Estos son tiempos de incertidumbre económica y no tienen por qué creerme, lo dice el Índice de Incertidumbre de la Política Económica:

Los economistas responsables de estas cifras también publican un índice mensual estadounidense basado en diversas fuentes de noticias; he promediado sus cifras diarias para mostrar lo sucedido en abril hasta la fecha.
Cuentan con otro índice mensual estadounidense que considera el desacuerdo entre los analistas económicos y el vencimiento de las disposiciones fiscales, así como índices de incertidumbre para todos los estados, otros 30 países y un índice global que se publica con un desfase y muestra que enero fue el mes más incierto registrado.

Por sí solas, las subidas arancelarias del presidente Donald Trump y los aranceles impuestos por otros países en represalia no parecerían suficientes para sumir a la economía de Estados Unidos en una recesión: un análisis reciente del Laboratorio de Presupuestos de Yale situaba el coste económico para este año en el 1,1 % del PIB estadounidense, que en el 2024 creció un 2,8% ajustado a la inflación.
Sin embargo, la constante incertidumbre sobre el momento de aplicación y la magnitud de los aranceles, sumada a los interrogantes sobre las tasas impositivas del 2026 y los desordenados empeños de la Administración por reducir el gasto federal, están pesando con toda seguridad sobre la inversión empresarial y otros indicadores económicos.
Es mucho más difícil cuantificar ese peso que estimar el coste de un arancel, aunque las mediciones de la incertidumbre política proporcionan un lugar por donde comenzar.
Esta iniciativa de medición tiene su origen en las secuelas de la crisis financiera mundial, cuando la Fed estaba experimentando con medidas sin precedentes para sostener la economía a flote y el gobierno de Obama impulsaba la reforma bancaria, la revisión de la atención médica y otras leyes. Los empresarios se quejaron de que la incertidumbre política generada les complicaba la planificación y la inversión.
El entonces estudiante de posgrado de la Universidad de Stanford Scott R. Baker, actualmente profesor de finanzas en la Kellogg School of Management de la Universidad Northwestern, el profesor de Stanford Nick Bloom y Steven J. Davis, de la Universidad de Chicago, que desde entonces trabaja en la Hoover Institution de Stanford, se dispusieron a comprobar si había algo de verdad en todo aquello.
Lo que descubrieron tras construir índices basados, entre otras cosas, en la frecuencia con la que palabras como “incertidumbre” o “económico” aparecían en artículos periodísticos que también incluían palabras como “Congreso”, “déficit”, “Reserva Federal”, “legislación”, “regulación” o “Casa Blanca” fue que el aumento de dichas medidas de incertidumbre “prefiguraba descensos en la inversión, la producción y el empleo”.
Sin embargo, no estaban seguros de si la relación era causal, ya que los responsables políticos suelen estar más ocupados cuando responden a crisis económicas, como en 2009-2010 y durante la pandemia de la Covid-19 en 2020.
En la década de 1930, la incertidumbre medida no aumentó sustancialmente hasta un par de años después de la Gran Depresión, cuando Washington finalmente comenzó a tomar medidas drásticas.

Esta vez, sin embargo, da la impresión de que la incertidumbre proviene principalmente de un solo lugar: el número 1600 de la Avenida Pensilvania en Washington.
“Estamos en un punto en el que cualquiera puede despertarse y quién sabe qué regulación se promulgará o qué aranceles se impondrán”, dijo Baker. “Es difícil planificar con algo que puede cambiar de repente”.
Los datos históricos muestran un aumento sostenido de la incertidumbre desde la década de 1950 en Estados Unidos, que Baker y sus coautores atribuyeron en un artículo de 2015 a (1) el creciente papel económico del gobierno, lo que implica una mayor incertidumbre en materia de política económica, y (2) la polarización política, que implica más maniobras arriesgadas y giros radicales en las políticas.
La creciente consolidación de la formulación de políticas en el poder ejecutivo durante las últimas dos décadas, debido en parte a que la polarización dificulta la promulgación de leyes cuando el Congreso y la Casa Blanca están en manos de partidos diferentes, ha aumentado la incertidumbre.
Una vez más, sin embargo, Trump parece estar llevando las cosas a un nuevo nivel.
A pesar de tener mayorías republicanas en la Cámara de Representantes y el Senado, el presidente no ha hecho ningún esfuerzo para que se apruebe la legislación arancelaria, invocando en cambio los poderes de emergencia bajo una ley de 1977 que nunca antes se ha utilizado para imponer aranceles, una medida que está siendo impugnada en los tribunales, podría ser fácilmente revertida por su sucesor y ya enfrenta una oposición bipartidista en el Congreso que solo crecerá si la economía se tambalea.
Y, por supuesto, sigue modificando los aranceles.
Un último índice de incertidumbre, centrado en el comercio global y construido por Bloomberg Economics utilizando las fuentes de noticias de Bloomberg News y First Word y siguiendo la metodología iniciada por Baker, Bloom y Davis, acentúa cuán anómalo es el momento actual.

La incertidumbre no es del todo mala.
Según la famosa formulación del difunto economista de la Universidad de Chicago, Frank Knight, actuar frente a ella es lo que permite a los emprendedores generar ganancias, lo que convierte a la “incertidumbre… en un acompañante inevitable del progreso”.
Sin embargo, Knight, quien consideraba que el proteccionismo comercial era contraproducente, probablemente no celebraría este tipo de incertidumbre generada por las políticas. Quizás estemos a punto de descubrir la magnitud de la carga económica que impone.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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