Estado de la relación: es complicado.
La polémica entre el presidente Donald Trump y el titán de la tecnología Elon Musk se ha hecho pública, haciendo que las acciones de Tesla (TSLA) se desplomen y luego repunten, poniendo en tela de juicio sus contratos con el gobierno y dejando a Trump quizá en una posición más de dominio sobre la persona más rica del mundo.
Sin embargo, ¿quién sabe qué pensar de este binomio siempre tan extraño entre dos individuos tan erráticos?
A última hora de este jueves, Musk dio a entender que estaba abierto a una tregua. Los informes de una llamada telefónica este viernes emergieron y posteriormente fueron descartados por Trump, y todo ello con el contexto de las súplicas de un mundo MAGA agrietado por la perspectiva de que sus líderes se volvieran el uno contra el otro.
No obstante, pocas cosas son definitivas en el mundo de Trump, a excepción del caos y la desorganización.
A dónde conduce esto a partir de ahora, y cómo termina, es una incógnita, pero lo que es evidente es que la amistad política que vio a dos de los hombres más poderosos del planeta pasando mucho tiempo juntos al inicio de la presidencia de Trump se ha convertido ahora en un enredo bastante inestable.
Esta, por supuesto, no es la forma de gobernar un país.
La pelea que duró todo el día reveló crudamente lo que siempre había sido sumamente obvio: esta relación es transaccional y siempre ha olido a corrupción, con la contribución de US$270 millones de Musk a la campaña comprándole un poderoso punto de apoyo en el gobierno, incluidos miles de millones en contratos y acceso a datos y al funcionamiento interno de las agencias federales.
Fue apenas la semana pasada que el presidente Donald Trump le regaló a Musk una llave de oro para la Casa Blanca, diciendo que su “servicio a Estados Unidos no ha tenido comparación en la historia moderna” y conmemorando su último día como empleado especial del gobierno.
Pero esa despedida no pudo ocultar las crecientes grietas en la amistad.
Musk se había convertido en una carga política para Trump, al igual que el presidente se había convertido en una carga comercial para el hombre más rico del mundo.
La unión le ha costado a Musk miles de millones, dañando su imagen y llevándolo a sugerir que ya no tiene nada que ver con la política. “Creo que ya he hecho suficiente”, dijo Musk en una entrevista con Bloomberg el mes pasado cuando le preguntaron sobre su inversión política en Trump y la causa republicana.
El multimillonario, quien dirige el comité de acción política Building America’s Future (Construyendo de futuro de EE.UU.), se había comprometido a invertir US$100 millones en las elecciones intermedias, aunque eso ahora está en duda.
Y al cederle tal poder a Musk, Trump arruinó los primeros 100 días de su presidencia con recortes erráticos, errores y desistimientos que provocaron luchas internas entre el personal y los miembros del gabinete, quienes no podían controlar a Musk.
Su Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) fue en gran medida un fracaso: los costos probablemente superaron los ahorros, el gasto federal siguió aumentando y la administración Trump ahora está revirtiendo algunos de los despidos.
En los días posteriores al fin de su mandato oficial, Musk demostró lo incontrolable que era al apuntar su fuego hacia el enorme proyecto de ley de fiscal de Trump, al que calificó de “abominación”.
“En noviembre del año que viene, despediremos a todos los políticos que traicionaron al pueblo estadounidense”, amenazó Musk, el aspirante a hacedor de reyes, en X el martes.
Pero la disputa tiene el potencial de ser tan dañina para ambos hombres como lo resultó su improbable amistad.
Lo que está en juego para Trump es el tipo de músculo, megáfono y dinero que sólo Musk puede aportar, dado su estatus entre los poderosos colegas de la derecha tecnológica que impulsaron la campaña de Trump y al Partido Republicano en general.
“Sin mí, Trump habría perdido las elecciones, los demócratas controlarían la Cámara de Representantes y los republicanos tendrían 51-49 en el Senado”, escribió Musk en X. “Qué ingratitud”.
La mayoría de las alianzas políticas de Trump tienen fecha de caducidad, pero su relación con Musk ha sido única. Para Trump, Musk fue un multiplicador de fuerza , magnificando su prestigio y atrayendo a otros multimillonarios, colegas tecnológicos y colegas comunes.
Pero al desafiar a Trump, y particularmente al mencionar su conexión con Jeffrey Epstein, Musk pone a prueba su poder sobre MAGA y se pone a sí mismo, y a sus empresas, en riesgo de contratos cancelados y potencialmente incluso de investigaciones del gobierno federal.
Trump tiene un poder tremendo sobre la vasta riqueza de Musk.
“La manera más fácil de ahorrar miles de millones de dólares en nuestro presupuesto es cancelar los subsidios y contratos gubernamentales de Elon Musk”, escribió Trump en Truth Social. “¡Siempre me sorprendió que Biden no lo hiciera!”.
Esto fue tierra arrasada, que reveló la mano fuerte de Trump y la gran debilidad de Musk.
En última instancia, MAGA pertenece a Trump. En cuanto al enorme proyecto de ley, es probable que se apruebe de alguna forma, aunque Musk ha destacado sus peores aspectos: añade US$2,4 billones de al déficit durante la próxima década y no es precisamente MAGA.
Mientras tanto, algunos demócratas han sugerido que Musk es un posible agente libre y que debería ser cortejado y reclutado. Pero eso sería un error. Una alianza con Musk es como tener a un tigre agarrado por la cola en una carpa pequeña y abarrotada. No hay buenas opciones y la única certeza es el caos.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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