Este Marco Rubio es irreconocible

Marco Rubio, secretario de Estado de EE.UU., habla durante una ceremonia de investidura en Washington, DC, el martes 21 de enero de 2025.
Por Mary Ellen Klas
13 de abril, 2025 | 11:17 AM

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, quizá haya encontrado la mejor forma de describir el nuevo enfoque del secretario de Estado, Marco Rubio, respecto a los regímenes dictatoriales: un emoji de risa.

Luego de que un juez federal de distrito ordenó a la administración detener un vuelo de EE.UU. que deportaba venezolanos a su país, Bukele escribió en la plataforma X, una vez que el vuelo partió: “Uy... demasiado tarde”. Agregó el símbolo conocido como “cara con lágrimas de alegría”.

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Rubio lo volvió a publicar.

A muchos de los que han seguido la carrera de Rubio les ha parecido increíblemente incongruente ver cómo desdeña a un tribunal de Estados Unidos por la expulsión de unos inmigrantes a una brutal prisión en un país que está gobernado por un autoritario.

Rubio, que es abogado, forjó su carrera política hablándonos de su condición de “hijo de inmigrantes y exiliados” y denunciando las violaciones de los derechos humanos en países como Cuba, del que sus padres huyeron durante la dictadura de Fulgencio Batista.

Hoy, como uno de los más importantes lugartenientes de Trump, Rubio no solamente está dispuesto a aliarse con el agresivo y falaz Bukele, sino que además ha dado todo su apoyo a una depuración inhumana de inmigrantes de EE.UU. sin el debido proceso.

Esto representa un cambio considerable con respecto al Marco Rubio de 2008, cuando era presidente de la Cámara de Representantes de Florida, el primer cubanoamericano en ocupar ese cargo. En aquel entonces, el fervor antiinmigratorio del Tea Party apenas comenzaba a surgir.

Legisladores de Florida de ambos partidos habían propuesto docenas de proyectos de ley, desde el plan de un legislador demócrata para exigir a la policía que denunciara a los presuntos inmigrantes indocumentados hasta planes republicanos para prohibir las prestaciones gubernamentales a los adultos indocumentados.

Pero esa versión de Rubio era mucho más sensible a las repercusiones políticas de una ofensiva migratoria. Se negó a dar audiencia a ninguno de los proyectos de ley y les dijo a los legisladores que no quería parecer “antiinmigrante”.

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Cuatro años después, Rubio habló con cariño de su crianza con padres inmigrantes durante su discurso en la Convención Nacional Republicana. Ensalzó las virtudes del “excepcionalismo estadounidense” y la promesa de un país “fundado en el principio de que cada persona tiene derechos otorgados por Dios”.

Es difícil imaginar a Rubio dando ese discurso hoy, especialmente después de que a un venezolano condenado por el asesinato de Laken Riley, estudiante de enfermería de Georgia, se le concediera un proceso más justo que al empresario cubano sin antecedentes penales, quien fue secuestrado de la entrada de su casa por agentes de ICE en Miami hace dos semanas. (La esposa del hombre dijo que este había pasado años renovando permisos de trabajo y tratando de sortear el laberinto burocrático para obtener la ciudadanía).

Las tácticas de deportación actuales también distan mucho del futuro que Rubio imaginó en 2013 cuando, como miembro del grupo bipartidista de senadores conocido como la “Banda de los Ocho”, propuso un plan de reforma migratoria que ofrecía una vía a la ciudadanía para 11 millones de inmigrantes, pero que nunca se aprobó.

Era “de interés nacional” sacar a la gente “de las sombras”, dijo Rubio en aquel momento. “Esto es lo que somos. Somos la nación más compasiva del mundo”.

Hace tres años, Rubio aún defendía la compasión y la ley. Criticó a Bukele, quien declaró el estado de emergencia debido a la violencia generalizada de pandillas y luego utilizó al ejército para arrestar a miles de personas sin el debido proceso.

Rubio lo calificó de “situación realmente preocupante” y señaló que Bukele “critica y se burla abiertamente de Estados Unidos y otras instituciones occidentales”.

Pero ahora Rubio se burla. “Cada vez que encuentro a uno de estos lunáticos, les quito la visa”, se jactó recientemente, tras cancelar cientos de visas.

Ha ordenado a su personal que revise las cuentas de redes sociales de los solicitantes de visa y deporte a cualquiera que sea culpable de crear un “alboroto”.

Es cierto que el Departamento de Estado tiene amplias facultades para revocar la visa de alguien que considere una amenaza. Pero , según la ley, debe ser por razones muy específicas de política exterior.

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Muchos de los estudiantes extranjeros atrapados en la redada de Rubio no han sido acusados ​​de ningún delito y parecen haber sido perseguidos porque la administración considera objetable su discurso pro-palestino. Algunos han sido encarcelados o se les ha negado el debido proceso. Algunos son residentes permanentes o están casados ​​con ciudadanos estadounidenses.

Darío Moreno, profesor de ciencias políticas en la Universidad Internacional de Florida en Miami (FIU), quien enseñó muchas clases junto con Rubio en esa escuela, dijo que no sabe cómo Rubio está conciliando las contradicciones de sus posiciones actuales con las del pasado, pero cree que hay un riesgo político en algunas de las políticas de inmigración de la administración.

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“No creo que los cubanoamericanos, ni los latinos del sur de Florida, probablemente estén de acuerdo con la redada”, me dijo.

“Recluir a estudiantes privilegiados de universidades de la Ivy League o a personas con aspecto de pandilleros no les molesta”, dijo.

Lo que sí les molesta es la reciente orden de Trump que exige que medio millón de personas de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela abandonen Estados Unidos antes de fin de mes, a pesar de que recibieron permisos de trabajo en Estados Unidos bajo un programa de libertad condicional humanitaria de la era Biden.

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Los académicos también me dicen que ven paralelismos peligrosos entre las políticas de Castro y las de la administración Trump. Parecían sorprendidos de que Rubio no los viera también.

“El discurso [de Castro] era esencialmente el mismo que el de Trump: si no estás de acuerdo, lárgate de este país, y si no eres el tipo de cubano adecuado, no perteneces aquí”, dijo Lillian Guerra, profesora de Historia de Cuba y el Caribe en la Universidad de Florida.

“A menos que desconozca los factores reales del estado autoritario en Cuba, no se puede entender cómo Marco Rubio podría respaldar estas políticas y ser su portavoz”.

Eduardo Gamarra, profesor de política y relaciones internacionales de la Universidad Internacional de Florida, dijo que el cambio de postura de Rubio se debe al pragmatismo político y al realismo en política exterior.

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Es poco probable que Rubio se postule de nuevo a un cargo electivo a menos que se presente a la presidencia, por lo que ha volcado su lealtad hacia Trump. Fue nombrado para “servir solo a una persona: el presidente que ha dejado de lado el multilateralismo y cualquier lógica del pluralismo estadounidense”, explicó Gamarra.

Y la escuela de pensamiento “realista” cree que los intereses nacionales de un país son más importantes que sus fundamentos ideológicos, dijo.

Este enfoque permite a Estados Unidos “expulsar a personas a un país conocido por su trato cruel e inhumano”, me dijo Gamarra. “Así que la tortura de Fidel es mala, pero si la realiza Bukele, es buena”.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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