Los inversores suelen tener una relación compleja con las acciones del sector defensa. Les atraen los flujos de caja predecibles de la industria, pero muchos, al menos hasta hace poco, tenían reservas sobre la tenencia de participaciones en empresas que fabrican armamento. Por eso, algunas empresas ofrecen índices que excluyen explícitamente las armas.
No obstante, el segundo mandato de Donald Trump ha supuesto un giro singular en nuestra cultura inversora.
Las acciones del sector defensa no solo están obteniendo resultados récord, sino que están superando incluso lo que podrían justificar sus fundamentos. Durante este mandato de Trump, a quien la Casa Blanca ha calificado de “presidente de la paz”, el mercado está pagando una prima por adquirir muchas de ellas.
Trump ha impulsado el repunte al instar a Europa a que incremente su gasto en defensa, prometer un sistema de defensa Golden Dome que según algunos cálculos podría costar billones y, al contrario que su reputación no intervencionista, dar su aprobación a ataques de alto perfil, como los perpetrados contra las instalaciones nucleares de Irán y otros contra presuntos narcotraficantes.
Los informes, que Trump hasta ahora ha negado, sugieren que EE.UU. estaría preparándose para atacar instalaciones militares dentro de Venezuela.
Pero antes de entrar en detalle sobre lo que está ocurriendo aquí, merece la pena detenerse un instante a reflexionar sobre lo singular que es esta situación.
Trump, que ha hecho presión para lograr el Premio Nobel de la Paz (y afirma haber puesto fin a seis, siete o quizá ocho guerras), ha resultado aún más beneficioso para el rendimiento del sector que George W. Bush, el presidente durante el peor ataque terrorista jamás perpetrado en suelo de Estados Unidos, quien inició las guerras de Irak y Afganistán.

Siendo justos, algunos lectores podrían objetar mi comparación entre los nueve meses de presidencia de Trump y los cuatro y ocho años de presidencia de sus predecesores.
Pero otro modo de contextualizar la evolución de este sector es observar el rendimiento superior del índice en los últimos doce meses (260 días hábiles).
Una vez más, los resultados son reveladores: el único periodo reciente comparable al de Trump 2.0 se produjo poco después de la toma de posesión de Bush, cuya administración tenía vínculos bien documentados con la industria de defensa a través del entonces vicepresidente Dick Cheney, antiguo CEO de Halliburton Co. (HAL).

¿Qué está sucediendo aquí? Básicamente, dos cosas.
Primera, existe la expectativa, muy real, de que estamos a punto de presenciar una oleada global de contratos de defensa. Bajo la presión de Trump, los líderes de la OTAN acordaron en junio aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB, frente al objetivo anterior del 2%.
Los mercados especulan que este cambio se desarrollará a lo largo de una década aproximadamente, y que una parte sustancial de este incremento irá a parar a manos de contratistas estadounidenses, si bien el sector de la defensa europeo también se ha beneficiado de este comercio.

Además, existen indicios de que los principales aliados asiáticos, tras constatar que el paraguas de seguridad de EE.UU. ya no es el mismo, pretenden seguir el ejemplo de sus homólogos europeos e incrementar también el gasto en defensa en sus regiones.
Los analistas de Wall Street han comenzado a incorporar estos resultados en sus proyecciones de beneficios, que sugieren que las ganancias por acción del sector aeroespacial y de defensa aumentarán un 56% este año; un 22% en 2026; y un 16% en 2027.
Sin embargo, con los elevados múltiplos de ganancias futuras que pagan los inversionistas, el mercado parece considerar que incluso estas estimaciones son conservadoras.
La segunda parte de la historia es que las acciones de compañías de defensa parecen estar, sencillamente, de moda entre los inversores minoristas.
Estas acciones han alcanzado una resonancia cultural especial, aunque quizá efímera, en la era Trump, donde el secretario de Defensa, Pete Hegseth, ahora prefiere que lo llamen “secretario de guerra” y la salud pública se centra en las flexiones en lugar de las vacunas.
En el ámbito nacional, el giro cultural machista se ha caracterizado por el rechazo a la sensibilidad y al progresismo. En el extranjero, se ha manifestado en el abandono de la diplomacia de poder blando y el regreso a las pruebas nucleares.
Y en el mercado bursátil, será recordado como el momento en que Palantir Technologies Inc. (PLTR), una empresa que utiliza IA para optimizar la cadena de destrucción de los soldados estadounidenses en el campo de batalla, alcanzó una capitalización bursátil de US$476.000 millones al momento de redactar este informe, casi 247 veces sus ganancias proyectadas.
Dado que Palantir es una empresa de software, técnicamente no forma parte del índice aeroespacial y de defensa al que me referí anteriormente. Más bien, es el principal ejemplo de “tecnología de defensa”, un tema de inversión que se ha situado en la intersección de la defensa y la IA, una combinación irresistible para los inversores minoristas actuales.
El índice Global X Defense Tech cotiza a 28 veces las ganancias proyectadas (frente a las 23 veces del S&P 500). Además, incluyendo a Palantir, más de una quinta parte de las empresas que lo componen cotizan actualmente por encima de sus precios objetivo consensuados a 12 meses, según los analistas de Wall Street.
En otras palabras, es difícil justificar estas valoraciones únicamente con los fundamentos. El sentimiento del mercado, o quizás el espíritu de la época, juega un papel importante en este caso.
Todo esto ha tenido un impacto considerable en el mercado bursátil estadounidense en su conjunto.
Normalmente, es fácil escéptico cuando Trump intenta atribuirse el mérito del mercado,como hice yo recientemente cuando publicó en Truth Social, en mayúsculas, que el mercado estaba más fuerte que nunca gracias a sus desacertadas medidas arancelarias.
Pero en el caso de las acciones del sector de defensa, el efecto Trump es innegable. Incluyendo las acciones aeroespaciales y de defensa, así como otras acciones de “tecnología de defensa” en software y servicios profesionales, estimo que la inversión en el sector defensa impulsada por Trump ha contribuido con casi 1,2 puntos porcentuales a la ganancia del 14,1% del S&P 500 desde el día de su investidura.
Nada desdeñable.
Por supuesto, la verdadera pregunta es si un repunte en las acciones de defensa es, en general, algo positivo.
A pesar de las ventajas de compartir los costos de defensa dentro de la OTAN, es imposible ignorar la sensación de que nos encaminamos hacia un mundo más conflictivo, y el desarrollo de una subcultura inversora que parece celebrarlo. Y el hecho de que esto ocurra bajo el mandato del “presidente de la paz” lo empeora aún más.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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