Si hablamos de alianzas políticas extrañas, la relación entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la líder izquierdista de México, Claudia Sheinbaum, está entre las menos esperadas.
Pese a liderar movimientos políticos opuestos, —el “América Primero” de Trump se basa en el nativismo estadounidense, mientras que la “Cuarta Transformación” de Sheinbaum se basa en el estatismo y el humanismo—, ambos han forjado una curiosa relación de trabajo.
Trump a menudo elogia a Sheinbaum: “es una mujer increíble”, mientras que ella dedica gran parte de su tiempo a tratar de satisfacer las cada vez mayores demandas de Washington.
Si bien todavía no se han reunido en persona, ya han hablado telefónicamente en 14 ocasiones, lo cual es un indicador de la profundidad de su relación.
Esta insólita química se hizo evidente esta semana durante la esperada visita del secretario de Estado Marco Rubio a Ciudad de México, un triunfo meticulosamente coreografiado, plagado de sonrisas y exento de discordia.
Los dos gobiernos se comprometieron a colaborar más estrechamente para reforzar la frontera, hacer frente a los cárteles y detener el tráfico de fentanilo y armas.
“Es la más estrecha cooperación en materia de seguridad que jamás hemos tenido, quizá con cualquier país, pero sin duda de la historia de las relaciones entre EE.UU. y México”, aseguró Rubio durante una rueda de prensa, en la que alternó el inglés y el español sin perder la hipérbole.
“Hay que reconocer el gran mérito de la presidenta Sheinbaum y su administración al abordar realmente asuntos que llevaban mucho tiempo sin ser abordados”.
Se trata del mismo Marco Rubio que, hace apenas unos años, criticó duramente al mentor y padrino político de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), por “entregar secciones enteras de su país a los cárteles de la droga”.
Y es el mismo Rubio que, solo el mes pasado, revocó visados e impuso restricciones a varios funcionarios brasileños vinculados a un programa que llevó a médicos de Cuba a Brasil.
México mantiene un programa médico similar con Cuba; lo que es todavía más importante, apoya a esa dictadura con envíos de combustible por valor de varios millones de dólares, pero el cubano-estadounidense Rubio no hizo ninguna mención a esto durante su visita, al menos en público.
El trato relativamente blando con el gobierno mexicano me deja con dos reflexiones:
Primero, la relación entre EE.UU. y México es tan compleja y sus economías tan entrelazadas que los gobiernos no tienen otra opción que cooperar. Hay demasiado en juego, económica, comercial e incluso culturalmente, como para que el conflicto se intensifique sin control, a pesar de los enfrentamientos ocasionales o las posturas inflexibles de ambas partes.
Trump puede imponer aranceles del 50% a Brasil sin muchas consecuencias internas; simplemente no puede hacerlo con el mayor socio comercial de Estados Unidos sin provocar un desastre económico.
Segundo, si dos gobiernos tan diferentes ideológicamente pueden encontrar formas de trabajar juntos en seguridad, quizás el área más espinosa de la relación, entonces hay esperanza de nuevos acuerdos también en comercio, aranceles e inversiones, algo que México necesita desesperadamente para reducir la incertidumbre empresarial.
Por supuesto, el renovado entusiasmo de la Casa Blanca por México se debe en parte a la actitud complaciente de Sheinbaum con Washington, que algunos críticos en el país llaman apaciguamiento.
Desde que asumió el cargo hace ya un año, ha ayudado a frenar los flujos migratorios hacia EE.UU., ha incrementado drásticamente las incautaciones de drogas y ha permitido el traslado de más de 50 líderes de cárteles al norte.
También ha reducido la tasa de homicidios en México, ha impuesto aranceles a los productos chinos y ha alcanzado acuerdos sobre las transferencias transfronterizas de agua; todos ellos logros que la Casa Blanca puede presumir como propios.

El anuncio conjunto de seguridad de la semana pasada finalmente le otorga a Sheinbaum una victoria política después de meses de parecer ceder ante las implacables presiones estadounidenses.
Cabe destacar que la declaración habla de cooperación en seguridad “basada en los principios de reciprocidad, respeto a la soberanía e integridad territorial, responsabilidad compartida y diferenciada, así como confianza mutua”. Esta redacción parece descartar la tan discutida posibilidad de un ataque unilateral estadounidense en suelo mexicano, una posible humillación para Sheinbaum.
Justo después de un ataque letal estadounidense en el Mar Caribe contra un barco presuntamente cargado de drogas provenientes de Venezuela, esto es tranquilizador para la principal línea roja de México: su soberanía territorial.
El lenguaje del acuerdo también destaca otro punto de convergencia, a pesar de sus frecuentes ataques contra México, Trump parece dispuesto a respetar el derecho del país a tomar sus propias decisiones, un enfoque que concuerda con la filosofía del movimiento Morena de Sheinbaum.
Mientras que el gobierno de Biden a menudo financió proyectos para promover la democracia y apoyar a las ONG locales, para furia de AMLO, a Trump le importan un bledo los problemas políticos internos de México, lo que le da a Morena mayor margen de maniobra para impulsar controvertidas apropiaciones de poder, como la reciente reforma judicial o las crecientes restricciones a la libertad de expresión.
El pacto de seguridad podría no ser tan ambicioso como algunos esperaban. Pero, como afirma el exsubsecretario de Relaciones Exteriores de México, Julián Ventura, establece un valioso marco diplomático para coordinar a las numerosas, y no siempre alineadas, agencias gubernamentales involucradas en seguridad, especialmente del lado estadounidense.
“Se necesita un enfoque colaborativo para abordar el aspecto políticamente más sensible de la agenda entre Estados Unidos y México. Que ambos gobiernos reconozcan esto es claramente un paso positivo”, me comentó.
Esto también es un buen augurio para Sheinbaum, quien se prepara para afrontar la gran tarea de revisar con éxito el acuerdo comercial T-MEC, convencer a Trump de que levante algunos de los aranceles que aún afectan a México y eliminar las barreras no comerciales.
Hace apenas unos días, el New York Times informó que Sheinbaum estaba “exasperada” con las incesantes peticiones de la Casa Blanca, citando a personas cercanas a su gobierno. La prometedora visita de Rubio podría aliviar parte de esa frustración.
En comparación con otros socios estadounidenses —India, Corea del Sur, Brasil— México se encuentra en una posición privilegiada. Como suelen decir los magnates inmobiliarios, la clave está en la ubicación, la ubicación, la ubicación.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
Lea más en Bloomberg.com