El efectivo ya no es el rey, es más bien “vergonzoso”

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Dispositivo de pago
Por Allison Schrager
29 de noviembre, 2025 | 09:19 AM

Una amiga se quejaba de que la gente suspiraba y ponía los ojos en blanco cuando usaba su tarjeta de crédito para pagar su café de US$3. De esto hace ya una década, y reconozco que en ese momento la juzgué en silencio.

¿Qué clase de psicópata, me preguntaba, hace que todos en la fila se queden esperando su café mientras su transacción con tarjeta de crédito es aprobada?

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Cómo han cambiado los tiempos, y no estoy hablando del café de US$3. En la actualidad, siento la misma impaciencia cada vez que alguien delante de mí busca en su billetera el dinero exacto para pagar una compra en efectivo. Los pagos electrónicos son mucho más veloces y se han generalizado, incluso para las compras pequeñas.

Hoy en día es el dinero en efectivo el que conlleva un estigma social, como pone de manifiesto una encuesta realizada a consumidores de la generación Z. Efectuada en septiembre, indica que el 53% solo usa dinero en efectivo como último recurso, y el 29% considera que las personas que pagan en efectivo son “vergonzosas”.

Ignoraré el insulto generacional y me concentraré en las implicaciones de este cambio tanto para el comportamiento de los consumidores como para las políticas públicas.

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La primera cosa a tener en cuenta es que, aunque Cash App ciertamente tiene interés en que la gente recurra a una aplicación en vez de al efectivo, los resultados de la encuesta son un reflejo de las tendencias observadas por la Reserva Federal.

En 2024, solo el 17% de los consultados en una encuesta dijeron que preferían el efectivo para las transacciones en persona, frente al 27% en 2016.

Pagos por tipos

Los estadounidenses mayores y de bajos ingresos siguen siendo más propensos a usar efectivo, pero incluso entre ellos, su uso es cada vez menos frecuente.

Solamente cerca de un 25% de las transacciones realizadas por personas con ingresos inferiores a US$25.000 se realizan en efectivo, y representan apenas el 19% de las transacciones realizadas por personas mayores de 55 años.

Tipo de pago por grupo de ingreso

Con el auge de los pagos móviles y la aceptación de pagos electrónicos por parte de casi todos los comercios (con la notable excepción de algunos restaurantes italianos en Nueva York, ya saben a cuáles me refiero), el efectivo está destinado a volverse todavía más obsoleto y anticuado. Esto implica que los patrones de gasto de los consumidores podrían cambiar, al igual que las regulaciones federales.

La creencia generalizada es que la gente gasta menos cuando usa efectivo, porque les permite ser más conscientes del precio de las cosas. Además, limita sus compras, ya que están sujetos al presupuesto disponible.

Sin embargo, la evidencia que respalda esta idea es contradictoria, pues algunos estudios encuentran poca influencia del método de pago en el gasto. Esto puede deberse a que la mayoría de las transacciones cotidianas son de montos relativamente pequeños.

Mientras tanto, las transacciones con tarjeta de crédito tienen costos explícitos. Las comisiones por transacción, término que se refiere a lo que los bancos cobran a los comercios por aceptar tarjetas (generalmente del 2,5% al ​​3,5%). Este costo a menudo se traslada a los clientes.

Algunos miembros del Congreso están intentando eliminar estas comisiones, pero es probable que las nuevas tecnologías logren en parte lo que pretende su legislación propuesta.

La aprobación de la Ley Genius implica que las criptomonedas estables podrían reemplazar a las tarjetas de crédito, especialmente para quienes no tienen acceso al crédito. No obstante, para que sean viables, los clientes tendrán que asumir cierto riesgo en sus cuentas o pagar comisiones al menos comparables a las de las tarjetas de crédito o débito.

Los datos también muestran que los estadounidenses de bajos ingresos ya utilizan pagos electrónicos para la mayoría de sus transacciones. Una opción más viable que podría revolucionar el mercado de las tarjetas de crédito es la moneda digital emitida por un banco central.

Pero sería un error pasar por alto las desventajas del efectivo, o las ventajas de los pagos electrónicos.

El efectivo implica lo que los economistas llaman costes de desplazamiento, básicamente el tiempo y el esfuerzo que supone ir a un banco. Además, conlleva un mayor riesgo de robo.

Los pagos electrónicos facilitan el seguimiento del gasto, lo que promete datos de inflación mucho más precisos que los que pueden proporcionar los métodos de encuesta actuales, así como el potencial de mayores invasiones de la privacidad.

En resumen, a pesar de lo incómodo que pueda parecer, el efectivo nunca desaparecerá por completo. Al igual que el oro, satisface un profundo deseo primario de seguridad. Los humanos necesitamos efectivo por si las cosas se tuercen y el sistema económico mundial colapsa, o si se corta la luz y nuestras tarjetas de crédito quedan inservibles.

Según la Reserva Federal, en un día cualquiera, cuatro de cada cinco estadounidenses todavía llevan efectivo encima, y ​​nueve de cada diez no tienen intención de deshacerse de él.

Es su derecho, igual que es el mío juzgarlos en silencio cuando están delante de mí en la fila del café.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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