Bloomberg — En el Chinatown (barrio chino) de Manhattan, donde Bowery se encuentra con East Broadway y Mott Street, se erigen dos estatuas de históricos personajes de China.
Están separadas por casi 2.400 años. Confucio, que vivió en el siglo VI a.C., el más famoso de los dos, pero justamente al sur, en Chatham Square, está Lin Zexu, quien falleció hace solo 175 años. En su pedestal figuran las palabras “pionero en la lucha contra las drogas”, tanto en chino como en inglés. Eso le hace más relevante que Confucio en los EE.UU. de Donald Trump.
Fue en 1839 cuando Lin, funcionario de la dinastía Qing, se enfrentó a los ingleses y a su comercio ilícito de opio, que empujaba a los consumidores chinos a consumir esta sustancia; decomisó 20.000 cofres de la droga y arrojó esos cargamentos al mar. Traducido al dinero del siglo XXI, aquel único alijo se aproximaría a los US$500 millones.
Una guerra contra las drogas, específicamente contra el opioide sintético fentanilo, subyace supuestamente en los aranceles intermitentes de Donald Trump contra Canadá y México, por una parte, y en los aranceles del 10% impuestos hace poco a China, por otra.
La jugada antidroga de Trump no tiene que ver con arrojar fentanilo al océano. Consiste en la exención de “minimis”, de los derechos de aduana, para el correo cuyo valor declarado sea de menos de US$800. De minimis es latín y en el lenguaje jurídico actual indica algo que es demasiado pequeño para ser significativo.
Según la Agencia Antidroga estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés), se trata de una laguna demasiado grande.
Con un solo kilogramo de fentanilo se pueden producir potencialmente 500.000 pastillas que contienen 2mg de la sustancia cada una. Dicha cantidad puede ser letal. No obstante, el prensado ilegal de la sustancia puede producir a veces pastillas con más de 8mg cada una.
A menudo, el fentanilo es mezclado con otras drogas ilegales para incrementar su potencia. Se estima que en el año 2023 se produjeron 75.000 muertes en EE.UU. por sobredosis de opioides sintéticos.
La orden ejecutiva del presidente de Estados Unidos pone fin a la exención de minimis de los envíos desde China, con lo que pretende cerrar esa vía de entrada de opioides ilegales. No obstante, también afectaría seriamente al ya comprometido comercio entre ambos países.
A la República Popular China corresponden aproximadamente dos terceras partes de los US$1.000 millones de envíos anuales que se calculan se realizan en régimen de minimis a Estados Unidos.
Es más, los estadounidenses recibieron envíos de este tipo desde China por valor de US$228.300 millones entre 2018 y 2021. Sus grandes beneficiarios fueron las superestrellas de las compras en línea Temu y Shein, que se han beneficiado de los buscadores de gangas en línea estadounidenses.
El comercio electrónico transfronterizo de China creció más de un 40% en el 2024, hasta alcanzar casi los US$94.000 millones. Seguramente Temu y Shein sufrirán inmediatamente el impacto de los aranceles adicionales de Trump del 10%.
¿Podrá la estrategia de Trump frenar el flujo de esta droga mortal?
En primer lugar, pensemos en los agentes de aduanas y correos que se enfrentan a la tarea de cobrar aranceles sobre más de 600.000 piezas de correo adicionales al año (quizás presa del pánico, el Servicio Postal de Estados Unidos suspendió primero la entrada de paquetes procedentes de China y Hong Kong, pero revirtió esa decisión en cuestión de horas).
En segundo lugar, si bien la droga y sus precursores químicos pueden provenir de China (y cada vez más de la India), las redes criminales con sede en México han sido la principal fuente del fentanilo ilegal que llega a Estados Unidos.
Para evitar la imposición de aranceles a su país, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum prometió desplegar 10.000 soldados más en la frontera de casi 3.200 kilómetros con Estados Unidos para interceptar la droga y a las personas. Es probable que eso también ponga trabas a todo tipo de comercio legal.
La tercera posibilidad es que las empresas chinas de comercio electrónico encuentren soluciones alternativas para vender sus juguetes, artículos para el hogar, ropa y aparatos electrónicos a los consumidores estadounidenses, que seguirán pagando por los productos más baratos debido a la comodidad de encargarlos. La parte comercial de la guerra contra el fentanilo sólo hará que las cosas sean más caras.
Mientras tanto, el uso de fentanilo por parte de los estadounidenses no disminuirá significativamente. Eso sólo sucederá si Estados Unidos aborda la demanda además de la oferta.
Hasta ahora, el enfoque acalorado sobre los aranceles y la superioridad en materia comercial oscurecen el sufrimiento real de los estadounidenses comunes. La guerra contra las drogas se ha invocado tantas veces, ya desde la presidencia de Nixon plagada de escándalos, que con demasiada frecuencia se la percibe como una cortina de humo para otros problemas.
Volvamos a Lin Zexu. Hoy, los chinos étnicos de todo el mundo lo consideran un héroe, pero sus acciones provocaron las Guerras del Opio que humillaron al imperio chino y finalmente llevaron a su caída. Las potencias occidentales obligaron a China a legalizar el uso del opio.
Existe una estimación alta, pero no improbable, de que la mitad de la población del imperio, o 200 millones de personas, probaron el opio en un momento u otro (la mayoría no eran adictos, por supuesto, porque entonces como ahora, los opioides, incluido el fentanilo, tienen usos genuinamente medicinales y terapéuticos).
China luchó contra el opio durante más de un siglo y solo suprimió verdaderamente la adicción después de que Mao Zedong y el Partido Comunista tomaron el control del continente en 1949.
Si bien China impuso la pena de muerte a los traficantes de drogas, también pasó décadas tratando a sus poblaciones adictas, brindando oportunidades económicas que obviaron el atractivo del opio. No hubo soluciones fáciles y China tuvo un problema de narcóticos hasta la década de 1970.
En su reciente libro Smoke and Ashes: Opium’s Hidden Histories (Humo y cenizas: Historias ocultas del opio), Amitav Ghosh relata que China no se liberó del opio por sí sola. La cooperación transnacional lo hizo posible. En 1907, Gran Bretaña, dueña de los campos de amapolas de la India, que eran la principal fuente de las importaciones de opio de China, finalmente decidió colaborar.
Durante décadas, los comerciantes británicos habían sostenido que el uso del opio era una elección de China; además, el libre comercio significaba que Gran Bretaña solo estaba respondiendo a la demanda china. A medida que se afianzaba la era poscolonial, la India independiente siguió eliminando opio mientras China erradicaba su propia producción de adormidera (que había crecido hasta competir con las importaciones británicas).
Mientras tanto, Pekín inició una campaña de propaganda que apuntaba al papel del opio en la humillación de China a manos de Occidente y hacía que la droga fuera social y políticamente inaceptable. Hoy muchos miran a los consumidores de opio de Occidente con lástima y con un sentimiento de merecido castigo.
Ghosh señala que las descripciones de los Apalaches devastados por los opioides en la actualidad recuerdan terriblemente a las empobrecidas aldeas chinas minadas por el opio en el siglo XIX. Tanto Estados Unidos como China han sido azotados por la misma sustancia. Debe haber algo que se pueda construir a partir de esa simpatía para ayudar a Estados Unidos a salir de su crisis y evitar cualquier cosa que tenga la palabra guerra asociada.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
Lea más en Bloomberg.com