La ciudadanía estadounidense pronto podría ser muy diferente

Immigración
Por Patricia Lopez
12 de mayo, 2025 | 07:46 AM

A casi cuatro meses de su segundo gobierno, cada vez está más claro que las opiniones xenófobas del presidente Donald Trump sobre la inmigración están reconfigurando lo que supone convertirse en ciudadano estadounidense.

Su visión se decanta en gran medida hacia los ricos y adinerados, con vías especiales y rápidas para ellos y barreras para el resto, en especial para los refugiados y solicitantes de asilo de todo el mundo.

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Por ejemplo, la propuesta de Trump de crear tarjetas de “visado de oro” por valor de US$5 millones, cuyo prototipo es, en efecto, el rostro de Trump y la Estatua de la Libertad impresos en un rectángulo dorado.

Estas tarjetas permitirían, en palabras del presidente Trump, a “gente de muy alto nivel” una “ruta hacia la ciudadanía”. Uno de sus objetivos es reducir en años el típico proceso de selección y obtener la residencia en apenas dos semanas.

Luego están las fuertes medidas disuasorias para todos los demás. Las nuevas y cada vez más elevadas tarifas propuestas por el Partido Republicano en el proyecto de presupuesto de la Cámara de Representantes reducirían con rapidez las posibilidades de entrar de los inmigrantes o refugiados con menos ingresos.

Se impondría una tasa de US$3.500 a los menores no acompañados. Quienes soliciten un permiso de trabajo tendrán que pagar US$550. Y las solicitudes de asilo, antes gratuitas, pasarían a costar US$1.000 cada una. La mayor parte de los refugiados y solicitantes de asilo llegan a EE.UU. con pocas posesiones y todavía menos dinero en efectivo.

Hasta hoy, aquellos con solicitudes válidas han dependido en gran medida de los modestos subsidios federales de reasentamiento para hacer más fácil su transición.

Y si bien sigue siendo una posibilidad remota, el recurso de Trump a la promesa de la Constitución de la ciudadanía por derecho de nacimiento es una importante proclamación por parte de esta administración de que pretende decidir quién puede convertirse en ciudadano.

Trump negaría la ciudadanía a los niños nacidos en EE.UU. de padres indocumentados o que están aquí de forma legal pero con un visado temporal de estudios o de trabajo. Alrededor de 2 millones de extranjeros se encuentran en Estados Unidos con este tipo de visados.

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El caso de Trump llegará a la Corte Suprema a fines de este mes y, dependiendo de cuál sea la decisión, una nueva subclase de estadounidenses podría ser creada: nacidos aquí, pero nunca plenamente pertenecientes.

Finalmente, se produjo esta medida poco notada en medio de una oleada de otras órdenes ejecutivas: en enero, Trump retomó las iniciativas destinadas a despojar a los inmigrantes de su ciudadanía estadounidense. Dichos casos, según el departamento, no prescribirían.

Hay más de 24 millones de ciudadanos naturalizados en Estados Unidos, todos los cuales han recorrido un largo camino a través de la burocracia migratoria para llegar a donde están.

Este proyecto da continuidad a algunas de las iniciativas de Trump durante su primer mandato, cuando el Departamento de Justicia ordenó la investigación de 700.000 ciudadanos naturalizados por posibles infracciones (pocas de las cuales se completaron). Más adelante en su mandato, Trump creó la Oficina de Desnaturalización.

En 2023, Stephen Miller, subjefe de gabinete del presidente, declaró que, en un segundo mandato, las iniciativas de desnaturalización se intensificarían .

En conjunto, estas nuevas políticas crearían un tipo de ciudadanía más mutable, que ya no estaría basada en el lugar de nacimiento ni en la ardua y prolongada tarea de demostrar el propio valor.

Es un giro dramático para una nación que, casi desde su creación, ha acogido inmigrantes y ahora es el hogar de una quinta parte de los migrantes internacionales del mundo.

Un cambio así perjudicaría a este país. Someter a los inmigrantes a un filtro de riqueza nos costaría el empuje, la persistencia y el ingenio que los recién llegados han traído a este país a lo largo de su historia. No hay filtro para estos intangibles.

Ofrecer a los superricos una vía rápida para obtener la ciudadanía también acortaría el proceso de investigación, que, después de todo, es una importante medida de seguridad.

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Cuando le preguntaron a Trump si los oligarcas rusos u otros personajes indeseables podrían aprovecharse de su tarjeta dorada, Trump respondió: “Posiblemente”, y añadió: “Oye, conozco a algunos oligarcas rusos que son buena gente”.

Y afectará al propio Estados Unidos. Durante casi 250 años, este país ha sido un faro de libertad y esperanza, y ha cosechado los frutos. Son innumerables las historias de refugiados e inmigrantes empobrecidos que contribuyen al bienestar de la nación.

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La visión de Trump sobre la ciudadanía estadounidense parece surgir de sus opiniones sobre la inmigración en general.

Sin embargo, debería alarmar a todos los estadounidenses, incluso a los muchos que apoyan sus iniciativas más populares, como asegurar una frontera que se había vuelto demasiado porosa bajo el presidente Joe Biden; arrestar y deportar a delincuentes; y centrarse en el tráfico de personas y drogas que hace que las fronteras inseguras sean tan peligrosas.

El sentimiento antiinmigrante ha sido un hilo conductor en la vida pública de Trump desde que inició su primera campaña presidencial.

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Durante su primer mandato, reprimió la inmigración legal mucho más que la ilegal, lo que provocó un desplome en el número de tarjetas de residencia y visas temporales (conocidas formalmente como visas de no inmigrante).

En una reunión a mediados de su primer mandato, Trump, como es bien sabido, preguntó por qué el país debía admitir inmigrantes de “todos estos [grosería] países”, como Haití, El Salvador y países africanos. Sugirió que se admitieran más inmigrantes de países como Noruega o de países asiáticos que, según él, beneficiaban económicamente a EE.UU.

Desde hace tiempo hay indicios de que el objetivo de Trump es librar a este país de quienes considera indeseables. Por ahora, eso parece depender de la riqueza, o de la falta de ella. Pronto podría ser cualquier otra cosa que Trump considere objetable.

Rumeysa Ozturk, estudiante turca de la Universidad de Tufts, lleva 5 semanas en prisión desde que agentes enmascarados del ICE la arrestaron en Somerville, Massachusetts. Su única infracción fue coescribir un artículo de opinión estudiantil para el periódico de la universidad que contradecía el apoyo de la administración Trump a la guerra de Israel en Gaza.

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Mohsen Mahdawi, residente permanente, asistió a lo que creía ser una entrevista de naturalización en abril y fue arrestado de inmediato por sus opiniones políticas sobre la guerra entre Israel y Hamás. Un juez lo liberó de la custodia federal la semana pasada, pero aún enfrenta una posible deportación.

En un artículo de opinión para el New York Times, Mahdawi declaró: “Cuando examinen mi caso, todos los estadounidenses deberían preguntarse: ¿qué queda de nuestra democracia y quiénes serán los próximos en ser atacados?“.

Sorprendentemente, Mahdawi dijo que aún quiere hacerse ciudadano. “Creo en un sistema democrático y tengo fe en el sistema de justicia de aquí”. Una fe como esta ha impulsado a este país durante 250 años.

En comparación, la obsesión de Trump con la riqueza y la lealtad es una forma demasiado insignificante de medir lo que hace a un buen estadounidense.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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