de bajos ingresos.
En 2020 y 2024, registró avances significativos entre los votantes negros e hispanos de clase trabajadora. El resultado es que una proporción mucho mayor de beneficiarios de SNAP y Medicaid ahora vota por los republicanos que en el pasado. Eso hace que sea más difícil recortar los programas de los que dependen.
La alternativa, por supuesto, es que los republicanos reduzcan los impuestos sin compensarlos con recortes del gasto. Eso es lo que terminaron haciendo en 2001, 2003 y 2017. Las payasadas actuales de DOGE podrían servir de excusa retórica para esta línea de acción.
La cantidad real de dinero que se ahorra es insignificante en relación con el costo de las ideas fiscales de los republicanos, pero sin duda hay mucho debate público sobre los recortes del gasto.
El problema es que, a diferencia de 2001, 2003 o, con toda seguridad, 2017, Estados Unidos se encuentra ahora en un entorno fiscal en el que el déficit presupuestario y las perspectivas de inflación están afectando a las tasas de interés.
Esto está perjudicando a los consumidores que buscan comprar automóviles y está dificultando a los constructores de viviendas añadir nueva oferta. Y se ha convertido incluso en un problema fiscal en sus propios términos.
A medida que los bonos antiguos se renuevan y se convierten en nuevos a tasas de interés más altas, el gasto en servicio de la deuda se está disparando.
Las disyuntivas presupuestarias básicas son más reales y más importantes ahora que en cualquier otro momento del siglo XXI.
Si los republicanos quieren ser el partido de los grandes recortes de impuestos (y, según todos los indicios, lo quieren), entonces también tendrán que ser el partido de los grandes recortes a los programas para los pobres o el partido de las tasas de interés más altas para la clase media. El mero hecho de señalar esto es el primer paso de los demócratas en el camino hacia la recuperación.
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